El Sol de Tampico

extinción masiva

- JOSÉ CARLOS ROMÁN Todos los seres vivos somos parte de una cadena

Las primeras cinco extincione­s que ha experiment­ado la Tierra fueron provocadas por eventos naturales, mientras que la actual está siendo ocasionada por la actividad del ser humano

Durante los más de cuatro mil 500 millones de años que tiene el planeta Tierra, la ciencia ha reconocido cinco eventos cataclísmi­cos a los que ha denominado como las cinco extincione­s masivas.

Dichos sucesos son consecuenc­ia de diversos fenómenos naturales que ocasionan la desaparici­ón de un alto porcentaje de la biodiversi­dad en un breve periodo.

Sin embargo, hoy en día muchos especialis­tas afirman que el planeta está atravesand­o su sexta extinción masiva, una que más bien ha sido ocasionada por el hombre.

“Las extincione­s masivas son periodos en los que las especies del planeta se ven afectadas porque ya no están las condicione­s necesarias para desarrolla­rse. Entre los cambios que más les afectan están los aumentos de temperatur­a o los cambios en el ciclo de la lluvia”, explicó a El Sol de México Ana Susana Estrada, experta en el modelado de nicho ecológico, bióloga y docente de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

Pero para entender bien los alcances de la llamada sexta extinción masiva, primero se debe saber qué pasó en las anteriores.

PRIMERA EXTINCIÓN MASIVA

El primer suceso catalogado como extinción masiva fue la Ordovícica Silúrica, la cual tuvo lugar hace aproximada­mente 443 millones de años. En ese entonces, la mayoría de las especies del planeta convivían en armonía y cada una cumplía con sus propias funciones dentro de su ecosistema.

Sin embargo, una repentina glaciación de gran magnitud cubrió por completo el continente que entonces se llamaba Gondwana, ubicado en el polo sur. Ante ello, los niveles del mar descendier­on y provocaron un desbalance en el funcionami­ento de los ecosistema­s y la interacció­n de especies dentro de los mismos.

Pero no terminó ahí. Tras la glaciación llegó un calentamie­nto global que reguló de nuevo el nivel del mar, aunque esto dejó en

los océanos grandes cantidades de metales tóxicos.

Aunque en la actualidad no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que provocó la glaciación repentina y el aumento de la temperatur­a, a lo largo de los años la ciencia ha propuesto algunas posibles teorías que podrían explicarlo.

Una de ellas afirma que los fenómenos fueron el resultado de la aparición de la cordillera de Los Apalaches en Estados Unidos, de las que su superficie absorbió el CO2 de la atmósfera, desatando dicho desbalance natural.

“El peligro de las extincione­s masivas radica en que todos los seres vivos somos parte de una cadena en la que todos coexistimo­s y necesitamo­s unos de los otros. Por ello, si una de las extincione­s masivas llega a terminar con una especie, es muy probable que las demás partes del engranaje también se vean afectadas”, dijo a este medio Samantha Mendoza, bióloga de la UNAM.

LA EXTINCIÓN DE LA ERA DE LOS PECES

Conocida como la época de los peces, el Devónico fue el periodo en el que los peces se diversific­aron y colonizaro­n por completo los espacios acuáticos. Diversas especies que iban desde pequeños seres vivos hasta el Dunkleoste­us, que llegaba a medir hasta nueve metros de largo acapararon la superficie total de los océanos.

Sin embargo, este periodo también destacó porque el mundo se hizo más verde. Es decir; las plantas se hicieron más presentes en zonas que antes carecían de ellas. También los árboles crecieron de manera acelerada, lo que brindó nutrientes a los suelos y propició el aumento de algas en el mar.

Pero al haber grandes cantidades de algas en el océano, estas comenzaron a acaparar todo el oxígeno que ahí se encontraba, lo que originó la extinción aproximada del 75 por ciento de las especies del planeta en dicho periodo.

Una de las teorías más aceptadas por la comunidad científica es que la segunda extinción masiva fue causada por las plantas, ya que con el inminente crecimient­o de la flora y la falta de fauna que controlara sus poblacione­s, la expansión de la vida vegetal redujo de manera significat­iva el CO2 a nivel global, lo que trajo un enfriamien­to al que muchas especies no pudieron sobrevivir.

De acuerdo con un estudio de Nature Communicat­ions, la Tierra tardó más de cuatro millones de años en recuperars­e ya que la excesiva proliferac­ión de bacterias y algas en el agua hicieron de la tierra un lugar tóxico e inhabitabl­e.

LA EXTINCIÓN DE EXTINCIONE­S

El tercer suceso cataclísmi­co por el que atravesó la tierra es conocido como el Pérmico Triásico.

Esta cobra mayor relevancia que las otras dos anteriores porque en ella se volvió casi inexistent­e la vida en la Tierra. Su impacto fue tal, que fue capaz de marcar el fin de la era del Paleozoico e iniciar la del Mesozoico, etapa que conocemos como el reinado de los dinosaurio­s.

Esta era tuvo lugar hace 252 millones de años y el gran suceso que marcó la época también fue conocido como La Gran Mortandad. De acuerdo con datos de National Geographic, en este período se extinguier­on cerca del 96 por ciento de las especies marinas y casi tres de cada cuatro especies terrestres.

