El Sol de Tijuana

Lunas exóticas

en el sistema solar

- GERMÁN MARTÍNEZ GORDILLO Sociedad Astronómic­a de Puebla Germán Martínez Hidalgo A. C.

Hace pocos días se anunció el descubrimi­ento de nuevas lunas alrededor de Júpiter, que lo llevan a retomar su lugar como el planeta con más lunas, 92 en total. Le sigue Saturno con 83, Urano con 27, Neptuno 14, Marte 2 y la Tierra 1. Mercurio y Venus no tienen.

En los planetas enanos. Plutón tiene 5, Haumea 2, Eris 1 y Ceres y Makemake ninguna. Además, existen asteroides con lunas a su alrededor.

Con tantas lunas en el Sistema Solar, resulta que muchas son tan interesant­es incluso más que los planetas. Conozcamos algunas de las más sorprenden­tes.

JÚPITER

De sus 92 lunas, 4 podemos observar con telescopio, incluso de los pequeños y desde la ciudad. Las lunas se observan como puntitos luminosos tenues, dispuestos en línea recta a cada lado de Júpiter. Cada día cambian de posición, por eso existen apps astronómic­as que muestran su posición diaria. Son las mismas 4 lunas que descubrió Galileo: Io (io), Europa, Ganímedes y Calisto.

Io (3600 km de diámetro) tiene 400 volcanes activos, ríos y plumas de lava por doquier. Europa (3520 km) es una canica de hielo con un océano de agua líquida bajo el hielo, parece tener las condicione­s para sostener la vida.

Ganímedes (5270 km) y Calisto (4820 km) son de roca, con océanos subterráne­os y atmósferas tenues con oxígeno. Calisto se encuentra lejos de la radiación de Júpiter, por lo que podría albergar una futura base de exploració­n joviana.

Ganímedes es la luna más grande de todas en el Sistema Solar, incluso es mayor que Mercurio (4880 km). Los científico­s están muy interesado­s en estudiar Europa, por eso en 2024 despegará la sonda Europa Clipper y arribará a Júpiter en 2030.

Durante febrero de 2023, observe a simple vista, al anochecer, al oeste (poniente), a Júpiter (arriba) y Venus (abajo). Ambos planetas se mueven para encontrars­e en conjunción el 1 de marzo.

SATURNO

Alrededor del planeta de los anillos se encuentra Titán. Es, junto con Europa y Encélado, de las lunas más prometedor­as para tener vida o al menos sostenerla.

Titán (5148 km) es un mundo familiar, tiene continente­s, océanos, lagos, islas, nubes, lluvias, nieve y vientos. Pero en lugar de agua, lo que hay en Titán es metano y etano.

Titán es bien conocido ya que en 2005 aterrizó allá la sonda espacial Huygens. En 2027 despegará el dron Dragonfly y llegará a Titán en 2034.

Hyperión (300 km), una de las lunas más extrañas. Al parecer, es parte de una antigua luna fragmentad­a por el choque contra otra luna o un cometa.

Hyperion tiene una superficie cargada de cráteres, que le dan la apariencia de esponja o fósil marino.

Mimas (400 km), es conocida por los fanes de Star Wars como La Estrella de la Muerte, por su similitud a esa estación espacial ficticia. Mimas presenta un enorme cráter de nombre Herschel, de 130 km de diámetro.

Mimas tiene rotación sincrónica, es decir, conforme avanza alrededor de Saturno, gira sobre su propio eje, mostrando siempre el mismo lado al planeta, como nuestra Luna.

Jápeto o Iapetus, tiene 1500 km de diámetro y una cresta ecuatorial que la asemeja a una nuez. Pero lo extraño de Jápeto es su doble tonalidad. De un lado es obscuro, mientras que del otro lado es claro y brillante. Se desconoce el porqué la dualidad en la tonalidad.

Pan, de 14 km de diámetro, se encuentra dentro de los anillos de Saturno, en la división de Encke. Lo que resulta interesant­e de Pan es su forma, un verdadero plantillo volador.

Janus (178 km) y Epimetheus (115 km), son dos lunas que comparten la misma órbita alrededor de Saturno. Cada 4 años intercambi­an su posición de distancia a Saturno, algo único en el Sistema Solar.

Con tantas lunas en el Sistema Solar, resulta que muchas son tan interesant­es incluso más que los propios planetas

92

LUNAS en total tiene Júpiter, es el planeta que más posee

Encélado (1025 km) es tal vez el mundo más prometedor de todos para tener vida. Encélado refleja el 99% de la luz que recibe del Sol. Tiene actividad criovolcán­ica (volcanes de hielo) y debajo de la capa de hielo existe un océano global.

4

DE ELLAS (Io, Europa, Ganímedes y Calisto) pueden ser observadas con un telescopio

URANO

Miranda (470 km) o la luna Frankestei­n, está cubierta de cañones impresiona­ntes. Se piensa que fue destruida hace millones de años por el impacto de otra luna o cometa, y con el tiempo, todos esos fragmentos se reagruparo­n una vez más, dando forma a la extraña luna. Otra teoría dice que una fuerte colisión con otra luna, dejó a Miranda casi destruida.

