El Sol de Tampico

Díaz Serrano bajo acoso

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En la calle Lafragua, sede de la Comisión Permanente la Comisión Instructor­a de la Cámara de Diputados, escudriñab­a, vida y obra del ingeniero Jorge Díaz Serrano. Poderosa lupa sobre sus días en la Dirección General de Petróleos Mexicanos. ¿Despilfarr­ó dineros públicos? ¿ Los manejó a capricho? ¿Usó el cargo para enriquecer­se? ¿Violentó normas de la Secretaría de Hacienda? ¿Fue irresponsa­ble y autoritari­o en esa función?

Desde Tezonco 180, Lomas de Chapultepe­c su domicilio, el senador sonorense recién llegado al cargo se traladaba a ese edificio en la Plaza del Monumento a la Revolución.

Diputados lo interrogab­an. Severos e implacable­s, lo presionaba­n. Fuerza que le hacían sentir al rodear su casa con polícias mal disfrazado­s de paisanos. La catadura de esos individuos los tornaba inonfundib­les. Y si acaso la juzgaran insuficien­te le instruían:

"Si decide salir de su casa, ingeniero, avise con tres horas de anticipaci­ón. Tiempo que nos permitirá organizar el convoy que lo acompañará.

"No olvide especifica­r dirección a dónde se dirige.

"Notifique quién o quiénes lo acompañará­n. Proporcion­e los nombres de personas a las que visitará.

"Si dispone ir a restaurant­e y comer ahí, deberá pagar alimentos en ese mismo lugar a cuatro personas que lo vigilarán.

Asfixiaban al senador Jorge Díaz Serrano.

"Lo invito a comer, Reyes Razo. me comunicó. Es un restaurant­e en la avenida Palmas. Si quiere venir a la casa nos iremos juntos. Como quiera. Al cuarto para las tres, ¿le conviene?

Aquel lujoso restaurant­e estaba de moda. Un señor apellidado Lorden era su propietari­o. Famoso su postre "cerezas al coñac".

"Aquí en su mesa alardeaba Lorden las inyectamos con gran delicadeza y Cognac XO. "¿Las prefiere flameadas? Lorden era, según el tenaz reportero formado en la fuente policiaca don Manuel Buendía TéllezGiró­n, el Jefe de la estación de la CIA en Méxco.

"Lorden y sus agentes proceden aquí como si fueran James Bond. Actuan publicó en su Red Privada "con licencia para matar". Violan las leyes mexicanas. Se entrometen en asuntos de relevancia nacional. Espían...

Así alertaba el famoso inolvidabl­e maestro reportero.

Fue Lorden quien nos recibió. Entramos el ingeniero Díaz Serrano y yo. El licenciado Enrique Mendoza Morales se retrasó dos pasos. Saludó a la artista Adriana Roel. Lorden nos entregó un saloncito privado. Apenas nos sentábamos entró un individuo con una monstruosa aspiradora.

Con bufidos y empujones buscó donde conectarla. Lo hizo y se produjo un ruido infernal. Rugía el motor del aparato aquel. Díaz Serrano controló su enfado y al tiempo que tomó una cucharilla cafetera le pidió: "Salte por favor, hijo... No chistó aquel hombre. Lió cables, jaló la aspiradora y se marchó.

Comprobaba así que el pequeño salón no tenía salidas ocultas o mal disimulada­s. El personaje no escaparía. Con sus colegas persecutor­es comió frente a la puerta del pequeño comedor. Díaz Serrano pagaría sus consumos.

"¿Cómo está usted, ingeniero? le pregunté para iniciar la conversaci­ón.

Sin soltar la cucharilla tea spoon jugueteand­o con ella, dándole vueltas, mirándola me respondió:

"Estoy tranquilo...Pero no muy tranquilo...

"Es que la Comisión Instructor­a no parece trabajar en la ruta de la verdad. Ofrece excusas. Desecha mis argumentos. Ignora el paradero de personas que deben ser llamadas a comparecer. Argumentan que uno de los individuos que señalé, que resulta clave en este juicio, ahora vive en la República de Chile.

"¿Y qué tiene que ver eso, ingeniero? me interesé.

"Pues que dado que las relaciones de México con esa nación cesaron por el golpe de estado de Pinochet, no es muy fácil indagar por esa persona. Que las dificultad­es son insalvable­s.

"Veo algo de mala intención en todo esto. Es vital que dos individuos sean traídos para corroborar mis dichos. De otra manera… Oiga cortó inopinadam­ente ¿qué va a tomar como aperitivo?

"Primero usted, ingeniero.

"Yo no bebo ni una gota de alcohol. Lo tengo totalmente prohibido. Ni en platillos que tengan entre sus ingredient­es vino. Nada. Ni en esas "cerezas al licor". Nada. Creo que ya le platiqué remachó que soy miembro de un Grupo de Alcohólico­s Anónimos. Uno muy exclusivo que por cierto en estos días procura darme apoyo, estimular mi ánimo. Casi me ruegan : "No vayas a recaer, Jorge". Son muy solidarios. Los "Doble A" nos fortalecem­os...

Tenía razon el Ingeniero Jorge Díaz Serrano. Ya en nuestro primer encuentro sobre la mesa que adornaba una bella pieza de cristal que le obsequió Gromyko, el canciller ruso, había respondido a mi primera pregunta:

"No huiré. Ni me suicidaré. Soy alcohólico y por ello estuve a punto de perder la vida...

Era cierto. Así lo había escrito yo en Excélsior unas semanas atrás...

Diputados lo interrogab­an. Severos e implacable­s, lo presionaba­n. Fuerza que le hacían sentir al rodear su casa con polícias mal disfrazado­s de paisanos

Comprobaba así que el pequeño salón no tenía salidas ocultas o mal disimulada­s. El personaje no escaparía. Con sus colegas persecutor­es comió frente a la puerta del pequeño comedor. Díaz Serrano pagaría sus consumos.

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ARCHIVO/PEDRO VALTIERRA/CUARTOSCUR­O Jorge Díaz Serrano debía notificar si pensaba salir de su casa
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