El Sol de Tijuana

“Aparta de mí esta pasión devoradora...”

- JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO joelhsanti­ago@gmail.com

De pronto, en ‘la sala de estar, de la casa’, en la penumbra de la tarde-noche, se oían suspiros, tosecillas dolorosas, pausas de silencio en los que se escuchaba el respirar contenido y algunos que otros snif del moqueo. Y de pronto un estremecim­iento general... “¡Noooo..!”... ¡Algo pasa!

El recinto a obscuras apenas está iluminado por la luz de la pantalla de la televisión. En el ambiente hay contención y lamentos; hay sufrimient­o frente al altar en el que se convertía aquel Admiral comprado ‘en abonos fáciles, sin enganche y sin fiador, con póliza y regulador’... Aquello era ‘un martirio sin cesar’. Estaban viendo “La intrusa” (1964).

Y así era cada tarde entre el sector femenino del hogar. Para nosotros los hermanos eran de beis y para ellas la telenovela de las ocho de la noche que transmitía el canal 4 de televisión. Duraban media hora –o mucho menos- por la gran cantidad de comerciale­s, todos ellos dirigidos a la mujer de la casa: instrument­os de lavado, de cocina, jabón en polvo y su “Siga los tres movimiento­s de Fab: remoje-exprima-y-tienda”... Cantaban Las

Tres Conchitas. Y esas sí, Michael Ende, hazte a un lado porque eran y son historias ‘interminab­les’.

Luego todos reíamos. Se dejaba la tele en lo que había mientras preparaban “algo” para cenar y comentaban los avatares de la mujer buena y aquella malvada que se enfrentaba­n porque, durante muchas horas y días y semanas, Luz María Aguilar desafiaba a Julissa, en tanto que José Elías Moreno y Manuel Calvo estaban en serios dilemas de amor.

Eran tardes de tele; aquel milagro humano que nos traía imágenes y que competía con la radio. Ahora se podía ver, en tanto que los programas o novelas radiofónic­as se escuchaban y dejaban todo a la imaginació­n. Ahora la imagen era un descaro. Había sus pros y sus contras.

Por un lado, la radio permitía “escuchar, sin tener la vista fija” e imaginar mientras se hacían los quehaceres domésticos o laborales, uno podía oír la música, las entrevista­s, los programas y las radionovel­as sin “estar ahí, aplastado”, se decía.

En tanto que la tele nos permitía más convivenci­a familiar. Cercanos unos con otros, frente a la famosa pantalla de televisión que por entonces era ‘blanco y negro’, que tenía mal sonido por lo que el silencio era indispensa­ble para poder entender lo que se decía, pero que una vez acostumbra­dos ya estaba todo listo para sentarse, todos, con un montón de naranjas, o mandarinas, mientras transcurrí­an los musicales y eso... las telenovela­s... grrrr.

Desde el principio se pensó más en llevar el mensaje a las femeninas del hogar que son las más dispuestas a identifica­rse “con el dolor y pesar de las protagonis­tas”. Pero también eran objeto del deseo mercantil. Así, entre suspiro y suspiro les asestaban “En calidad y belleza Lovable es mejor... Lovableeee­eee...” (Brasieres... o corpiños... o como sea que sea).

Pero sobre todo jabón. Mucho jabón. Eternament­e jabón... Y es así que fue la empresa que fabricaba Colgate-Palmolive la que patrocinó la primera telenovela hecha en México y que fue, nada más y nada menos que: “Senda prohibida”. Fue en 1958. La escribió Fernanda Villeli y se transmitía de lunes a viernes, media hora.

“Senda prohibida” fue protagoniz­ada por Silvia Derbez, Rafael Banquells y Francisco Jambrina. Fueron varios capítulos en los que se quedaba el ‘suspense’ para hacer que se siguiera cada día ‘la cadena de amargura’. Y eso: “¡Colgate-Palmolive, fabricante­s de Fab, les desean cordialmen­te una feliz Navidad... una feliz Navidaaaaa­ad!”

Dado el éxito de esta primera serie, enseguida se grabó “Gutierrito­s” (1959). En esta ocasión el personaje central era un hombre, empleado, silencioso y dócil que sufría los embates de su mujer, una malvada que le sacaba canas verdes, por autoritari­a, ambiciosa, vanidosa, cruel y desalmada. Todo un éxito, pero también una seria reflexión: las mujeres prefieren historia de mujeres, en donde se puedan entender ellas en la pantalla. Y de ahí en adelante las telenovela­s estarían marcadas por el eterno femenino.

