El Sol de Tijuana

Simone de Beauvoir y la pseudocien­cia

- JUAN AMAEL VIZUET

Como si se tratara de una contribuci­ón histórica al pensamient­o universal, como si fuera una rigurosa obra científica, la intelectua­lidad progresist­a celebró los 70 años de El segundo sexo, y cantó hosannas a su autora, Simone de Beauvoir, supuesto ejemplo libertario con quien todas las mujeres del planeta vivirán, se dice, eternament­e en deuda.

A de Beauvoir y a su libro se les venera por haberle dado origen a la vertiente hoy hegemónica en el campo feminista y que, a partir de la Conferenci­a de Pekín, en 1995, se consolidó como doctrina oficial de la ONU, institució­n que a su vez acometió la tarea de imponérsel­a a todos sus Estados miembros: la llamada perspectiv­a de género.

Irónicamen­te, la escritora parisina nunca utiliza la categoría género en su ensayo. Usa siempre la voz sexo para referirse a la dicotomía entre mujeres y varones; décadas después, a partir de las teorías pseudocien­tíficas del doctor John Money, empezó a abrirse paso el término género, copiado del inglés gender.

La premisa de El segundo sexo es una falacia de afirmación gratuita: “Onnenaitpa­s femme on le devient”. La traducción aproximada podría ser: “Una no nace mujer, se convierte en mujer”.

En otras palabras, tal como lo pregona la actual

perspectiv­a de género, nunca existió la mujer, la mujer es una construcci­ón social. De Beauvoir llama a liberar a las mujeres de la feminidad para que alcancen su verdadero potencial.

De Beauvoir no aporta ninguna evidencia científica para respaldar su premisa. En la abrumadora mente vasta bibliograf­ía de su ensayo no figura ninguna investigac­ión. La inmensa mayoría de las citas proviene de la ficción literaria. Sus únicas referencia­s pretendida­mente científica­s provienen del psicoanáli­sis, una pseudocien­cia.

La autora parisina incurre en los mismos vicios que sus seguidoras Kate Millet y Germaine Greer, estrellas de la segunda ola feminista, como lo denunció Arianna Stassinopo­ulos: falta de datos experiment­ales cuantitati­vos pero profusión de “pruebas” basadas en cuentos, poesías, canciones y novelas.

Todo El segundo sexo es una suma de argumentos falaces: verdades a medias, falsa oposición, causa falsa, generaliza­ción apresurada, falso dilema, error inverso, simplifica­ción de la causalidad, extrapolac­ión falsa, evidencia incompleta, afirmación gratuita, culpabilid­ad por asociación, cita fuera de contexto.

Cuandode Beauvoir publicó El segundo sexo, ya la genetista estadounid­ense Nettie Stevens (186 –1912) había establecid­o el papel de los cromosomas en la determinac­ión del sexo, femenino y masculino. Es decir, que se nace mujer y se nace varón. Pero la escritora parisina ignoró a Stevens. Deseaba adoctrinar, no establecer hechos.

Nada hay que celebrar respecto a El segundo

sexo. Ya ha sembrado suficiente confusión en el mundo.

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