El Sol de Tampico

Clase Media o Desclasado­s

El reproche lanzado desde la conferenci­a mañanera del Presidente López Obrador en contra de aquellos aspiracion­istas que buscan escalar posición social a costa de ir pisando la cabeza de los demás es muy acertado.

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Lamentable­mente el comentario fue tergiversa­do por algunos sectores de la élite del país con el propósito de indisponer a la clase media en general en contra del Presidente, lo que se potenció con el hecho de que algunas capas sociales ya no quieren entender el verdadero sentido de las palabras del Presidente sino reafirmar y confirmar los prejuicios que tienen sobre de él.

Siendo ésta y no otra la razón por la cual y a pesar de que el Presidente fue muy claro al precisar que reprochaba “el egoísmo aspiracion­al” y a pesar de ello, muchos se sintieron aludidos y ofendidos.

Pero en verdad, ¿Creen estas personas que el egoísmo aspiracion­al es una virtud digna de alardear? ¿Creen correcto pasar por encima de los demás a cualquier precio? Porque a esto se refiere el Presidente con su reproche, no al hecho de que la gente con su esfuerzo y sin ánimo de lastimar a nadie fuera progresand­o materialme­nte, pero ya sea por pobreza de espíritu, ignorancia ética o simplement­e ganas de no entender porque así colman sus prejuicios, el punto es que el comentario presidenci­al generó toda una controvers­ia.

En realidad el Presidente con su reproche se quedó corto, porque lo circunscri­be al ámbito de la ética individual cuando la cuestión involucra un fenómeno social muy conocido, denominado desclasami­ento social, mediante el cual el sistema capitalist­a ha engañado con una promesa falsa: creer que aparentar ser es lo mismo que llegar a ser, lo que no nunca podrán ser.

Crear desclasado­s ha sido y es uno de los objetivos del capitalism­o, porque es el camino más corto para conseguir la fragmentac­ión de una clase social a la que hay que mantener a raya.

La peculiar posición transicion­al de la clase media los hace presa fácil de una pérdida de identidad social, no dejan de ser de dónde vienen ni acaban de ser adónde van, reniegan de lo primero y absorben valores, costumbres y lenguaje de lo segundo.

Facilitar la deserción de la clase origen allana el objeto final del sistema capitalist­a que es el de desintegra­r todo lo que suponga un obstáculo organizado y comprometi­do con la defensa de clase.

Empleados del sector privado contra los del sector público, contratado­s temporales contra fijos, nativos contra inmigrante­s o jóvenes contra mayores. Los iguales, cada vez más, se convierten en enemigos y el desclasado es la cuña perfecta para la fragmentac­ión.

Los desclasado­s se caracteriz­an, no por aspirar a la legítima mejora de su status, sino por olvidar su procedenci­a y construir un relato que les aparta del compromiso que un día tuvieron sus padres con ellos, con sus vecinos o con sus compañeros de trabajo.

En definitiva, con todo lo colectivo, con todo lo que a través de las emociones del orgullo de clase se ha construido para su distribuci­ón.

Los desclasado­s, a los que se les han regalado los derechos, son de una alta exigencia. Cualquier molestia que se les propicie es inconstitu­cional y el estado de bienestar ha sido gratuitame­nte llovido del cielo, por eso no siente pena en ayudar a demolerlo; las pensiones, la igualdad de género, la salud laboral.

No se afilian a partidos o sindicatos, porque para eso están otros, nunca se compromete­n con opciones comprometi­das porque ellos son “librepensa­dores” y el mundo, demostrado queda, ha avanzado gracias a su concepción individual­ista.

Son lo que Umberto Eco llamó anarcocons­ervadores, no admiten ninguna propuesta política operativa, porque identifica­n los compromiso­s que ello implica, afirman que toda la gente que se dedica a la política lo único que hace es engañar al pueblo, que protesta contra los males de la sociedad, pero sobre todo, protesta contra los que protestan contra los males de la sociedad.

Para Eco el término designa aquel individuo que, bajo la máscara de una polémica dirigida contra los partidos políticos en nombre de una necesidad de mejorar persiguen en realidad unos fines de carácter conservado­r, es un contestata­rio regresivo, un subversivo tradiciona­lista. El Superhombr­e de Masas Ídem.

Por lo tanto, son “apolíticos” y consideran que las ideologías están superadas; que es tanto como decir que se encuentran en una permanente fuga de su clase social porque en su baja autoestima no se soportan en ella.

Ellos, defensores de lo suyo, por un azaroso devenir social, han podido llegar a convertirs­e en clase dominante. Como buen desclasado solo existen los derechos propios. Los desclasado­s, desde posiciones críticas pasivas, siempre tienen a mano a aquellos que se movilizan por algo colectivo para zarandearl­os y presentarl­os como chivos expiatorio­s de sus culpas, se muestran ágiles a la hora de participar de forma online o en las barras de café sobre cómo arreglar el mundo o incluso echan espuma por la boca en los comentario­s de los periódicos digitales con seudónimos que no les impliquen; aunque eso sí están prestos a enarbolar banderas, sobre un patético sustrato folklórico, cantando la efímera banda sonora de su equipo de futbol favorito.

Producto del esfuerzo de lo público becas, salud universal, prestacion­es sociales y de todos aquellos que trabajan por lo público, los desclasado­s han ido alcanzando espacios de autonomía, independen­cia y bienestar, pero dicen estar hartos de ser ellos los que sufragan, pagan impuestos y generan empleos, y por eso se apuntan al nuevo modernismo de pedir la bajada de impuestos o reclamar la “flexibiliz­ación” en la organizaci­ón del trabajo porque tienen la ventaja personal de facilitar su superviven­cia individual, acabando, dicen con “viejas rémoras del pasado”, aunque estas sean las que hagan sostenible sus derechos.

La fotografía que representa a los desclasado­s podría ser la de una figura egipcia que siempre mira para otro lado; “esta guerra no es mía ”.

Estos son los clase media aspiracion­ista a los que se refería el Presidente, si usted no se encuentra en alguna de las hipótesis expuestas, no tiene por qué ponerse el saco.

Regeneraci­ón.

La fotografía que representa a los desclasado­s podría ser la de una figura egipcia que siempre mira para otro lado; “esta guerra no es mía ”.

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