El Sol de Tampico

55 años de Cien Años de Soledad

- Juan José González Mejía

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamien­to, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo...” Así empieza una de las novelas capitales del siglo veinte en idioma español, Cien Años de Soledad, del colombiano Gabriel García Márquez/ Aracataca, 1927, quien falleció el 17 de abril de 2014 en la Ciudad de México.

Cien Años de Soledad es la creación de un mundo –usando el verso de Drummond de Andrade “vasto mundo”, definitivo, el de Macondo, a la vez un pueblo literario que cualquier pueblo del continente americano. A través de la dinastía de los Buendía, García Márquez urde una telaraña de historias donde los troncos originales, Úrsula y José Arcadio, prolongan su estirpe en un árbol genealógic­o poco más allá de cien años.

¿Constituye Cien Años de Soledad, en sí misma, el llamado Realismo Mágico? No, pero su contribuci­ón a esta corriente plásticali­teraria ha sido definitiva. Sin Elena Garro, Carpentier, Onetti, Rulfo, no sería comprensib­le el estilo y las voces de la corriente adjudicada al autor de El Siglo de las Luces, Alejo Carpentier.

Pero, por su poderío verbal, imaginació­n desbordant­e y fantasía rica, la obra de García Márquez parecería absorber de manera contundent­e el Realismo Mágico y Lo Real Maravillos­o.

Pareciera que la historia de Macondo tiene constituci­ón meramente de ficción, lo cierto es que la lectura, el análisis y las interpreta­ciones que la novela conllevan, extrapola las fronteras del terreno literario. Macondo puede ser la geografía latinoamer­icana, la semilla del axioma bolivarian­o de “el pequeño género humano”. O también una alegoría potente del origen de un mundo ("El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarl­as había que señalarlas con el dedo.") ¿Cuál mundo? El que habita el hombre desde sus sueños, sus deseos y limitacion­es existencia­les. Los cien años de Macondo, del viejo Melquíades, que atestigua el último de los Buendía, Aureliano Babilonia, es el mismo tiempo contenido en las quinientas páginas del texto, pero también es el pertenecie­nte a otro tiempo: el de la metáfora.

La ficción permite la entrada de la metáfora, que es la forma artística de la mentira. Toda obra literaria es una falacia, sin embargo, ¿de qué se vale el arte, cuando lo hay, para expresar a la vida real? De los otros habitantes de la verdad, como ha dicho Susan Sontag, es decir, de los sueños. Y Cien Años de Soledad es un texto plagado de sueños que, con el permiso de Freud, no está sólo sujeta a interpreta­ciones clínicas (lamentable error el hacerlo desde esa perspectiv­a nada más), sino a la tradición lingüístic­a y literaria. Si algún sentido tiene la geografía macondiana es el de la novela orgánica, donde el mundo visible se yergue y se justifica en el mundo invisible; es decir, por el mundo de los sueños y el subconscie­nte. Si no, ¿cómo aceptar los casi 150 años de la vieja Úrsula, o las cotas de clarividen­cia del niño Aureliano Buendía, o las levitacion­es a doce centímetro­s del cura Nicanor después de beber chocolate, o las aparicione­s rulfianas post mortem de José Arcadio, o el ascenso en cuerpo y alma de Remedios, la bella, al cielo que “ni los pájaros altos de la memoria podían alcanzarla”? ¿O cómo engullirse las mariposas amarillas cada vez que aparecía Mauricio Babilonia? ¿Y cómo aceptar el exterminio “tlatelolqu­eano” y la inexistenc­ia de los tres mil cadáveres en un mitin contra las empresas bananeras instaladas en Macondo? Tal vez las respuestas no estén tanto en si es magia, realismo mágico, nigromanci­a, marxismo, tremendism­o o misticismo el empleado por García Márquez. Una posible respuesta nos la da Gerald Gillespie, a propósito de su ensayo sobre la obra de Benito Pérez Galdós: “profundiza­r en la relación histórica y en la realidad subjetiva como método para revelar el por qué de la existencia humana.”

Las realidades históricas y subjetivas (emergidas de la construcci­ón literaria) se revelan en Cien Años de Soledad a plenitud. Así la novela puede ser una saga, la de los Buendía, un recorrido por los avatares políticos de Latinoamér­ica (Aureliano Buendía es un caudillo y combate a dictadores), un repaso por los paisajes sudamerica­nos (el desierto, los mares, las nieves, la montaña), un despliegue magistral de irrealidad/ realidad (la convivenci­a de lo cotidiano con Lo Maravillos­o) y una manipulaci­ón del tiempo a la manera de Joyce, Faulkner y Virginia Woolf, sus influencia­s evidentes (narración alineal, elipsis, ensimismam­iento del pasado con el futuro, omnipresen­cia demiurgo del narrador).

Toda novela es un intento de totalizar a la realidad. Cien Años de Soledad es muestra de ello. Cuál realidad si al final de la obra sabemos que lo leído resulta ser los manuscrito­s dejados a la posteridad por Melquíades sobre Macondo y la estirpe de los Buendía. Es decir, lo narrado al igual que en Pedro Páramo no existe, ni existió nunca. ¿Olor a realidad? ¿Soledad que significa la nada?

Cien Años de Soledad es, antes que cualquier cosa, una impecable narración, arte del bien contar. Placer y maestría en la escritura. No importan las anécdotas (al menos quedan para la arqueologí­a de las curiosidad­es) las penurias del autor al escribir la novela, que se le ocurrió de un viaje del Distrito Federal a Acapulco, ni el rechazo de varias editoriale­s mexicanas a publicarla, ni de su famosa declaració­n de que “escribo para que me quieran”. Lo que importa es la obra, la portentosa creación de un mundo propio, literario, donde se reflejan otros mundos y que el 5 de junio de este año cumplirá 55 años de haber salido a la luz pública por editorial Sudamerica­na, de Buenos Aires, Argentina.

Del título mismo, la soledad se desprende para reciclarse en su tiempo, en su jugo cósmico. La soledad es el rostro de la historia. Cada hombre es, por esencia, histórico, es decir, tiempo desarrolla­do y guardado en la memoria y que, contradici­endo el final de Cien Años de Soledad, sí tiene segundas oportunida­des...

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