N embargo se mueve
ser ese rincón bohemio en el que creció para convertirse en “territorio comanche”, donde conviven coreanos, tables dance, narcos, galerías y cafés hipsters por igual.
A 25 años de comenzar su faceta de empresario, actualmente Tito mantiene abiertos tres centros nocturnos ahí: El Cabaretito Fusión, el Cabaretito Punto y Aparte y El Taller, donde su obsesión por la comedia acompañada de la bebida y la comida continúan vigentes.
Para él, los Cabaretitos siempre han representado un lugar seguro para los diferentes, pero sobre todo, un centro de la “diversión democrática”, donde todo aquel que tenga para pagar una cerveza puede pasar un buen rato sin las constricciones de etiqueta y presupuesto que la industria del entretenimiento actual exigen.
“David (su esposo) y yo decidimos que íbamos a abrirle un espacio a esos jóvenes que no tenían un lugar para reunirse. Al principio estaba muy preocupado porque llegaban cinco chavos, pedían una cerveza y cinco popotes. ¿Cómo la íbamos a librar ahí? “Pero me dijo que iban a crecer y si los tratábamos bien iban a regresar. Y por supuesto que tenía toda la razón, tenemos una clientela muy fiel”.
Según Tito, a pesar de un ambiente de corrección política y polarización extrema, la comedia sigue sirviendo como instrumento de diversión popular, pero también de reflexión social.
“La comedia persigue burlarnos de los personajes viciosos, de los estúpidos, de los mentirosos en todos los ámbitos (...) pero nunca de las víctimas.
“Entonces que se ofendan de lo que quieran ofenderse, no por el lenguaje incluyente. Que se ofendan por las mujeres que matan impunemente, por cómo los trata el gobierno”.