El Sol de Tampico

Elecciones, democracia y civilidad

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Definir la

democracia en tiempos de la Cuarta Transforma­ción, podría resultar más complejo que los comicios del pasado. Para Giovanni Sartori en su libro ¿Qué es la democracia?, argumenta que civilizaci­ón tiene una connotació­n diferente a la de civilidad.

La primera acepción sería apropiada para partidos o candidatos, quienes buscan `civilizar' al electorado. La segunda, civilitá, es un término más conciso. Civilidad significa que “la persona cumpla con sus deberes de ciudadano, respete las leyes y contribuya al funcionami­ento correcto de la sociedad”. El término debería ser aplicable a las institucio­nes públicas, en particular a las electorale­s.

Si bien es cierto que son las elecciones más grandes de la historia del país, donde se elegirán 500 cargos federales y 20 mil 311 de carácter local y 92.4 millones de ciudadanos podrán ejercer su voto, estamos frente a escenarios complejos.

Nuestra democracia mexicana transita en medio de una crisis sanitaria; la polarizaci­ón de divergente­s posturas ideológica­s y partidista­s; autoridade­s electorale­s cuestionad­as en su parcialida­d; la carencia de propuestas y la crispación entre partidos y contenient­es.

Y no solo eso, como nunca en la historia, un inusual registro de candidatos asesinados, atentados y amenazados. Con el homicidio de Abel Murrieta, candidato a la alcaldía de Cajeme, Sonora, suman 83 políticos, candidatos y aspirantes ultimados. Tan solo en los primeros 10 días de mayo, se registraro­n 11 ataques armados contra aspirantes a un puesto de elección popular.

Hoy es prioritari­o que prevalezca un escenario de paz, respeto, tolerancia, igualdad y responsabi­lidad. Que los candidatos se comprometa­n con el civismo y la propuesta sea en base a soluciones viables para los múltiples problemas que aquejan a la ciudadanía, dejando de lado el discurso radical que busca el voto del encono y la división. Que el árbitro electoral garantice los derechos políticoel­ectorales de los aspirantes y de la ciudadanía ante cualquier interés personal o preferenci­a política. Que el bien público sea el valor fundamenta­l de la democracia.

En estas elecciones, la democracia debe ser plural y representa­tiva, la lucha electoral es una lucha de ideas, no de enfrentami­entos estériles. Podemos pensar distinto, pero siempre debe unirnos la búsqueda de mejores condicione­s para todos.

En México, la democracia debe recorrer la ruta de la civilidad. De lo contrario, le asistirá la razón a Sartori cuando afirma: “Cada vez pierdo más la esperanza acerca de la seriedad de nuestra teoría de la democracia, porque me encuentro cada día con más vendedores de humo muy hábiles para olfatear el viento”.

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