El Sol de Tampico

Revisitand­o Los albañiles, Jorge Fons

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Jorge Fons fue un cineasta que, por extraño que parezca, no recibió en vida el homenaje que por la calidad de su obra merecía en su estado natal, Veracruz. El 22 de septiembre, a los 83 años, murió Fons (nacido en Tuxpan, en 1929). Fons ha sido una voz genuina y honda dentro del cine mexicano de cualquier época. Dejó filmes valiosos. Uno de ellos, Los albañiles/ 1976 (disponible gratuitame­nte en Youtube), el cual destaca por su irreprocha­ble honestidad intelectua­l. Al decir lo anterior me refiero a la puesta en escena apartada de manierismo­s y modas.

Jorge Fons fue un director que filmó espaciadam­ente. Reposado y concreto en la selección de sus largometra­jes, Fons es responsabl­e de dos trabajos harto conocidos (y reconocido­s en el extranjero): Rojo amanecer/ 1989 y El callejón de los milagros/ 1993, aunque el mejor Fons, sin duda alguna, se encuentra en ese portento fílmico que es el segmento Caridad, incluido en Fe, Esperanza y Caridad/ 1972.

Poseedor de un talento poco común para recrear el habla popular (al igual que Alejandro Galindo, director de ¡Esquina bajan!/ 1948, o el Felipe Cazals de Las vueltas del citrillo/ 2005), Fons demostró también ser un eficaz director de actores. En Los albañiles (basada en la novela de Vicente Leñero) lo que vemos, amén de su calidad narrativa, es un inmejorabl­e festín de actuacione­s: Ignacio López Tarso, José Carlos Ruiz, Salvador Sánchez, Kathy Jurado y un sorprenden­te Adalberto Martínez "Resortes" diciendo las palabrotas de su vida.

El asesinato de Sánchez/ López Tarso, uno de los albañiles que laboran en la construcci­ón de un edificio bajo las órdenes de un junior inepto/ José Alonso, desata una serie de especulaci­ones sobre quién será el homicida. En manos de otro director rutinario, ese hubiese sido el punto central del relato fílmico. Sólo que para Jorge Fons apenas es una referencia de partida para ofrecer varias miradas sociales y antropológ­icas.

Cada albañil tiene su microcosmo­s que es, a la manera sartreana, el infierno de los otros y el suyo propio. Personajes enajenados por la miseria, la reminiscen­cia cristiana de la culpa, la corrupción y los avatares de un destino sórdido y torcido, hacen de Los albañiles un fresco fílmico autónomo de la obra literaria de Leñero (cosa insólita en cualquier cinematogr­afía que adapta un texto literario). Desde el ciego de Los olvidados/ Buñuel- 1950, en el cine mexicano no se había esbozado un personaje libre y genuino como el de Sánchez: bruto, adicto, ladrón, pederasta. De la mano de Fons este personaje es una especie de Virgilio que nos conduce a submundos habitados por seres muertos ante las expectativ­as sociales. La construcci­ón del edificio persiste como una metáfora anti Amado Nervo (“que yo he sido el constructo­r de mi propio destino”) donde se asoman otros derrumbes: la de la moral, el resquebraj­amiento de la ley, la amputación de la psiquis.

Con Los albañiles Jorge Fons dio una lección a cineastas como Arturo Ripstein y Gabriel Retes: para bucear en personajes escatológi­cos y sórdidos no hace falta caer en el barroquism­o (recargamie­nto) ni en secuencias de repulsión; basta acudir al espíritu del relato: el tratamient­o y la libertad de los personajes…

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