Fandangos centenarios
La desembocadura del Pánuco ha sido, desde tiempos remotos, un territorioumbral propicio para encuentros y fusiones: la exuberancia del trópico aquí comienza a ceder a la aridez norteña; los grupos chichimecas coexistieron, no siempre de forma pacífica, con los pueblos mesoamericanos; desde la conquista y hasta la época actual, viajeros de distintos orígenes han traído consigo bagajes culturales que se diluyeron en estas riberas cálidas.
El son huasteco o huapango, expresión cultural propia de la región, es ejemplo de este proceso de mestizaje: instrumentos y formas musicales de cuna hispánica entremezclados con elementos de origen indígena y africano. El son antiguo se fue cocinando a fuego lento durante tres siglos de ocupación colonial hasta adoptar una identidad propia en cada región de la Nueva España. En la Huasteca, el son, además de la música, dio lugar a maneras únicas de cantar, bailar, versar y de celebrar la fiesta popular.
Para inicios del siglo XIX, la forma de tocar los sones y de realizar fandangos (la fiesta del son) en la desembocadura del Pánuco mostraba ya rasgos similares a los del son huasteco actual. En marzo de 1826, el capitán inglés George Francis Lyon llegó a Pueblo Viejo, donde presenció un fandango en la plaza. El viajero comparó la fiesta con las danzas que había visto en África: "Aquí la música era un poco mejor, aun cuando no menos monótona, y consistía de una guitarra, un arpa rústica, y una mujer que gritaba con voz de falsete". Semanas más tarde, en un paseo por la colina
que domina Pueblo Viejo (La Mira), se encontró con un pintoresco cuadro de paseantes —"indios con sus familias, mestizos, negros y criollos, en gran variedad de ropajes"— y sonidos: "de vez en cuando se escuchaba el rasguear de una pequeña guitarra india, o bien las alegres canciones de grupos que llevaban frutas y provisiones para una fiesta nocturna bajo los árboles". Lyon también se encontró, durante un recorrido nocturno por el río Pánuco, "con los alegres sonidos de
un violín y una guitarra, procedentes de una pequeña canoa, que se deslizó rápidamente junto a nosotros, y [que] llevaba a esta pequeña banda a un fandango que se celebraba en la cabaña de un ranchero".
En la mordaz descripción sobre Tampico y su sociedad que Charles Latrobe escribió en 1834, el viajero inglés calificaba como una diversión estúpida a "los fandangos que bailaban las clases más bajas, una o dos veces a la semana, debajo de un coberti
zo con techo de paja a las afueras del pueblo". En contraste, la francesa Constance de Montluc, quien vivió en Tampico algunos años durante la década de 1840, mostró más empatía hacia las costumbres locales. La esposa del cónsul francés consideraba que los despreocupados nativos nacían "casi todos ellos músicos", pues, después de trabajar, solían ponerse a cantar "con una voz lánguida sobre los aires del país, acompañándose con una pequeña guitarra de nueve cuerdas (jaranito) cuyos sonidos lastimeros se mezclan con la brisa fragante de las noches mexicanas". Sobre los fandangos, menciona que, por lo regular, se celebraban al aire libre y que "las mujeres y los hombres interrumpen por turnos sus danzas pintorescas, tales como el jarabe o el zapateo, con cantos nacionales de entre los cuales el más escuchado es la Petenera".
Guitarras, falsetes y fiestas nocturnas bajo la enramada siguen siendo distintivos del son huasteco, incluso en entornos tan urbanizados como Tampico. Muestra de la pervivencia de estas expresiones culturales es el II Festival de Huapango "Inspiración Huasteca", que se realizará del 16 al 18 de junio, en la plaza Hijas de Tampico y en el Mercado Municipal. Ribereñamente, lo invito a que se una a esta celebración de resonancias centenarias.