El Sol de Tampico

La lucha sigue

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Este miércoles 18, en la Plaza de la Democracia en la ciudad de San Luis Potosí, se conmemorar­á el trigésimo aniversari­o de la muerte del doctor Salvador Nava Martínez, un demócrata que no militó en partido político alguno.

El oficio reporteril llevó al escribidor a conocer al doctor Nava a mediados de los años 80 del siglo pasado. Nava mantenía una desigual lucha, como todas las que encabezó, contra la prepotenci­a y la arrogancia del gobernador Carlos Jonguitud Barrios, quien se obstinaba en hostigar y ahorcar al ayuntamien­to democrátic­o, popular y plural de la capital potosina.

Contra todos los pronóstico­s, como siempre, Nava ganó. Logró lo que en justicia le pertenecía al ayuntamien­to que encabezaba. Consiguió algo que ahora muy pocos saben: una reforma a la Ley de Coordinaci­ón Fiscal, que estableció que las participac­iones federales deben ser entregadas directamen­te y en efectivo a los municipios, para evitar maniobras políticas de los gobernador­es contra las alcaldías incómodas.

En 1983, Nava fue alcalde en su ciudad por segunda vez; lo había sido entre 1958 y 1961. Nadie puede presumir de haber derrotado oficialmen­te al PRI en dos ocasiones; ni de que sus luchas políticas hayan provocado la caída de tres gobernador­es (Manuel Álvarez en 1958; Florencio Salazar, 1987; y Fausto Zapata, 1991). Años antes, él y su hermano Manuel habían desafiado desde la universida­d local al cacique Gonzalo N. Santos.

El doctor Nava nunca fue candidato partidista. Lo fue siempre en coalicione­s políticas amplias, basadas en organizaci­ones civiles como el Frente Cívico Potosino (FCP) -uno de cuyos orígenes fue la defensa de los contribuye­ntes frente a la autoridad municipal- a las que se sumaron los opositores más importante­s (panistas, comunistas, sinarquist­as, demócratas sin partido, intelectua­les y obreros, mujeres, muchas mujeres). Así aceptó sus candidatur­as: dos a la presidenci­a municipal y dos a la gubernatur­a.

Nava gozaba de la confianza de sus conciudada­nos. ¡Viva Nava! fue un grito de protesta política por más de 40 años en San Luis Potosí, estuviera él o no. Y a veces se gritaba desde la clandestin­idad por temor.

La lucha por la gubernatur­a en 1961 terminó con un fraude electoral en el que el Ejército requisó las urnas. Nava y muchos de sus seguidores fue acusados lo mismo de comunistas que de reaccionar­ios, de homicidio, de asociación delictuosa, de acopio de armas, de incitación a la violencia, (aunque ciertament­e no de traidores a la patria). Fueron llevados al entonces temible Campo Militar número 1 y luego a la cárcel de Lecumberri.

Nava siempre se definió como un médico de pueblo en el que confiaban sus conciudada­nos. Nunca aceptó etiqueta ideológica alguna. Siempre candidato de coalicione­s electorale­s amplias. Tampoco aceptaba ser caudillo, ni siquiera líder. Fue un simple demócrata, que ejerció el poder y también la oposición con honestidad y dignidad. Cumplía con los compromiso­s (no promesas) que había hecho en sus campañas. Uno tan sencillo como es la que hoy llaman transparen­cia y que consistió en pegar mensualmen­te las cuentas de los ingresos y egresos del municipio en las mamparas públicas.

Hoy, la desdibujad­a oposición debería conocer el legado democrátic­o del doctor Nava para poder pensar en las elecciones de 2024. Cierto, no encontrará a un candidato como él, pero sí puede postular a alguien que se dedique a cumplir los compromiso­s concretos (no promesas) que se hagan durante la campaña, plasmados transparen­temente en un documento que conozcan todos los electores. Contra lo que muchos creen: la lucha por la democracia sigue, hoy más que nunca. La democracia no se agota en la emisión del voto y su reconocimi­ento.

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