Sonidos de Tampico
Dado que el tambor es el único instrumento que se utiliza en nuestros ritos sagrados, debería tal vez contar ahora por qué es especialmente sagrado e importante para nosotros. En razón de su forma redonda, el tambor representa la totalidad del universo y el fuerte golpe constante es el pulso, el corazón, la vibración que palpita en el centro del universo, es la voz de WakanTanka y su sonido nos anima y ayuda a comprender el misterio y el poder de todas las cosas. (De “Alce Negro Habla” en las religiones del mundo).
que más se remontan a la antigüedad son los que hacen ruido, al ser simplemente golpeados. En los yacimientos prehistóricos continúan apareciendo con frecuencia sonajas y rascadores que pudieron ser creados también con fines extramusicales.
Los instrumentos
En solemnidades confucianas de Oriente se sigue usando un rascador de madera en forma de tigre que, como parte del ritual, se le golpea tres veces en la cabeza con una baqueta de bambú, pasando después a percutir las muescas talladas a lo largo del lomo. Sonidos ancestrales con significaciones místicas...
El empleo de la percusión de sonido determinado es más antiguo de lo que pudiera pensarse, y hoy resulta irremplazable. Tocadas por medio de un teclado, las campanas metálicas reciben los nombres de tubalcaín, carillón o celesta. También pueden conseguirse sonidos más profundos tañendo tubos largos de metal colgados. Cuando los compositores empezaron a ampliar el espectro tímbrico, nuevos matices se introdujeron en las artes harmoniosas. Ya en el siglo XIX la orquesta incluyó en su sistema gongs, yunques y woodblocks; y en el siglo XX, el jazz y la música latinoamericana aportaron la introducción del güiro, las maracas, las claves y bongós.
Desde sus orígenes, la música ha tenido funciones diversas como arrullar a los infantes, conducir al hombre a la meditación, al enamoramiento y hasta a la violencia. Recuérdese al mencionar lo último que el bombo, la caja, los timbales y el triángulo habían permanecidos ligados hasta el siglo XVIII a las bandas militares. Y hemos de afirmar al fin, que la música ha detentado siempre, por encima de todo, la incuestionable función social de hacer feliz a la Humanidad.
Todo lo anterior viene a mención porque en la soledad de los atardeceres, me he abstraído en la escucha de unas nobles vibraciones, clisés evocativos del puerto y de la infancia en una producción exquisita, Sonidos de Tampico, del Maestro Evaristo Aguilar, músico tampiqueño. Este gozoso trabajo que vio la luz en 2004 reinstala en mi inconsciente la certitud de que la percusión es el latido vital de la música. Aquí los sonidos se superponen de manera sutil para crear escenas imprevisibles. Además de la técnica, seduce el halo poético: el puerto sensual y huracanado y al cabo alegre y cálido; aquí son las gradaciones, los esplendentes colores del trópico, gradaciones y colores que expanden el son de huapango.
“Sonidos de Tampico –dice nuestro músico– es hallar el sentido musical al bullicio del puerto, a una ciudad dormida en sus laureles de petróleo desde el primer cuarto del siglo pasado. Es la visión sonora de imágenes particulares de Tampico desde una perspectiva contemporánea, donde la improvisación juega un papel fundamental sobre los instrumentos de percusión: voces de merolicos, aleteo y canto de aves, aromas del jardín, bramidos del mar amando el silencio de los ríos, caballos y jinetes urbanos que venden helados...”
Los instrumentos de percusión se han clasificado de diversos modos; el más usual y práctico los divide en dos categorías: los que producen una nota musical definida y aquellos que simplemente hacen ruido. Y pareciera que Evaristo Aguilar ha clasificado los instrumentos agrupando materiales dictados por su inventiva... Con el paso de los años, su música ha ido adquiriendo un color privativo, porque cuanto más se intima con la música contemporánea –con sus contrastes y sus revelaciones sonoras–, más el sentido antediluviano de aquellas inmaturas percusiones asumirá un particular atractivo. Creación cumplida por cuanto precisaba “transfigurar” la vieja música y “transformarla” en nueva. Creación cumplida porque trasplanta jubilosas vibraciones, y el que eleva voces de júbilo –dice San Agustín– no profiere palabras.