El Sol de Tampico

El papá del cine noir

- Juan José González Mejía

Soy maestro universita­rio de cine en Xalapa, Veracruz, y recurrente­mente recomiendo a mis alumnos que ante alguno de los filmes de Guillermo del Toro (por más señas, el cineasta querido y admirado por los chicos estudiante­s de cine) vayan a los orígenes del cine noir: El halcón maltés porque, precisamen­te, el asunto inherente del cine del autor de El laberinto del fauno era ese, el cine noir.

Cuando el detective Sam Spade/ Humphrey Bogart escucha atento, sentado y de espaldas a la cámara, los acres reclamos entre Brigid/ Mary Astor y Joel Cairo/ Peter Lorre, cómplices en el tráfico del halcón que le da titilo al filme, estamos ante un momento supremo del cine noir por sus concatenac­iones morales.

Tanto Brigid como Joel Cairo presuponen activar una palanca de corrupción en el detective, sólo que los bosquejos emocionale­s de éste ya han estallado en otra disyuntiva púdica: el sorteo del misterioso asesinato de su socio Asher, al que engañaba con su mujer.

John Huston plantea un poderoso andamiaje de mini senderos morales en El halcón maltés/ EUA 1941, su ópera prima y una de las más famosas del cine mundial, a setenta años de su estreno. Y es que a lo largo del filme no acudimos a un festín de alarde de movimiento­s de cámaras ni de sofisticac­ión estilístic­a; Huston emplea los recursos técnicos para resaltar la condición deshonesta de los personajes bajo una premisa identifica­ble: la frustració­n que, de hecho, sería una de las constantes de su cine (el ejemplo más claro se aprecia en el final de su celebrada El tesoro de la Sierra Madre/ (1947).

“Cuando matan a alguien de tu organizaci­ón no es recomendab­le dejar suelto al asesino”, con esta frase Sam Spade pareciera dejar cimentadas las bases del cine noir en cuanto a su hálito subyacente: la pesquisa.

El halcón maltés es una pieza de relojería fílmica: todo funciona en razón de un asunto central, encontrar la estatuilla llena de joyas, pero con la óptica clara de recrear y ajustar un microcosmo­s de seres oscuros, osados y melancólic­os (de ahí que resulta estupendo Peter Lorre).

Huston ha dejado un filme imperecede­ro, acabado, sin mácula donde la frase de Spade “the stuff that dreams are made of” (el material con que se hacen los sueños) sigue sonando a verdad cierta en la existencia del cinefantas­ía…

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