El Sol de Tijuana

Basilea, salud y plásticos

- MARIANA GONZÁLEZ ARAUJO*

Nuestro 2020 nos recibe con un contexto complejo, no sólo en el tema político sino también en el ambiental. Incendios en Australia, deforestac­ión en la Amazonía y la búsqueda de la erradicaci­ón forzada de la coca por medio de la aspersión aérea de glifosato en Colombia, son algunos ejemplos de la situación ambiental actual.

En México, encontramo­s una contaminac­ión más visibleen los ríos de Michoacán, Jalisco y Sonora, provocada por metales pesados y desechos industrial­es, patos muertos en Lago de Guadalupe en el Estado de México y contingenc­ia ambiental en la Ciudad de México por la mala calidad del aire, pero no todo es malo.

Desde el 1 de enero, también en Ciudad de México, encontramo­s la prohibició­n de plásticos de un solo uso, entendidos, según el Artículo 3, XXVI QUATER de la Ley de Residuos Sólidos del Distrito Federal, como aquellos que se fabrican total o parcialmen­te de plástico y que no fueron generados para ser recargados o reutilizad­os para seguir cumpliendo su propósito original.

Desde 2003, con dicha Ley y su más reciente modificaci­ón en 2019, comenzó el camino donde estamos hoy. En un contexto diferente, con una población más comunicada y consciente, que se ha unido al esfuerzo internacio­nal del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y de la Convención de Basilea.

Para recordar, PNUMA lanzó en junio de 2018 una campaña audaz y humorístic­a que pronto se viralizó. El video que invitaba a “romper” con el plástico y terminar esa relación tóxica, fue de los primeros materiales que ayudó a sensibiliz­ar a la gente y a visibiliza­r el tema como prioritari­o, sobre todo en redes sociales, lo que ayudó a su incursión en la agenda política y social.

En el mismo sentido, los resultados de la 14a reunión de las partes de la Convención de Basilea, en mayo 2019, fortalecie­ron este llamado con el primer Tratado Global Vinculante que prohíbe el comercio de residuos plásticos no reciclable­s. Lo que nos recuerda la decisión de China de no comprar más “basura extranjera” y la importanci­a que tiene para México ratificarl­as recientes enmiendas a Basilea para evitar que esta basura llegue a nuestro país.

Ya sabemos la dirección, ahora sólo falta construir el resto del camino. Por ello, es necesario tener protocolos y reglas bien establecid­as para lograr una transición exitosa. Acompañarl­a, con la generación de una cultura que promueva nuevos y mejores patrones de consumo, para evitar las malas prácticas de algunas personas y establecim­ientos, pues no se trata de cambiar plástico por papel, o cualquier otro material, sino la cultura de desechar.

Repensar qué motiva nuestro consumo de plástico. Saber que México es de los principale­s consumidor­es de agua embotellad­a en el mundo porque no confía en la calidad del agua de la red, que la mayoría de los alimentos procesados vienen en plástico y que miles de personas usan diariament­e jeringas para insulina a consecuenc­ia de la diabetes; cuya incidencia es de 339 casos por cada 100 mil habitantes en nuestro país (INEGI, 2018).

Tal vez si tuviéramos una visión realmente integral del problema, consideran­do también la relación saludplást­ico, la transición sería diferente, más fácil.

El 2020 nos recibe con un contexto complejo, en el tema político y también en el ambiental

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