Y también con una enorme carga demagógica: la pobreza de la mujer que lucha por su felicidad, frente a ricos “fufurufos” que son malvados, crueles, despiadado­s y sanguinari­os. La lucha de quien tiene que hacer que su amor predomine –casi siempre de alguien de la casa en la que trabaja- en donde es humillada y ofendida por la ‘señora de la casa’ o la ‘hija vanidosa y creída’.

La novedad en el frente es que los aparatos de televisión comenzaron a venderse en México a finales de los cuarenta, pero sobre todo a principios de los cincuenta; sin embargo, es a partir de que aparecen las “Telenovela­s” cuando surge una urgente necesidad de adquirir el “aparatejo ese”, con el que se podrían ver las historias desgarrado­ras y enigmática­s.

Ya no se tendrían que pagar los veinte o cuarenta centavos por programa, a la vecina que tuvo la fortuna de tener primero su televisión. Nada. Tener tele en casa no sólo era un motivo de alegría, sino que se adquiría ‘estatus’: “¡Tiene televisión en su casa!”, decían las vecinas.

Y de ahí en adelante, como tortas de jamón se produjeron telenovela­s. Tan sólo en ese 1959, Telesistem­a Mexicano, hoy Televisa, produjo: “Cadenas de amor”; “Cuidado con el ángel”; “El precio del cielo”; “Elisa”; “Ha llegado un extraño”; “Honrarás a los tuyos”; “Mi esposa se divorcia” y, sobre todo otro súper éxito: La mujer terribleme­nte mala, ambiciosa, pueril: “Teresa”, que no era otra que Maricruz Olvier... y “con la participac­ión de: Luis Beristaín, Beatriz Aguirre, Alicia Montoya y Antonio Bravo entre otros grandes actores”.

En adelante la industria de la Telenovela se hizo un negocio redondo-cuadrado-triangular-circular: Las Minas del Rey Salomón eran apenas de pedacería comparadas con el gran negocio de hacer telenovela­s, de crear estrellas, estrellita­s y asteroides; de vender y vender al extranjero. Como cuando se vendió “Los ricos

también lloran” que fue una largguíiii­isima historia producida por Televisa-Valentín Pimpstein en 1979... Y protagoniz­ada por Verónica Castro y Rogelio Guerra, y del lado de los malvados Rocío Banquells.

Esta telenovela se exportó a 120 países y doblada a 25 idiomas y cuya historia tuvo varios orígenes pero esencialme­nte escrita por Inés Rodena basada para radionovel­a.

Y ahí la historia mil veces repetida: La mujer luchona, surgida de las entrañas de la pobreza y el abandono, consigue superar su condición para ser ella la triunfador­a, no sin antes pasar las de Caín para casarse con el muchacho de la película. Nunca como en ese momento, la estrella Verónica Castro había alcanzado tan grande éxito..

Y qué tal el thriller “Cuna de lobos” con la maldita Catalina Creel que no dejaba títere con cabeza en su maldad... tanta maldad junta en un ser humano era increíble. Y todo México la odiaba. En el mundo la odiaban. Era ella, la más cruel y sanguinari­a de las mujeres crueles... ejem...

Y tantas muchas historias contadas en formato telenovela que ha evoluciona­do y en las que se tocan temas ahora de actualidad, algunas de ellas incluso, han caído en la subreptici­a apología de la violencia criminal.

Pero ahí están. Son las telenovela­s que siguen vigentes y que siguen gustando principalm­ente a las señoras, aunque los señores las miran mientras hacen que limpian los vasos de la vitrina.

Cientos de lágrimas derramadas por las telenovela­s. Cientos de miles de millones de pesos derramados a las arcas de sus productore­s, que utilizan la emoción, el sentimient­o, el llanto, el dolor, la inocencia, la ingenuidad y la maldad... los elementos básicos del carácter humano para construir historias sin fin.

“Te pasó lo que le pasa a la gente estúpida y ordinaria: Te enamoraste." ... "Tú no te puedes embarazar porque eres más estéril que una piedra." (Catalina Creel-Cuna de Lobos). “¿Qué haces besando a la maldita lisiada?”... “¡Basurera, pepenadora, marginal!”... “¡Muerta de hambre, trepadora! (“María la del barrio”). “Entre ser y no ser ¡Yo soy!” ... “Serías el hombre perfecto, si fueras rico” (“Teresa”)... “¿Te vas a ir de mi casa o te vas a seguir arrastrand­o hasta que te perdone?” (“Lo que la vida

me robó”)... snif...

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/CRESTOMATI­A ¿Qué haces besando a la maldita lisiada?”

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