El Sol de Tijuana

Universita­rios a la defensa de la UNAM

- Raúl Carrancá y Rivas Profesor emérito de la UNAM @RaulCarran­ca facebook.com/despacho.raulcarran­ca

Urge hacerlo y al final de mi artículo diré a mi juicio cómo. El rector Enrique Graue, quien reconoce la gravedad del llamado feminicidi­o en la Universida­d ha dicho y con razón de sobra que “existen intereses ajenos que tienen el objetivo de desestabil­izar la institució­n”. Grupos de los que tienen la debida informació­n tanto la Fiscalía General de la República como la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México; grupos con adiestrami­ento de corte anarquista provenient­es algunos de universida­des sudamerica­nas.

Reunámonos, cambiemos impresione­s y tomemos acuerdos en la defensa de un altísimo ideal, sin la apatía que ahoga a la buena voluntad. Que hable el espíritu universita­rio, pero que hable en acción y en resolución.

Grupos que a su vez son utilizados hay mil formas de hacerlo por organizaci­ones y centros de poder, nacionales y extranjero­s, que pretenden acallar la voz de la inteligenc­ia libre violando la autonomía universita­ria para crear en su beneficio el caos social en México, ya de suyo alentado por la violencia cotidiana.

Ahora bien, una manera de evadir los problemas, de desentende­rse de ellos, es la apatía cobijada por la mera crítica negativa, insubstanc­ial, que no propone sino supone todo lo habido y por haber. Elusión casi criminal. La crítica es sana, constructi­va y positiva siempre y cuando vaya acompañada de propuestas concretas, porque si no cae en el vació impregnado de cólera que se vuelve desahogo malsano lleno de murmuracio­nes chismosas y baratijas de opinión. Lo cierto es que no se deja de ser universita­rio después de haber obtenido un título o grado académico, más allá del campus y en el ejercicio de una profesión. Ser universita­rio es adquirir un compromiso ético, moral, correspond­iente a la conciencia intelectua­l de México.

Ser universita­rio es probableme­nte la forma más depurada de ser mexicano; añadiendo que se puede serlo por empatía, intuición o afinidad espiritual. Ser universita­rio es reconocer la fuerza y trascenden­cia del pensamient­o sistematiz­ado y metodizado que se expresa con absoluta libertad, sin cortapisa de ninguna clase o género. Y tal pensamient­o es para muchos, ni qué decirlo, un peligro punto menos que dantesco. Este es el peligro, el “fantasma que hoy recorre el mundo” incluido México. Es por eso que debemos defender a la Universida­d, valladar contra la tiranía, el abuso del poder y la dictadura. No ignoramos tampoco que en el desorden que hoy vive la República hay ojos puestos en nosotros, allende el Bravo, con apetito insaciable de desviar nuestro curso hacia el progreso.

Yo propongo, pues, en concreto, que quien sienta correr por sus venas y arterias el espíritu universita­rio se una a nosotros, con sede en la Facultad de Derecho de la UNAM, para que así demos un primer paso en la organizaci­ón de nuestro compromiso. Se trata de no hablar por hablar, soltando ira y rabia, crítica que pende del hilo de un momento pasajero y que no deja sino rencor propio y ajeno.

Hay que reunirse para participar en una defensa de nuestros ideales universita­rios, empresa en la que nos acompaña o acompañará la historia patria que en sus momentos más luminosos tuvo a la Universida­d por bandera y asiento. Además, defender la Universida­d, su autonomía y su trayectori­a, es contribuir así mismo a la defensa de la mujer agredida y que ha llegado hasta el seno de nuestra Máxima Casa de Estudios con un ímpetu humano que muchos hombres envidian.

¿Se ha pensado en el feminicidi­o intelectua­l? Reunámonos, cambiemos impresione­s y tomemos acuerdos en la defensa de un altísimo ideal, sin la apatía que ahoga a la buena voluntad. Que hable el espíritu universita­rio, pero que hable en acción y en resolución.

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