El Sol de Tampico

El miedo no anda en burro

Le decían “La Biblia, no sé por qué, era mecánico y quizá el apodo era porque sabía todo lo relacionad­o con autos o camiones, vivía solo en su propio taller, no se le conocía familia y era poco para hablar de sí mismo.

- Armando Juárez Becerra armando_juarezbece­rra@hotmail.com

Tampoco nunca supe cómo se llamaba y más bien le conocía por su largas piernas que salían debajo de algún auto en reparación, empantalon­adas en un sucio traje como de ferrocarri­lero con tirantes y pechera y salvo las noches que salía a asomarse a la ventana del piso alto donde vivía y tenía el taller, pocas veces se le veía la cara, salvo cuando tenía que atender a un cliente, allá de vez en cuando, porque carros no había muchos en el pueblo.

Sin embargo, llamó la atención aquella semana en que ni siquiera abrió las puertas del taller y un viernes por la noche, después de una tormenta terrible que azotó al pueblo, el aire abrió la ventana de madera donde se asomaba a veces “La Biblia”, dejando ver una macabra visión.

De una soga atada a las vigas superiores colgaba el cuerpo inerte de la “La Biblia”, quien con el empuje del viento se balanceaba en una tétrica danza de vueltas, avances y columpios sombríos que ante el manto de la negra y tempestuos­a noche, hacían temblar al más valiente de los moradores del pueblo.

No hubo recado póstumo, nada se supo de qué fue lo que orilló a “La Blblia” a escapar por la puerta falsa, se sabía que era un suicidio porque las trancas de la puerta de entrada y del taller estaban puestas por dentro, no había delito que perseguir.

Sin embargo, esa misma semana llegaron al pueblo varias personas que se dijeron familiares de “La Biblia”, quienes después de enterrarlo en una fosa donada por el Ayuntamien­to y en menos que canta un gallo se llevaron todo lo llevable, De dónde salieron tampoco nadie no lo sabe, salvo los empleados de la oficina encargada de esos asuntos.

Poco a poco se fue olvidando aquel fatal desenlace de la vida de “La Biblia”, sin embargo, comenzaron a surgir rumores de que por las noches oscuras al pasar por el lugar de los hechos, de repente se abría la ventana superior del taller sin que soplara el viento y en imágenes rápidas, como en película de terror, se veía el cuerpo de aquel infeliz mecánico, meciéndose cual fardo inerte.

Yo tendría unos diez años de edad y me gustaba ir al cine por la tarde y el paso obligado a la salida ya oscurecido rumbo a la casa, era la ventana del terror.

Cuando pasaba por ahí, sentía que los pelos de la cabeza se me erizaban como puercoespí­n y un sudor frío recorría mi cuerpo aun cuando la noche era fría.

Procuraba ver hacia el lado contrario, pero en las ventanas de enfrente se reflejaba la figura colgante y era entonces que comenzaba a caminar como Cantinflas, apretadito, apretadito, para evitar alguna desgracia húmeda.

A veces hasta pensaba que “La Biblia” venía tras de mí arrastrand­o la soga sujetada al pescuezo y entonces sí, a correr como loco las cuatro cuadras que me faltaban para llegar a la salvación del hogar.

P.D.El miedo no anda en burro, dice el populacho…..Y yo también.

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