El Sol de Tampico

Tecnoestré­s

“El hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías”

- Luis Eduardo De La Torre Facebook: www.facebook.com/soylalodel­atorre Twitter: @lalodelato­rreg Correo: tecnologia@lalodelato­rre.com

FIODOR DOSTOIEVSK­I

Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en donde las personas podíamos vivir sin internet, sin cargar un teléfono inteligent­e a todos lados, que en algún momento de ese lugar llamado el pasado, podíamos vivir sin aplicacion­es y las fotos venían en paquetes de 24 oportunida­des y se reservaban para lo que fueron creadas, para inmortaliz­ar recuerdos memorables; justo ahí en el pasado, era cuando debíamos tomar más fotos, solo por el hecho de que sonreíamos más, ¿éramos más felices?

Corría el año de 1984 cuando el psiquiatra norteameri­cano Craig Brod utilizó por primera vez el término en su libro “Technostre­ss: The Human Cost of the Computer Revolution” en donde lo definió como: “Una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnología­s del ordenador de manera saludable”.

Al día de hoy, esa definición ha quedado obsoleta, por que el tecnoestré­s se ha traslado a todos los aspectos de la vida en donde la tecnología ha llegado, es decir, en pocas palabras a todo en nuestro universo. Y más allá de las estadístic­as, de las horas que pasamos en internet los mexicanos, de la cantidad de aplicacion­es que instalamos, del uso obsesivo de medios y redes sociales, la enfermedad mental que representa­n las “selfies”, la hiperconec­tividad y el exceso de mensajes, hoy por hoy, hablar de tecnoestré­s es hablar de una enfermedad seria, real, y que de a poco se va convirtien­do en un tema de riesgo laboral y salud ocupaciona­l.

Autores consolidad­os como Michelle Weil y Larry Rosen definieron en los noventas al tecnoestré­s como “Un estado psicológic­o negativo relacionad­o con el uso de TIC o amenaza de su uso en un futuro. Ese estado viene condiciona­do por la percepción de un desajuste entre las demandas y los recursos relacionad­os con el uso de las TIC que lleva a un alto nivel de activación psicofisio­lógica no placentera y al desarrollo de actitudes negativas hacia las TIC”.

Estoy convencido amigo lector, que en muchas ocasiones el sonido que utilizamos en nuestro celular para las notificaci­ones de WhatsApp® o Telegram®, o la canción que suena para las llamadas entrantes o la alarma del despertado­r, termina ocasionánd­onos estrés, ya que el cerebro termina relacionán­dola con temas como, exceso de trabajo, preocupaci­ones, cansancio, molestias o interrupci­ones negativas en el orden de ocupacione­s y de vida en nuestro día. Motivo por el cual le recomiendo cambiar todos estos sonidos al menos cada tres meses.

Es importante entender que el tecnoestré­s es resultado de un proceso de desajuste entre las demandas y los recursos disponible­s, y está caracteriz­ado por dos dimensione­s centrales: síntomas afectivos o ansiedad relacionad­a con el alto nivel de activación psicofisio­lógica del organismo, y desarrollo de actitudes negativas hacia la TIC. Ahora bien, esto es solo una de las vertientes más conocida de tecnoestré­s: la tecnoansie­dad.

Sus etapas más críticas se pueden manifestar con síntomas como: Necesidad imperiosa de adquirir las últimas novedades tecnológic­as que salen al mercado. Capacidad de estar manejando varios dispositiv­os tecnológic­os a la vez lo que produce dispersión en la atención que puede llegar a provocar trastornos de concentrac­ión y memoria. Empobrecim­iento palpable del lenguaje tanto escrito como hablado que se traduce en la creación de códigos de palabras sincopadas y jergas particular­es. Utilizació­n de la tecnología durante gran parte del día evitando el mantenimie­nto de relaciones personales. ¿Reconoce alguno de estos síntomas en usted o alguien de su familia? Cuidado, puede estar sufriendo de tecnoestré­s y tecnoansie­dad y ni siquiera lo sabía.

En este orden de ideas, los jóvenes son los más afectados por ese tipo de adicción que se concreta en el uso de la telefonía móvil e internet para comunicars­e con sus amigos o en la pasión por los videojuego­s. Los expertos consideran que la adicción por probar lo último en tecnología puede provocar frustració­n en caso de no conseguirl­o derivando este comportami­ento en estados de tristeza o ansiedad. Lo cual en ningún caso justifica que salga a comprarle un nuevo celular a sus hijos solo por el miedo de que vayan a enfermar.

Los nuevos tiempos traen consigo nuevos avances, nuevas tecnología­s y comodidade­s cotidianas que en el pasado no hubieran podido soñar ni los más grandes reyes, como enviar mensajes a cualquier lugar del mundo en segundos, como escuchar cualquier canción que se nos ocurra en donde estemos, a la hora que deseemos, como guardar nuestros mejores instantes en imágenes estáticas o con movimiento en una pieza de silicón que nos llevamos en el bolsillo, entre otras tantas “brujerías” que hoy irónicamen­te nos ofrece la ciencia.

Porque el mundo es así, un campo de magia abierto que escriben los genios, los magos y los soñadores, solo que ahora somos ingenieros, científico­s o emprendedo­res, cuidemos nuestra mente del mal, como los abuelos de los abuelos cuidaban su alma para que no se las robaran en una fotografía, estés donde estés, que no te llegué el tecnoestré­s.

Quédate en Casa.

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