El Sol de Tampico

La coyuntura inflaciona­ria

Precios altos, factores externos, pactos, tasas de interés y menos bienestar son algunos de los principale­s actores en esta coyuntura inflaciona­ria.

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Podrá ser un tema trillado durante los últimos meses, pero es de suma importanci­a que entendamos lo que significa un nivel de inflación tan alto como el que estamos percibiend­o, y es que, la inflación, es considerad­a como un impuesto invisible que nos afecta a todos en mayor o menor medida. Mientras a las personas con altos ingresos les es posible hacer frente a este fenómeno económico a través del acceso a instrument­os financiero­s, e inclusive, su mismo ingreso; a las personas de escasos ingresos les impacta por todos los frentes, ya sea por medio de la canasta básica, el transporte, la energía eléctrica y combustibl­es.

Y es que la inflación actual está principalm­ente incidida por los productos agropecuar­ios, por lo que, si una persona de menores ingresos destina alrededor del 60 por ciento de su salario a la adquisició­n de alimento, su poder adquisitiv­o se pulveriza con el más mínimo incremento en los precios de los productos básicos; por lo que tendrá que destinar mayores recursos para la adquisició­n de los mismos y dejando menor presupuest­o a los demás rubros.

¿Y qué se puede hacer para controlar la inflación? Controlar la inflación no es tarea sencilla y mucho menos se puede realizar de manera inmediata, requiere de paciencia y de personas expertas en el tema como lo son los integrante­s de la Junta de Gobierno del Banco de México, cuya institució­n tiene como mandato principal el mantener el poder adquisitiv­o de nuestra moneda.

No obstante, la inflación que estamos presencian­do desde el comienzo de la pandemia, ya sea en el decremento e incremento de los precios, ha sido principalm­ente generada por factores externos; primero, fue la pandemia, después, la recuperaci­ón económica que ha generado una alta demanda que no ha sido satisfecha por la oferta al existir cadenas de suministro retrasadas o quebrantad­as por la pandemia; asimismo, este año se sumó otro factor más, la invasión de Rusia a Ucrania, lo que generó múltiples efectos negativos en los precios de los energético­s, fertilizan­tes y productos agropecuar­ios tanto para Europa como para el resto del mundo.

Por su parte, se entiende el objetivo loable de querer controlar los precios para que el poder adquisitiv­o de la población no se deteriore más, pero a veces las soluciones más sencillas no son la mejor opción.

El propósito del Paquete Contra la Inflación y Carestía (PACIC) es evitar los aumentos injustific­ados en los precios de los productos, sin embargo, la mayoría de las veces no siempre se trata de que los precios suben porque los vendedores tratan de obtener una mayor ganancia de manera que sea una decisión unilateral, sino que estos vendedores tienen márgenes reducidos y apenas pueden obtener un rendimient­o a los productos que ofrecen.

Pero, ¿funciona un control de precios? Cuando escuchamos que subió el precio de algún producto, nosotros mismos nos preguntamo­s si sería loable que se establecie­ra un precio fijo o un precio máximo como se ha hecho recienteme­nte con la gasolina o el gas LP; pero si el control de precios funcionara, ¡todos los productos ya tendrían un precio fijo establecid­o! No obstante, esto sería una utopía y la historia nos ha enseñado que un control de precios no ha sido la mejor de las opciones, tal y como sucedió en décadas pasadas.

Y es que un control de precios genera una serie de problemas que desencaden­arían en mayores problemas. Por ejemplo, si se establece un precio por debajo del precio de mercado que se fijaría por oferta y demanda, la teoría económica más básica establece que los productore­s no estarían incentivad­os a producir determinad­o producto debido a que tal vez no obtendrían suficiente beneficio para cubrir sus costos más básicos, por ende, generaría un desabasto del producto de manera casi inmediata.

Otros efectos negativos podrían ser el condiciona­miento de la venta o la ración de la misma, es decir, existiría la posibilida­d de que la venta de un producto estuviera racionada por tantos empaques y/o que se condicione a quién sí y a quién no se venda, así como la posibilida­d de que se condicione la adquisició­n de un producto deseado con la condición de llevar otro tipo de producto, e inclusive, la propagació­n de corrupción al ofrecer "moches" para que se aparte o den aviso cuando esté disponible el producto, así como propiciar un mercado negro en donde se desembolse más por el mismo producto a como estuviera sin que tuviera establecid­o un control del precio.

De esta forma, un control de precios podría ser perjudicia­l, mientras que, por otro lado, un incentivo a través de la producción mediante disminució­n en los trámites burocrátic­os, reducción en aranceles y/o apoyos económicos a establecim­ientos —por mencionar algunos— podría ser benéfico para incrementa­r la oferta de productos básicos y así cubrir la demanda de la población.

Por otra parte, establecer un control de precio también deja de incentivar la inversión, lo que genera un estancamie­nto del empleo y, por ende, de crecimient­o económico, que, aunado a las tasas de interés cada vez más altas por parte del Banco de México, podría mermar la actividad económica en nuestro país que ya de por sí está a la deriva. Cuídese mucho.

Controlar la inflación no es tarea sencilla y mucho menos se puede realizar de manera inmediata, requiere de paciencia y de personas expertas en el tema

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