NEPTUNO

Tritón (2700 km), una luna que tal vez fue un planeta enano capturado por la gravedad de Neptuno, tiene actividad volcánica y una atmósfera rica en metano y nitrógeno. Por su enorme distancia al Sol, Tritón es un mundo frío, el nitrógeno atmosféric­o se precipita en forma de escarcha, lo que hace que Tritón refleje mucha luz.

PLUTÓN

La luna Caronte (1200 km) es enorme respecto al planeta enano Plutón, ¡poco más de la mitad de su tamaño! Caronte está cubierto de hielo de agua y al parecer no tiene atmósfera.

Muchas lunas son más interesant­es que los planetas. Algunas podrían tener vida o al menos sostenerla. ¿Qué secretos esconden aquellas lejanas lunas? En unos años lo sabremos.

german@astropuebl­a.org

“Espejito compañero, mírame qué triste estoy…”; “Soy espejo y me reflejo”; “¡Mírate en ese espejo… entiende!”; “Espejo de discordias”; “Es el espejo de tu vida”… Y tantos otros dichos que se dicen de uno de los inventos más queridos y odiados por el ser humano…

El espejo como reflejo exacto de la vida, testigo y cómplice de nuestros más íntimos secretos, de nuestras virtudes y nuestras perfidias, de nuestro pasado y presente, de nuestros sueños más recónditos que sólo a el espejo confiamos cada día, cada mañana, cada tarde o en los momentos de insomnio…

El espejo fiel compañero y amigo; ese objeto que parece inanimado pero que es nosotros, uno y uno, frente a frente, sin ningún secreto, nada que ocultar porque lo que está ahí, frente a nosotros, es nosotros frente a nosotros.

Y no miente. No engaña ni atenta contra la verdad. Si volviéramo­s a su cada día en reversa, veríamos cómo nos vio hace minutos, horas, días, semanas, años que parecían ser una vida pero que son muchas vidas registrada­s ahí, en ese espejo cotidiano…

El espejo que nos despierta por las mañanas, el que puede ir con nosotros, el que nos espera de tarde en tarde y cuando nos despedimos del día para dormir y descansar con el recuerdo del día ocurrido puesto ahí, en esa mirada eterna: Dichosos seres humanos que concebimos –alguien, entonces--, el milagro de la dualidad puesta al día.

Es el espejo de “Alicia en el país de las maravillas” porque Alicia se ve en el espejo de su recamara cuando, de pronto, como sin proponérse­lo, lo atraviesa y entra en un mundo de fantasía. Es un enorme tablero de ajedrez, donde la vida se convierte en un juego; Alicia, ahora como peón blanco, cruzará el tablero y así se transforma­rá en reina. Bajo las enseñanzas de la malhumorad­a Reina Roja, Alicia emprende el fantástico viaje y conoce a los personajes más divertidos y estrafalar­ios…

Es el espejo de la reinamadra­stra de Blanca Nieves, al que acude cada día para que alimente su vanidad y le repita y le repita y le repita que ella es la más bonita del reino… aunque un día, ese mismo espejo habrá de decir la verdad porque la pequeña hijastra, por su lozanía, por su frescura, por su bondad, dulzura y belleza es eso: la más bella del reino, lo que enfurece a la madrastrab­ruja y habrá de desencaden­arse la historia del ensueño y el rescate… Y es el ‘Espejo de Oesed’ de Harry Potter, el que refleja los deseos de quien se miraba en él.

Es uno de los espejos más fascinante­s que se han pintado, el del artista holandés Jan van Eyck en “El matrimonio Arnolfini” (1434). Los esposos reflejados en un espejo convexo que representa al mundo entero, aquel mundo y aquella particular­idad doméstica puesta en arte. Es el espejo el objeto central de aquel portento de ilusión y de expectativ­as, como también ocurre en “Las meninas” de Diego Velázquez.

Es el espejo que los aztecas vinculaban al dios Tezcatlipo­ca. Son los espejos que se elaboraban al pulir un vidrio volcánico de color negro, la obsidiana. Estos espejos eran usados para conectar el reino terrenal con lo etéreo, invocando al mismo Tezcatlipo­ca, que era el señor de la noche, la memoria ancestral y el recorrido vital: Sólo el espejo sabía el secreto de la vida, el dolor, la felicidad, la muerte.

Escriben sobre su propia obsesión en el espejo, Marcel Schwob, H.P. Lovecraft, Virginia Woolf, Isaac B. Singer, G. K. Chesterton, Goran Petrovic, Borges, Allan Poe, Walter de la Mare, Angela Carter, Bioy Casares o Giovanni Papini en cuyos textos el espejo ejerce una poderosa influencia y vitalidad, pero también temor y angustia.

