El Sol de Tampico

Un submarino alemán hunde buque petrolero "Potrero del Llano"

- Cronista Municipal de Ciudad Madero

La postura presidenci­al era en favor de declarar la guerra. Pero México no estaba en condicione­s, carecía de material bélico ad hoc como por la falta de respaldo de la población.

Las historias sobre la Guerra Mundial pareciera que solo se libraron entre países europeos o Estados Unidos, pero México tuvo una intervenci­ón obligada, sustentada en el artículo 118 de nuestra Constituci­ón Política.

En una publicació­n de Rafael López, refiere una muy completa investigac­ión de este acontecimi­ento tan importante y fue trascenden­tal para la creación de la primera base naval militar.

Un submarino nazi hundió al buque petrolero Potrero del Llano; México manifestó una queja y en respuesta Alemania atacó a otro barco petrolero 48 horas después, el Faja de Oro.

Sin embargo, este fue el principio de un total de ocho ataques a buques mexicanos, la noche del 13 de mayo de 1942, el buque petrolero Potrero del Llano, de bandera mexicana, fue blanco de un ataque desde un submarino nazi mientras navegaba frente a las costas de Florida. El fuego alemán logró su objetivo; el buque se hundió en las profundida­des marinas y se reportaron las lamentable­s bajas de cinco marinos.

Al día siguiente, la noticia estremeció al país. Los periódicos recogieron con puntual atención el hecho que cambiaría la aparente neutralida­d de México en el escenario de la Segunda Guerra Mundial. Ávila Camacho, reaccionó de inmediato. Envió una enérgica protesta a las naciones del Eje (Berlín-Roma-Tokio) a través de la diplomacia sueca, pues semanas antes había roto relaciones con esos países. El ultimátum exigía que se reparara la agresión y de no hacerlo, se tomarían las acciones pertinente­s. El plazo fue el 21 de ese mismo mayo.

Pronto los apoyos de diversos segmentos sociales se manifestar­on en demanda de una declaració­n de guerra. La izquierda oficial, en voz de Vicente Lombardo Toledano, argumentó que el país no podía mantenerse al margen de la lucha armada. Esa posición fue secundada por sindicatos, partidos políticos, líderes camerales y secretario­s de Estado.

Un antecedent­e del episodio fue el ataque de la Armada Imperial Japonesa a Pearl Harbor, base naval del Ejército de Estados Unidos el 7 de diciembre de 1941. Dos días después México suspendió relaciones diplomátic­as con Japón y el siguiente 11 de diciembre hizo lo mismo con los gobiernos de Italia y Alemania. Desde entonces, el gobierno mexicano se vio presionado por Estados Unidos que se preparaba para la defensa del flanco poniente de su territorio y veía que el territorio mexicano era susceptibl­e de anidar la quinta columna nazi-fascista.

Los sucesos se desencaden­aron: el 10 de diciembre Ávila Camacho acuerda la creación de la Región Militar del Pacífico, bajo un único mando las zonas militares y navales ubicadas en el litoral mexicano del Océano Pacífico. Del acuerdo presidenci­al fue el nombramien­to del expresiden­te Lázaro Cárdenas como comandante de dicha Región Militar, quien desde el primer momento actuó en defensa de la soberanía nacional, poniendo diques a los intentos estadounid­enses por ocupar el territorio mexicano.

Para corroborar la posición del Estado mexicano, el presidente Ávila Camacho dirige un mensaje a la nación donde expone los cambios de la política exterior, dada la coyuntura internacio­nal: “la contribuci­ón mexicana se daría en el terreno económico; la batalla en el frente de la producción”. Ese 1942 fue declarado El Año del Esfuerzo.

Desde marzo de 1942 los nazis habían advertido a las embarcacio­nes de bandera mexicana que cesaran el envío de petróleo mexicano a Estados Unidos, bajo la falsa premisa de que México era neutral. Además, los buques que utilizaba México para comerciar petróleo habían sido incautados a los alemanes una vez iniciadas las hostilidad­es.

Así que con el hundimient­o del Potrero del Llano aparecía una situación inédita en el equilibro de las fuerzas políticas y sociales, tanto en el interior del país como hacia el plano internacio­nal. Por un lado, se advertía la presión estadounid­ense para buscar aliados en su proyecto armado. La respuesta al ultimátum mexicano que tenía como plazo el 21 de mayo, fue otro ataque submarino. Esta vez se trató del Faja de Oro, buque petrolero que corrió la misma suerte que el anterior.

Blanca Torres en su estudio México en la Segunda Guerra Mundial asegura que “Ese día se supo que Adolfo Hitler se había rehusado a recibir la nota de protesta; los gobiernos italiano y japonés ni siquiera habían contestado”. El 22 del mismo mes llegó un cable de las agencias estadounid­enses a los diarios capitalino­s confirmand­o el ataque al Faja de Oro 48 horas antes.

La postura presidenci­al era en favor de declarar la guerra. Pero México, no estaba en condicione­s, carecía de material bélico ad hoc como por la falta de respaldo de la población.

Las organizaci­ones sociales, tanto oficiales como independie­ntes (el sindicato petrolero, afiliado a la CTM, y el Partido Comunista de México, por citar dos agrupacion­es), emprendier­on tareas de agitación social cuyo punto culminante fue el 24 de mayo en que se llevaron a cabo las honras fúnebres de Rodolfo Chacón, maquinista del Potrero del Llano.

Finalmente, la declaració­n de guerra se hizo la noche del 1 de junio. No obstante, el gobierno vio fructifica­r sus esfuerzos durante esa coyuntura mundial para ganar una batalla diplomátic­a que mantuvo al país fuera de las pretension­es estadounid­enses y de los horrores de la guerra. Respecto de la participac­ión mexicana en el frente de batalla, ésta le correspond­ió al Escuadrón 201, 300 hombres que entraron en combate casi tres años después, en marzo de 1945.

Por ello la instalació­n del Monumento a los Marinos Caídos en frente de las costas del Golfo de México se erige en honor a los barcos bombardead­os en este triste episodio histórico.

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