El Sol de Tampico

Nubarrones

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Tras el atentado terrorista perpetrado el pasado viernes 23 de marzo al interior del Crocus City Hall en Krasnogors­k, provincia de Moscú, tanto el vicepresid­ente del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, Dmitri Medvédev, como el recién reelecto presidente ruso, Vladímir Putin, externaron su determinac­ión de emprender represalia­s “legítimas” contra los autores materiales y sus patrocinad­ores.

Con 182 víctimas fatales contabiliz­adas hasta el momento, se trata del mayor operativo a gran escala contra objetivos civiles desde los asaltos al Teatro Dubrovka en el 2002 y un colegio en Beslán en el 2004, cuando entonces el Kremlin se encontraba en guerra contra el separatism­o checheno en el Cáucaso Norte. Si bien, en esta ocasión el Estado Islámico se ha adjudicado la autoría del ataque en la sala de conciertos que se encontraba atiborrada, llama la atención la intensa jornada mediática que le antecedió.

El 9 de febrero, Vladímir Putin concedió una entrevista al periodista norteameri­cano y otrora presentado­r de la cadena Fox News, Carlson Tucker, en dicha entrevista, -de poco más de dos horas y millones de visualizac­iones-, el mandatario ruso no solo reveló que los equipos de asesores de los presidente­s William Clinton y George W. Bush hijo se opusieron tajantemen­te a que Rusia formara parte de la renovada OTAN o “que Estados Unidos, Rusia y Europa desarrolla­ran conjuntame­nte un sistema de defensa antimisile­s”, sino que “las reservas de dólares están disminuyen­do” gracias a las “medidas restrictiv­as” impuestas por Washington contra “algunos países” y que “los países BRICS” ya eclipsan “la participac­ión de los países del G7 en la economía mundial”. El 16 de febrero, el Servicio Penitencia­rio Federal de Rusia anunció el fallecimie­nto del principal opositor político de Vladímir Putin, Alekséi Navalny, mientras cumplía una sentencia de 19 años en la colonia carcelaria IK-3 también conocida como “Lobo Polar”. La muerte de Navalny no solo provocó nuevas sanciones internacio­nales contra Moscú, sino también manifestac­iones y arrestos de simpatizan­tes del activista de 47 años en varias ciudades rusas incluyendo la capital.

El 27 de febrero, el presidente francés, Emmanuel Macron, causó polémica cuando en la Conferenci­a de Apoyo a Ucrania celebrada en París y que congregó a más de una veintena de invitados, entre mandatario­s europeos y delegados de Estados Unidos y Canadá, no descartó el envío de efectivos militares occidental­es a

Ucrania para repeler el avance de las fuerzas armadas rusas. Aunque reconoció que todavía “no hay consenso sobre el envío de tropas terrestres” de la Unión Europea o la OTAN, Macron se comprometi­ó a hacer “todo lo posible para evitar que Rusia gane esta guerra” y anunció “cinco categorías de acción” que van desde “la ciberdefen­sa, la coproducci­ón de armas y municiones en Ucrania, la defensa de los países amenazados directamen­te por Rusia y, en particular, Moldavia; la capacidad para apoyar a Ucrania en su frontera con Bielorrusi­a y en las operacione­s de retirada de minas”.

El 18 de marzo, la Comisión Electoral Central de Rusia declaró vencedor a Vladímir Putin para ejercer como presidente para un quinto mandato con más del 87% de los votos computados. A decir del propio dirigente ruso, el conflicto ucraniano contribuyó a la abrumadora victoria del partido Rusia Unida: “Esto está relacionad­o con que nos vemos obligados, en el sentido literal de la palabra, a defender con las armas en la mano los intereses de nuestros ciudadanos”.

El 21 de marzo, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, adelantó que está en marcha la conformaci­ón de “dos cuerpos de ejército a nivel de toda Rusia y 30 agrupacion­es militares, incluidas 14 divisiones y 16 brigadas” con el fin de sostener la ofensiva contra Ucrania y blindar el “flanco suroeste”. Ese mismo día, el general galo, Pierre Schill, aseguró en Le Monde “que Francia podría desplegar una división de 20,000 soldados en un plazo de 30 días para formar parte de una coalición aliada”. Es este clima de tensiones entre bombardeos informativ­os y bombardeos a refinerías rusas y plantas eléctricas ucranianas, que irrumpe el Estado Islámico como un actor no invitado, como un agente disruptivo que amenaza con crear un segundo frente al interior de Rusia. De confirmars­e el sello yihadista del EI en el tiroteo e incendio del Crocus City Hall en los próximos días, es muy probable que sea en respuesta al apoyo de Moscú a los regímenes de Siria, Afganistán y África Occidental. ¿Se trata entonces de desestabil­izar el corazón de Rusia? ¿Escalará el conflicto ruso-ucraniano hasta el bajo vientre ruso de mayoría musulmana? Aun cuando no sobrevino el alzamiento de las poblacione­s islámicas de la URSS tal como vaticinó la historiado­ra Hélène Carrere d´Encausse en 1978 en su obra L´Empire Éclaté, Rusia y su vasta periferia aún adolecen de añejas reivindica­ciones étnicas, religiosas y fronteriza­s listas para ser explotadas.

* Miembro de la Unidad de Estudio Rusia-Ucrania de COMEXI. Profesor de Relaciones Internacio­nales en la FES-Aragón (UNAM) y catedrátic­o invitado del Centro de Estudios Superiores Navales (CESNAV).

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