En “Las metamorfos­is” de Ovidio (año 8, dC), el poeta romano recrea el mito de Narciso, quien se asoma a un estanque y, enfrentado a un espejo de agua, se enamora de su propia imagen, con fatales consecuenc­ias, pues al acercarse tanto a sí que cae y se ahoga.

Muchos años después lo mismo ocurre a la protagonis­ta de “El espejo de Lida Sal”, de Miguel Ángel Asturias en el que una muchacha, en busca de un espejo para contemplar­se con su traje de boda, se coloca en un risco sobre el mar; cae a las olas y se ahoga en su propio reflejo.

Dice Germán Arciniegas que “Un espejo tiene de ventana lo que podría llamarse la pared mágica que separa las estancias del tiempo. Quien se asoma al espejo deja del lado de acá el cuerpo. Lo que ve del otro lado es la imagen sin carne ni huesos.

“… Se sabe que del otro lado del espejo no hay sino imágenes, algo así como el alma de las cosas. Miradas, sonrisas. Los mexicanos tenían toda la razón al darle el espejo al muerto, porque iba a caminar como entre recuerdos.”

Entre los Mexicas, al enterrar a los grandes señores, colocaban en las urnas funerarias espejos que sirvieran a los muertos para orientarse en el laberinto de los caminos subterráne­os que existen en el más allá. Eran espejos de hojas de obsidiana o de lava volcánica que los antiguos mexicanos pulían con total perfección, para mirarse en ellos.

Y a todo esto. ¿Cómo es que surgieron los espejos como creación humana para encontrars­e en ellos y ser parte de ellos por años, por siglos…?

El espejo, del lat. Speculum, tal y como lo conocemos hoy se inventó en 1835 en Alemania. Fue el químico Justus Von Liebig quien desarrolló un proceso en el que se aplicaba una delgada capa de plata a una de las caras de un vidrio. Gracias a esta técnica de reproducci­ón los espejos empezaron a multiplica­rse de forma masiva en el mundo. Si. Pero…

Muchos siglos antes hubo distintos tipos de superficie­s que trataban de emitir reflejos. El hombre quería verse, entenderse y reconocers­e como ser visible, vital y humano, precisamen­te.

Se sabe que fueron los habitantes de Anatolia, hoy Turquía, quienes hace ocho mil años inventaron los primeros espejos a partir de obsidiana pulida. La misma obsidiana que los mexicas utilizaban, también pulida, para verse y recorrer caminos desconocid­os.

Entre los años 4,000 aC y 3,000 aC surgieron espejos fabricados de cobre pulido en Mesopotami­a y Egipto. Mientras que en China y la India estos objetos se comenzaron a fabricar en bronce.

Si bien el vidrio se utilizaba para la fabricació­n de utensilios como botellas, copas y joyas, a través de las técnicas del moldeo y el soplado, los primeros espejos de cristal no apareciero­n hasta el siglo XIV. Fueron los sopladores de vidrio de Venecia los que dieron con la primera fórmula que utilizaba el vidrio con este fin.

La ruta para la creación del espejo aumentaba en la medida en que el hombre y la mujer querían verse fuera de sí. Antes se identifica­ban por lo que les decían, cómo los veían otros. Acaso buscaban su rostro en estanques de agua y en espacios que podrían reflejarlo­s de forma casi exacta. Pero faltaba esa dimensión del sujeto y el brillo de los ojos, la luz de la sonrisa, el bajo mirar de la tristeza.

Los bustos de mármol y las pinturas de origen intentaban mostrar cómo era el personaje aludido. Las esculturas griegas o romanas eran eso. Y halago. Son obras de arte que nos legan el paso del tiempo y la semejanza entre los mortales.

Pero el espejo es nosotros y más. Y sin embargo una cosa queda pendiente. El espejo refleja lo que ve y las esencias de lo que ve; pero es un plano único, es un frente liso y sin las dimensione­s absolutas del reflejado. No existe la espalda si estamos de frente, a menos que se dé la espalda al espejo, pero queda fuera el frente. Es un yo, y un segundo yo.

Eso es: un segundo yo en el espejo que nos mira y nos recuerda el paso del tiempo, el paso de nuestros sueños, el paso de nuestra vida que se agota frente a frente con el espejo para decirnos que un día estuvimos ahí, y nos quisimos y nos miramos con alegría, regocijo, orgullo, dignidad y que siempre será así, a pesar del tiempo que es tan insondable como nuestra sonrisa fiel o nuestra nostalgia.

“Estoy solo y no hay nadie en el espejo.” (Borges); “¿Le parece posible que se viva delante de un espejo que, a lo más, no satisfecho con devolverno­s la imagen de nuestra misma expresión, nos la devuelva como una mueca irreconoci­ble de nosotros mismos?” (Luigi Pirandello); “En fin, concluyó el inspector Cuenca, cuando terminé de leer el libro me acordé de que una vez le oí a un profesor en televisión que un libro es como un espejo y que no es uno el que lee los libros sino los libros los que lo leen a uno…” (Javier Cercas).

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Europa, Calisto y Ganímedes
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IMÁGENES:NASA
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Imagen de Hyperion
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