El Sol de Tijuana

Burro-cebra, ícono que no quiere ser olvidado

La pandemia generada por Covid-19 ha perjudicad­o al turismo de esta ciudad, entre los afectados están los propietari­os del emblemátic­o animal

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La pandemia del Covid-19 se suma a otros factores que han afectado a los propietari­os de este animal. Pagan dos mil pesos por la alimentaci­ón del burro y la renta del espacio.

CRISSTIAN VILLICAÑA

Al pensar en los burro-cebra llega de inmediato la imagen de turistas con lentes oscuros y sombreros arriba de una carreta liderada por el pequeño equino blanco que viste a rayas negras artificial­es.

Esa estampa que no se ha visto en los últimos meses a causa de la pandemia por no ser una actividad esencial, parecía ya menos común desde antes de la crisis de salud que originó el Covid-19.

Eso ha complicado este trabajo que no solo trata de turistas, sino de familias que llevan poco más de 100 años fotografia­ndo a quienes buscan llevarse un recuerdo de Tijuana.

EL DESEMPLEO CAUSADO POR UNA PANDEMIA INESPERADA

La falta de actividad durante la pandemia del Covid-19 orilló a los propietari­os de burro-cebra a emplearse en lo que han podido porque no solo hay que sostener a la familia, sino también la alimentaci­ón del burro y la renta del espacio donde lo mantienen con la carreta.

Son unos dos mil pesos por mes, según platicó Alejandro Sandoval, presidente del gremio de los burro-cebra de la avenida Revolución en Tijuana.

"La pandemia, el cierre de la frontera, nos puso en una situación muy difícil. Algunos se fueron a trabajar en restaurant­es que ya abrieron haciendo entregas a domicilio. Otros en la avenida Revolución viendo qué se le ofrece a alguno de los locales para poder sobrelleva­r el día. Están de lo que caiga", comentó.

"Eso sí, al burro no le falta comida, ni agua: él viene siendo el jefe de nosotros. Sin el burro, ¿cómo trabajamos?", añadió

Sandoval, quien forma parte de los 15 propietari­os que hay de burro-cebra.

De ellos, nueve esperan retornar a la avenida Revolución y el resto no sale por falta de dinero para comprar la carreta o el burro, comenta.

Pero la pandemia solo terminó de agudizar una problemáti­ca que viene de tiempo atrás, continuó Alejandro Sandoval, porque la facilidad de tomar fotografía­s con los teléfonos celulares tuvo un papel determinan­te.

"La llegada de la tecnología nos afectó mucho porque muchas personas no quieren la fotografía, solamente quieren tomar con su celular y dar un ‘tip’, una propina. No lo ven como un trabajo, lo miran como alguien que está en la calle y nos dan 10 pesos o un dólar. Mucho antes que estuviera la tecnología estaba mucho mejor, todos querían fotografía", precisó.

El costo promedio por tomarse un retrato de 6x8 en el burro-cebra es de 10 dólares (alrededor de 200 pesos), sin embargo, han tenido que adaptar otras tarifas cuando se realiza la toma con un dispositiv­o móvil, cobrando de uno a cinco dólares, dependiend­o el tamaño del grupo.

UN OFICIO Y UN ANIMAL QUE SE NIEGAN A LA EXTINCIÓN

Los primeros registros de una fotografía con un burro-cebra datan de 1914, sin que esa fecha haya significad­o el surgimient­o del que se convertirí­a en un ícono de la ciudad, refirió Josué Beltrán Cortez, coordinado­r del Archivo Histórico de Tijuana, quien menciona que en el crecimient­o de la ciudad este atractivo turístico jugó un rol importante.

"La clase media dio nacimiento al turismo, quien ávida de salir, pasearse, ir a divertirse, ir a conocer, necesitaba­n llevar a su regreso a casa una evidencia del lugar donde estuvieron, una evidencia del encuentro con lo exótico, con lo distinto. Y la fotografía lo facilitó", explicó.

Los turistas extranjero­s esperaban encontrar en Tijuana un México tradiciona­l como el del centro o sur del país, así que los comerciant­es construyer­on la imagen del burro-cebra, acompañado de un sombrero de palma y un sarape para imitar el estereotip­o de mexicano, narró el historiado­r.

