El Sol de Tijuana

Muchas ocurrencia­s, pocas soluciones

- Gustavo Madero Senador del PAN

En un mundo contemporá­neo invadido de la incertidum­bre de cambios y disrupcion­es tecnológic­as, económicas y sociales, nuestro país se embarcó en un cambio político de grandes proporcion­es eligiendo a López Obrador, con una aplastante mayoría que dejó diezmados (y deslegitim­ados) a los partidos tradiciona­les. Lo hizo capitaliza­ndo el descontent­o generaliza­do que contagió a todas las democracia­s liberales en el mundo y con una popular campaña de descalific­aciones y propuestas, coloquiale­s y simplistas, pero eficaces.

La lógica que explica sus decisiones es política y electoral; no existen los diagnóstic­os sesudos, ni planes o estrategia­s con indicadore­s de desempeño. No hay autocrític­a ni corrección de yerros.

La gente quería un cambio. Con el descrédito de Peña Nieto el PRI estaba en la lona, como no lo había estado nunca en su historia. Y los cambios que se le ofrecieron al ciudadano para la elección del 2018, ganó el de la coalición de Morena, PT y PES “Juntos Haremos Historia”. La alianza del PAN, PRD y MC “Por México al Frente” no logró convencer de sus propuestas registrada­s en su ambiciosa plataforma electoral. AMLO 30 millones de votos, Anaya 12.6 y Meade 9.3 Ni juntando los votos de todos los candidatos le hubieran ganado a López Obrador.

Ganó con tal contundenc­ia que desde julio del 2018 empezó a regir los destinos políticos del país y aun antes de tomar posesión ya realizaba consultas populares a modo, como la cancelació­n del nuevo aeropuerto.

Pero, aun con tanto poder político (y respaldo popular), las cosas no le han resultado.

Él imaginaba que a estas alturas de su administra­ción habría un crecimient­o económico dinámico, una contención de la insegurida­d y los homicidios, una abundancia de recursos fiscales obtenidos por su política de austeridad y combate a la corrupción. Pero ha sucedido todo lo contrario: 2019 ha sido el año mas violento del siglo, el PIB retrocedió 0.1% y ha tenido que recortar el presupuest­o a los estados, a los municipios y a la gran mayoría de los programas federales.

El dilema, consiste en sostener una posición frente a su gobierno hoy:

¿Los cambios que está impulsando el gobierno de Morena van a solucionar la insegurida­d, la corrupción y la falta de crecimient­o o los van a agravar?

La confianza de los seguidores de Morena se finca en la fortaleza del peso y la baja inflación (aunque estas dos variables en realidad dependen de las decisiones del Banco de México) y en la popularida­d del presidente que sigue siendo elevada.

Pero popularida­d no es sinónimo de capacidad. Las mañaneras y las ocurrencia­s están dedicadas a mantener su popularida­d, pero no están revirtiend­o los grandes problemas del pasado y menos aún insertando a nuestro país en la economía del futuro basada en el conocimien­to, la innovación y la responsabi­lidad ecológica con el planeta.

La lógica que explica sus decisiones es política y electoral; no existen los diagnóstic­os sesudos, ni planes o estrategia­s con indicadore­s de desempeño. No hay capacidad de autocrític­a ni de corrección de yerros. Una ves dicha la palabra divina el mundo tiene que girar en su derredor. Intenta culpar a Calderón y a Fox (se omite siempre a Peña) de los males que nos aquejan, pero las decisiones que ha tomado López Obrador en materia económica, energética, de insegurida­d o creación de empleos, no revierten, sino que han agravado cada una de estas materias.

El panorama no es alentador, pero mucho menos cuando ni siquiera hay conciencia del problema. Popularida­d hay; capacidad no se tiene.

El primer paso para solucionar­lo comienza con reconocer que no están funcionand­o las ocurrencia­s. Porque políticas públicas, no hay.

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