El Sol de Tampico

Semana Santa: Tiempo de reflexión

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Hace dos mil años que murió Jesucristo. Sin embargo, y gracias a la fuerza de la palabra y del pensamient­o, el Rabí sigue vivo entre nosotros

Mayor se conmemora desde que muchos seres humanos se hicieron cargo de la realidad divina y con referencia a ésta orientan y ordenan toda su existencia. Digamos que es la referencia trascenden­te de la existencia del hombre, que se halla situado en un horizonte infinitame­nte abierto y en camino hacia una verdad absoluta.

Dejemos a un lado el sentido religioso para profundiza­r solamente en la búsqueda del origen y la identidad con “alguien” superior desde el punto de vista moral y espiritual. La cristianda­d cree en la buena estrella y en los malos presagios, en el amor instantáne­o y en esa fuerza misteriosa que obligó a la humanidad a salir de las cavernas para dar a luz al Mesías.

Conmemorar estas fechas es dar un sentido especial a la vida. Es aprender, con toda la voluntad, cada paso de CRISTO, del único ser -que yo sepa- que eligió consciente­mente ofrecer en sacrificio su vida para que todos los demás -el prójimo, el semejante, el vecino- habitasen en un mundo de fraternida­d y de perdón.

Hace dos mil años que murió Jesucristo. Sin embargo, y gracias a la fuerza de la palabra y del pensamient­o, el Rabí sigue vivo entre nosotros. Con el hilo conductor de los primeros evangelist­as, recuerdo el solemne Mártir del Gólgota del dramaturgo español Pérez Escrich (18291897); luego el ateo Giovanni Papini (1881-1956) en la madurez de los años y de la conciencia escribió la vida de un Dios que se hizo hombre, llegando a encontrar a Cristo caminando por muchas sendas que desembocab­an todas al pie de la montaña del Evangelio. Las palabras de Papini tienen un profundo significad­o: “Cristo es el profeta de los débiles, siendo que vino, por el contrario, a dar fuerza a los que languidecí­an y a poner a los pisoteados por encima de los reyes. Dicen que es la suya religión de enfermos y moribundos, pero cura a los enfermos y resucita a los durmientes. Dicen que es contraria a la vida pero vence a la muerte. Que es el Dios de la tristeza pero exhorta a los suyos a alegrarse, y promete un eterno banquete de gozo a sus amigos. Dicen que ha

La Semana

introducid­o la tristeza y la mortificac­ión en el mundo, cuando por el contrario, durante su vida mortal comía y bebía, se dejaba perfumar los pies y los cabellos, y le repugnaban los ayunos hipócritas y las vanidosas penitencia­s de los fariseos. Muchos le han dejado porque no le han conocido nunca”.

La escritora inglesa Taylor Caldwell (1900-1985) descubrió al profeta a través de Saulo Ben Hilel, Pablo de Tarso, quien -camino a Damasco- escuchó una voz al mismo tiempo íntima y lejana que le recordó que estaba hecho para la luz. El escritor y poeta inglés Robert Graves (1895-1985) trazó un retrato de Jesús de insólitas dimensione­s humanas, un profeta fiel a la ley de sus mayores y personaje central de una compleja y conmovedor­a tragedia histórica. En fin, el escritor japonés Endo Shusaku (1923-1996) relata su particular visión de un Jesús de Nazaret que no necesitaba imaginarse la debilidad de los hombres sin esperanza porque decidió vivir entre ellos.

Semana Santa: tiempo de reflexión, de búsqueda sin límite para lograr la paz.

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