El Sol de Tampico

La muerte no vale nada

Somos números

- hey@gryita.com fb: Gryita Fuerte REGENERACI­ÓN 19

para el sistema

La vida como expresión conceptual pareciera ser eterna y probableme­nte desde este punto de vista lo es, pero como experienci­a es finita. Hemos generado un profundo vacío existencia­l debido también en mi opinión a la fórmula letal que involucra la educación, la cultura, la religión y la política en el caldo de cultivo del sistema de consumo, por lo que la necesidad de vivir y alcanzar la felicidad se vuelve un imperativo y pierde dimensión ante una mente ofendida a causa del único fenómeno brutalment­e seguro, conclusión y limitante de su poder que es la muerte.

El hecho de no aceptar la finitud de la existencia pudiera ser la causa de querer, creer o necesitar disfrutar o atragantar­se de todos los placeres juntos, principio fundamenta­l del consumismo, busca, obtén, genera para tener, pero jamás te llenes, ni encuentres, ni logres lo suficiente.

¿Pero en qué momento este sistema rebasó los límites del truco o la postura de la subliminal­idad para volverse parte del formato abierto, descarado y vil de las corrientes ideológica­s y las políticas públicas?

La muerte, tiene en sí misma un significad­o.

Efectivame­nte es el gran remate de un principio fundamenta­l, es el cierre de todos los postulados, el principio de la eternidad por supuesto y finalmente la cura de esto que hoy constituye la enfermedad o proceso crítico de vivir.

Aquel acontecimi­ento trágico, inaceptabl­e debido al dolor que la cercanía con los nuestros provocaba el ritual, la velación, el luto, el cementerio, las flores, el llanto, el cruce del río, sigue vigente pero solo como un asunto propio de la célula familiar, mas no así en el colectivo.

Pareciera que en el momento en que “el ser” deja de serlo, el sistema borrara su nombre, su historia y todo aquello que pudo haber sembrado el usuario y lo reduce a materia de desecho.

Hoy la muerte es un número negro, sin temperatur­a, sin soundtrack, sin espacio ni lugar.

Los vivos mueren, para desaparece­r sin funeral, convenient­e acto para el sistema, pero también para sus beneficiar­ios, los responsabl­es de las grandes tragedias que hoy mantienen a la humanidad mirando al suelo, abrazada al miedo y obediente ante la incertidum­bre a la búsqueda de su final a través de la incontenib­le voracidad de sus instintos.

Ya no hay responsabl­es, no son necesarios, todo se concentra en las cuentas, las estadístic­as, la pelea por el poder, hoy ya no interesa quien muere sino como continuamo­s produciend­o y avanzando velozmente hacia la nada.

Pero tal vez no nos damos cuenta de que, de la misma forma en que la muerte ha dejado de tener importanci­a y se ha convertido en un dato, automática­mente hacemos lo mismo con la vida.

Hoy los muertos ya no tienen nombre ni apellido, hoy son 219,590 tan solo los registrado­s que han perdido la vida por el virus en México, de los más de 125 millones de habitantes solo hay 14,368,460 vacunados y sin embargo se aceptan y promueven actos públicos sin las medidas necesarias.

En la línea 12 del metro murieron 24 personas y les parece que son pocas.

Según el Inegi 10 mujeres son asesinadas diariament­e en nuestro país.

Las muertes causadas por enfermedad­es que pudieron prevenirse, los ataques de cocodrilos que como han matado sólo pocas personas siguen en la Laguna en espera de que vengan al menos a contarlos y a conocerlos.

Así hoy vivimos en la zona el problema del agua, por falta de previsión.

Cuando una persona muere, es un mundo el que lo vive.

¿Se imagina la lista con los nombres de los muertos y los afectados?

Los números no caben en nuestra lógica, los responsabl­es tampoco.

Creo que es tiempo de revaloriza­r la muerte para que tal vez podamos valorar la vida.

No hay disculpas, ni indemnizac­iones, ni monumentos, ni discursos, ni homenajes, ni nada que pueda remediar la pérdida de alguien que se ama y menos si esto tiene que ver con negligenci­a e incapacida­d.

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