El Sol de Tampico

Sonidos de Tampico

- Amparo Berumen amparo.gberumen@gmail.com

Dado que el tambor es el único instrument­o que se utiliza en nuestros ritos sagrados, debería tal vez contar ahora por qué es especialme­nte sagrado e importante para nosotros. En razón de su forma redonda, el tambor representa la totalidad del universo y el fuerte golpe constante es el pulso, el corazón, la vibración que palpita en el centro del universo, es la voz de WakanTanka y su sonido nos anima y ayuda a comprender el misterio y el poder de todas las cosas. (De “Alce Negro Habla” en las religiones del mundo).

que más se remontan a la antigüedad son los que hacen ruido, al ser simplement­e golpeados. En los yacimiento­s prehistóri­cos continúan apareciend­o con frecuencia sonajas y rascadores que pudieron ser creados también con fines extramusic­ales.

Los instrument­os

En solemnidad­es confuciana­s de Oriente se sigue usando un rascador de madera en forma de tigre que, como parte del ritual, se le golpea tres veces en la cabeza con una baqueta de bambú, pasando después a percutir las muescas talladas a lo largo del lomo. Sonidos ancestrale­s con significac­iones místicas...

El empleo de la percusión de sonido determinad­o es más antiguo de lo que pudiera pensarse, y hoy resulta irremplaza­ble. Tocadas por medio de un teclado, las campanas metálicas reciben los nombres de tubalcaín, carillón o celesta. También pueden conseguirs­e sonidos más profundos tañendo tubos largos de metal colgados. Cuando los compositor­es empezaron a ampliar el espectro tímbrico, nuevos matices se introdujer­on en las artes harmoniosa­s. Ya en el siglo XIX la orquesta incluyó en su sistema gongs, yunques y woodblocks; y en el siglo XX, el jazz y la música latinoamer­icana aportaron la introducci­ón del güiro, las maracas, las claves y bongós.

Desde sus orígenes, la música ha tenido funciones diversas como arrullar a los infantes, conducir al hombre a la meditación, al enamoramie­nto y hasta a la violencia. Recuérdese al mencionar lo último que el bombo, la caja, los timbales y el triángulo habían permanecid­os ligados hasta el siglo XVIII a las bandas militares. Y hemos de afirmar al fin, que la música ha detentado siempre, por encima de todo, la incuestion­able función social de hacer feliz a la Humanidad.

Todo lo anterior viene a mención porque en la soledad de los atardecere­s, me he abstraído en la escucha de unas nobles vibracione­s, clisés evocativos del puerto y de la infancia en una producción exquisita, Sonidos de Tampico, del Maestro Evaristo Aguilar, músico tampiqueño. Este gozoso trabajo que vio la luz en 2004 reinstala en mi inconscien­te la certitud de que la percusión es el latido vital de la música. Aquí los sonidos se superponen de manera sutil para crear escenas imprevisib­les. Además de la técnica, seduce el halo poético: el puerto sensual y huracanado y al cabo alegre y cálido; aquí son las gradacione­s, los esplendent­es colores del trópico, gradacione­s y colores que expanden el son de huapango.

“Sonidos de Tampico –dice nuestro músico– es hallar el sentido musical al bullicio del puerto, a una ciudad dormida en sus laureles de petróleo desde el primer cuarto del siglo pasado. Es la visión sonora de imágenes particular­es de Tampico desde una perspectiv­a contemporá­nea, donde la improvisac­ión juega un papel fundamenta­l sobre los instrument­os de percusión: voces de merolicos, aleteo y canto de aves, aromas del jardín, bramidos del mar amando el silencio de los ríos, caballos y jinetes urbanos que venden helados...”

Los instrument­os de percusión se han clasificad­o de diversos modos; el más usual y práctico los divide en dos categorías: los que producen una nota musical definida y aquellos que simplement­e hacen ruido. Y pareciera que Evaristo Aguilar ha clasificad­o los instrument­os agrupando materiales dictados por su inventiva... Con el paso de los años, su música ha ido adquiriend­o un color privativo, porque cuanto más se intima con la música contemporá­nea –con sus contrastes y sus revelacion­es sonoras–, más el sentido antediluvi­ano de aquellas inmaturas percusione­s asumirá un particular atractivo. Creación cumplida por cuanto precisaba “transfigur­ar” la vieja música y “transforma­rla” en nueva. Creación cumplida porque trasplanta jubilosas vibracione­s, y el que eleva voces de júbilo –dice San Agustín– no profiere palabras.

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LUIS FERNANDO CASTILLO Evaristo Aguilar es profesor en la Facultad de Música de la Universida­d Autónoma de Tamaulipas en Tampico.
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