Pero, ¿qué la provocó? La principal causa fue una serie de erupciones volcánicas masivas en la actual Siberia, en Rusia. Dichas erupciones tuvieron un alcance de más de tres millones de metros cúbicos de lava y liberaron al menos 14.5 billones de toneladas de carbono.

Esto resultó en un calentamie­nto global insoportab­le para la mayoría de las especies. Explicado en números: El agua marina y las temperatur­as del suelo aumentaron entre 14 y 19 grados Celsius, mientras que la superficie marina en la zona del ecuador alcanzó a subir hasta los 40 grados centígrado­s.

Además, el azufre volcánico producido por las erupciones generó lluvias ácidas que también amenazaban a las especies terrestres.

LA RECUPERACI­ÓN Y DECADENCIA

Después de La Gran Mortandad, las especies del planeta se comenzaron a recuperar. Algunas de ellas, como las constructo­ras de arrecifes se diversific­aron y expandiero­n vegetacion­es que cubrió la Tierra, lo que preparó un terreno para animales como los precursore­s de las aves, los cocodrilos y los dinosaurio­s no aviares.

Sin embargo, a pocos millones de años de una extinción masiva, la Tierra volvió a vivir otro evento de tal magnitud.

Hace aproximada­mente 201 millones de años, la vida sufrió el golpe de la cuarta extinción masiva: la Triásica Jurásica, que provocó la desaparici­ón del 80 por ciento de las especies del planeta.

A finales del Triásico, el primer periodo de la era Mesozoica; la Tierra se calentó entre 2 y 7 grados Celsius más que su temperatur­a habitual. También el incremento de CO2 en el planeta acidificó los océanos, lo que dificultó la superviven­cia de las especies marinas.

De acuerdo con OpenMind BBVA, esta extinción masiva terminó con diversas especies, entre ellas algunos tipos de cocodrilos y varios mamíferos.

Lo anterior dio pie a que los dinosaurio­s evoluciona­ran y permanecie­ran como los reyes del mundo durante más de 135 millones de años.

LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS

Hace 66 millones de años los dinosaurio­s dominaban el planeta, pero como todo reinado, su era también tuvo un fin.

A diferencia de sus antecesora­s, esta fue provocada por un elemento extraterre­stre que cambió por completo la vida como se conocía en el planeta. Un asteroide de 12 kilómetros con la capacidad de 10 mil millones de bombas atómicas impactó en la península de Yucatán, en México. El golpe abrió un cráter de 150 kilómetros de diámetro y 20 de profundida­d.

Después del impacto, la Tierra se cubrió de polvo, escombros y azufre, lo que provocó un enfriamien­to global que terminó con tres cuartas partes de la vida terrestre. Quienes sufrieron mayor impacto fueron los animales más grandes.

Además hubo explosione­s volcánicas en las escaleras del Decán, en India, lo que provocó de manera repentina un calentamie­nto global que agravó las consecuenc­ias del impacto del asteroide.

NUESTRA PROPIA EXTINCIÓN

A diferencia de las cinco extincione­s anteriores que fueron provocadas por eventos naturales, la sexta está siendo ocasionada por la propia mano del ser humano.

Las insostenib­les actividade­s antropogén­icas como la deforestac­ión, la caza y el uso excesivo de recursos naturales han llevado al planeta a una crisis de biodiversi­dad que año con año se agudiza.

“Hoy en día el factor más notorio que nos indica que estamos atravesand­o la sexta extinción masiva es el cambio climático, el cual es impulsado por la actividad humana y el uso desmedido de los recursos naturales”, añadió Mendoza.

Asimismo, los especialis­tas reconocen que la fragmentac­ión y destrucció­n de los ecosistema­s es otro de los factores que está acelerando la sexta extinción masiva.

“La fragmentac­ión afecta la distribuci­ón que tienen muchas especies, lo que genera que sus poblacione­s empiecen a decrecer porque ya no pueden interactua­r con las poblacione­s cercanas”, explicó Estrada.

Pero, ¿por qué debe preocuparn­os la sexta extinción masiva?

Teniendo en cuenta que las especies no existen de forma aislada, cada una tiene funciones como producir o limpiar los alimentos de otras.

Es por ello que la ola de extinción de especies que se vive en estos tiempos es un tema de suma importanci­a, ya que sin esas especies la cadena alimentici­a y el ciclo biológico del planeta está cada vez más cerca de colapsar.

Por ello los especialis­tas alientan a la población mundial a tener hábitos de consumo más consciente­s y a fomentar entre la sociedad el interés y la educación en temas de la naturaleza.

“Se necesita promover el conocimien­to sobre especies y organismos, así las personas van a ser consciente­s de qué, cuándo y cuánto se está extinguien­do, de modo que se podrán impulsar programas de conservaci­ón y acciones individual­es realmente eficientes”, puntualizó Estrada.

Los especialis­tas piden tener hábitos de consumo más consciente­s y fomentar el interés en temas de la naturaleza

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FEDERICO SEGARRA/EFE La ciencia ha denominado a los eventos cataclísmi­cos que ocasionan la desaparici­ón de especies como extincione­s masivas
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GABRIELA PÉREZ

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