El Sol de Tampico

Agustín Jiménez C.

- Agustín Jiménez C. CON CAFé Y A MEDIA LUZ Escríbame a: licajimene­zmcc@ hotmail.com Y recuerde, será un gran día.

A mitad de los años cincuenta, cuando el Sida, el Ébola y el Covid eran cuestiones inimaginab­les en la conciencia de la sociedad mundial, la perspectiv­a de la juventud de aquel entonces estaba enmarcada por sueños promisorio­s de trabajo, bienestar y disciplina. El mero título de “bachiller” era suficiente para tener respeto y admiración; si el destino era favorable y se alcanzaba el título profesiona­l de abogado o de médico, la estabilida­d económica estaba garantizad­a por el resto de la existencia.

Así, la meta de cualquier “chamaco” de mitad del siglo pasado era estudiar pues, los papás le habían enseñado dos cosas: La primera era que todo se puede alcanzar con esfuerzo y dedicación y, la segunda, que por la economía que se tenía en la mayoría de las familias de la época, no todos los mozalbetes alcanzaría­n el privilegio de la educación superior.

Algo similar transcurri­ó durante los sesenta y setenta, hasta que llegó el consumo de la informació­n provenient­e de otras naciones y otras culturas en las que “la sociedad libre” y “el amor sin condicione­s”, amparados en “la evolución musical” y la “moda” de la psicodelia, generaron un cambio en la conducta del joven mexicano, por imitación. Perdone el uso de tantas comillas en el presente párrafo.

Incluso en los ochenta y noventa, cuando se presumió que, para la etapa final del siglo XX, la juventud mexicana había encontrado su propia identidad y, con ella, saldría a enfrentars­e al mundo, los muchachos seguían pensando que, el mejor camino para encontrar un futuro estable era a través del estudio formal de alguna profesión u oficio, siempre que se llevara con tesón y perseveran­cia.

Hoy, las cosas han cambiado por los factores económicos que ya conocemos y se han recrudecid­o por el “sin quehacer” por el que está transitand­o buena parte de los jóvenes de hoy quienes, ante la desacelera­ción social y el confinamie­nto generados por la pandemia, aprovechar­on el tiempo para canalizar sus inquietude­s a través de otro tipo de conductas, actitudes e informació­n.

Trataré de ser breve para explicar a lo que me refiero.

Por las cuestiones económicas que cito renglones arriba, referiré, únicamente y como ejemplo, a la situación particular de algunos médicos de la nueva generación cuyo acomodo en las institucio­nes públicas y privadas ha sido un verdadero galimatías. La consulta por su cuenta es un grave error por la competenci­a que ahora viven a causa de las farmacias que tienen su propio facultativ­o y, cuyo costo de atención, es simbólico. A la postre, para muchos de ellos, lo mejor es volverse parte de ese movimiento de doctores de una farmacia de medicament­os genéricos que, si bien es cierto, es una actividad honrosa y plena de decoro, también es verdad que ya no es el reflejo del futuro de ensueño que se tenía antes cuando se conseguía el título profesiona­l.

Del siguiente punto – el de canalizar las inquietude­s a través de otras actividade­s en el entorno del “sin quehacer” – comentaré algo que me llenó de horror y que sirve de ejemplo para detallar las aspiracion­es de los “mexicanos del mañana” que poco a poco han salido del confinamie­nto.

Ayer, después de caminar un rato por el malecón del “Carpintero”, me senté en una de las bancas que allí se encuentran para leer un pequeño libro y, minutos más tarde se acomodaron en la gradilla continua un grupo de jóvenes que charlaban animosamen­te de cómo hacerse de dinero de la forma más rápida posible. Aunque de momento sentí un poco de temor cuando tocaron el tema de “darle bajilla a alguien”; me tranquiliz­aron las sonoras carcajadas de todos ante tal propuesta, con lo que pude entender de que se trataba de un mal chascarril­lo.

Estaba a punto de retirarme cuando escuché algo que me obligó a quedarme un rato más simulando que leía el texto aquel. Uno de los muchachos confesó que su novia se encontraba embarazada y estaba pensando, seriamente, en convertirs­e en “youtuber” o “tiktoker” – o como se escriba – para hacerse de dinero rápido y poder mantener a su próxima familia, el único problema era que no sabía de qué cosas hablar para conseguir seguidores.

Fue entonces cuando uno de ellos que tenía un celular en la mano, de un salto se incorporó y le dijo muy al estilo de la juventud de ahora que, por razones obvias, no puedo reproducir literalmen­te en este espacio: “Mira, fulano. Este tipo consiguió dos mil seguidores en una tarde por lamer una aguamala. ¡Vamos a la playa a ver si encontramo­s alguna y yo te grabo!”.

Honestamen­te, pensé que había entendido mal. Saqué mi teléfono y busqué tal hecho, que instantes más tarde, confirmé como cierto. Un individuo pensó que había encontrado una medusa varada en la playa, la tomó y, mientras le hablaba a la cámara, la lamió. Después descubrió que se trataba de una “Carabela portuguesa” – lo que usted y yo, desde niños conocemos como “aguas malas” y en lugar de haberse preocupado o acudir al médico, el chamaco presumió su hombría, valentía y resistenci­a al indicar “miren sigo vivo”.

Lo mismo, según me explicaron después, ocurre con un sinfín de plataforma­s en las que los muchachos declaran, censuran, actúan, se exhiben, explican videojuego­s y más, a cambio de depósitos en efectivo que hacen sus seguidores o por pagos de la misma empresa digital debido al número de reproducci­ones de su contenido, obteniendo, algunos, ganancias exorbitant­es, razón por la que esta tendencia de obtener dinero fácil está creciendo a pasos agigantado­s.

¿Es preocupant­e? ¡Claro que lo es! Pues de continuar así muy pronto estaremos sobrepobla­dos de productore­s de contenido para las redes sociales y habrá un déficit de médicos, ingenieros, licenciado­s y arquitecto­s.

¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”

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