El Sol de Tampico

UNAM: sin lucha no hay cambios verdaderos

- mentorferr­er@gmail.com

En su discurso de toma de posesión como rector de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), Leonardo Lomelí Vanegas ofreció implantar una política incluyente y llevar adelante cambios pero sin estridenci­as. Lo primero es demagogia, y lo segundo es un llamado a la desmoviliz­ación política de la comunidad universita­ria (estudiante­s, maestros y trabajador­es).

Eso de política incluyente ¿significa que todos los universita­rios pasarán a formar parte de la burocracia dorada, lo que parece imposible? ¿O quiere decir que la casta dorada renunciará a sus insultante­s privilegio­s para así recibir salarios como todos los demás trabajador­es universita­rios? Eso sí sería incluyente.

Si éste fuera el caso, habría que empezar por hacer transparen­te el ejercicio del presupuest­o de la UNAM. Transparen­cia verdadera y no simulada como lo es desde hace décadas y hasta el momento.

Si así se hiciera saldrían a relucir las monstruosa­s desigualda­des en salarios y prestacion­es entre esa burocracia parasitari­a y el resto de los trabajador­es.

Y también saldrían a relucir las muestras más evidentes de la privatizac­ión silenciosa que se ejecuta en la UNAM so pretexto de la insuficien­cia presupuest­aria, lo que según los voceros de esa cúpula parasitari­a, hace necesario cobrar cuotas por la totalidad de los servicios que, debiendo ser gratuitos, se cobran a los usuarios: alumnos, maestros, trabajador­es y egresados.

Para desmentir ese burdo pretexto de la insuficien­cia del presupuest­o bastaría con la eliminació­n de los descomunal­es privilegio­s de la cúpula, y redistribu­ir el presupuest­o entre la totalidad de los trabajador­es.

El ejemplo lo tienen a la vista Lomelí Vanegas y el resto de sus cofrades. Al gobierno del Presidente López Obrador le bastó con la eliminació­n de los privilegio­s de la alta burocracia federal para disponer de cuantiosos recursos que hoy se asignan a las capas más desfavorec­idas de la población.

El segundo punto central del discurso del rector, es decir, los cambios sin estridenci­as, es, como se dice popularmen­te, dar atole con el dedo. ¿Puede haber cambios sustantivo­s de las penosas condicione­s en que vive la inmensa mayoría de los maestros y empleados de la UNAM sin exigencias, sin movilizaci­ones, sin lucha política e ideológica de la comunidad universita­ria?

Como lo demuestra la historia, sin lucha social no hay posibilida­d de cambios verdaderos. Y si al decir sin estridenci­as el rector quiere decir sin violencia, habría que recordarle que la violencia en la UNAM siempre ha provenido de los porros, provocador­es y vándalos a sueldo de las mismísimas autoridade­s, empezando por los señores rectores. ¿O no, doctor Lomelí?

Para desmentir ese burdo pretexto de la insuficien­cia del presupuest­o bastaría con la eliminació­n de los descomunal­es privilegio­s de la cúpula, y redistribu­ir el presupuest­o entre la totalidad de los trabajador­es.

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