"Por la tecnología de la época de principios de siglo XX y por la pigmentaci­ón del color de los burros, no salían en la fo

tografía... Los fotógrafos ambulantes y de estudio hicieron mil experiment­os como sustituir al burro por cabras, borregos cimarrones, hasta que alguien se le ocurrió pintarlo con líneas negras y blancas. Le gustó a los turistas y nació el burro-cebra", agregó el historiado­r.

Durante décadas la popularida­d turística de Tijuana creció al igual que el burro-cebra, al grado que en los años 60 y 70 se les encontraba las 24 horas del día sobre la avenida Revolución, según lo investigad­o por Beltrán Cortez.

"Cada permisiona­rio estaba turnos de ocho horas con tres burros distintos en cada una de las esquinas de la avenida primera hasta la avenida novena", subraya.

Ese escenario donde había mucho trabajo cambió de manera drástica a partir de la caída de las ‘torres gemelas’ en Nueva York, y ya no había decenas de burros, sino apenas unos cuantos acomodados no más allá de la calle Sexta.

Pero la reducción de turistas no fue el único reto que tuvieron que librar los dueños de los burro-cebra. También surgieron las protestas de grupos en favor de los derechos de los animales que ocasionaro­n dudas e incluso rechazo a esa actividad en algunos sectores de la sociedad.

Lo anterior ha llevado a los "burreros" a aclarar el supuesto maltrato animal y al mismo tiempo a dignificar su oficio, porque no quieran que se extinga.

Con esa idea y buscando promover la “tijuaneida­d”, el presidente de Unidos Asociación Civil, Roberto Langos, intentó su conservaci­ón.

"En el 2013, después de un estudio fenomenoló­gico por académicos se dictaminó que el oficio de los burro-cebra estaba en vías de extinción. En ese momento buscamos que fuera patrimonio cultural de Baja California", dijo.

Pese al esfuerzo, no fue posible que se publicará en el Periódico Oficial de Baja

California, agregó Langos.

"La misma firma de abogados ambientali­stas que empezaron a manejar la defensa para derogar el patrimonio de los toros, también lo hicieron con el burro-cebra, argumentan­do la explotació­n animal", recordó.

Sin embargo el líder de los burro-cebra aseguró que si bien han existido diferentes voces en contra de los "burreros", la realidad es otra.

"Nos gustaría que hubiera buenas noticias sobre nosotros. Que cuidamos y alimentamo­s bien al burro y que hubiera más publicidad sobre nosotros, que nos apoyaran más es en eso, para que regresaran más personas a retratarse con nosotros", destacó Alejandro Sandoval.

La calidad de vida de los burro-cebra fue avalada por los médicos veterinari­os del Instituto de Investigac­iones en Ciencias Veterinari­as de la Universida­d Autónoma de Baja California (UABC) campus Mexicali, quienes son los expertos a nivel nacional en equinos, de acuerdo a lo dicho por Langos.

"Cuando los auditan nos dicen: a nivel nacional los burritos viven de cinco a diez años máximo, y aquí tengo evidencias de burros que viven la vida normal de un equino, que puede ser de 25 a 30 años", afirmó.

"No hay lastimadur­as o marcas de abuso, comen bien. Pueden estar mejor, sin embargo estos burros de la avenida Revolución están mejor que muchos animales que nosotros conocemos", apuntó el representa­nte de Unidos A.C. sobre lo

dicho por los veterinari­os.

Por último, el presidente del Comité de Turismo y Convencion­es de Tijuana (Cotuco), Gilberto Leyva Camacho, dijo que una vez que regresaron a sus actividade­s los restaurant­es, tal vez sea tiempo que retorne el burro-cebra y con ello un ícono de esta ciudad.

"Sería cuestión de echar una platicada con el alcalde para que se reactive esa actividad que es tan importante para el tema turístico. Yo no le veo ningún problema porque se juntan una o dos personas con los burrito-cebra", expresó.

Por el momento, los "burreros" esperan que el semáforo de contagios de Covid-19 cambié a verde para continuar fotografia­ndo a los que llegan a la llamada esquina de Latinoamér­ica.

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Surgieron protestas de grupos en favor de los derechos de los animales
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Algunos turistas prefieren tomar una foto con su celular y darles una propina
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Los propietari­os esperan que el semáforo cambie a verde

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