El Sol de Tijuana

Un socio de empresa criminal

- @velediaz42­4

En marzo de 2012 pocos meses antes de que concluyera el sexenio de Felipe Calderón, un almirante, un general de división, y un oficial de la armada de México, presentaro­n un estudio donde advertían que donde quiera que hubiera un conflicto entre dos o más facciones o escisiones de una organizaci­ón criminal, se encontraba “la mano útil del Cártel de Sinaloa”.

El trabajo era la tesis de maestría en seguridad nacional por el Centro de Estudios Superiores Navales del almirante José Luis Arellano Ruíz, actual subsecreta­rio de Marina, del general de división hoy en retiro Moisés García Ochoa, quien aspiró a la titularida­d de la Defensa Nacional en aquel año, y del capitán de navío Antonio Velasco Mos, titulada “La estrategia nacional contra la delincuenc­ia organizada y su impacto en la seguridad nacional”.

En su análisis los altos mandos militares decían que “mientras las luchas internas y presiones externas de los organismos de control militar de México y las fuerzas federales han debilitado a todos los otros cárteles, el Cártel de Sinaloa ha demostrado ser inmune a la crisis y está creciendo”. Advertían que la influencia de esta organizaci­ón en la ola de violencia que sacudía en aquel momento a ciudades como Reynosa y Monterrey, donde la organizaci­ón conocida como Los Zetas había lanzado una ofensiva contra el Cártel del Golfo, en aquel momento socio de los sinaloense­s, era “en respuesta a las pocas acciones por parte del gobierno por mantener el estado de derecho” en esos lugares.

La tesis de estos tres oficiales de alto rango de las fuerzas armadas, con experienci­a en operacione­s contra el narcotráfi­co, se sustentaba en una serie de episodios donde era evidente la colusión de funcionari­os de distinto nivel en la protección de una organizaci­ón cuya hegemonía creció a partir de la alternanci­a partidista en el año 2000 en la presidenci­a de la república.

Años antes en diciembre del 2006 uno de los generales de alto rango que acababan de incorporar­se a la entonces Policía Federal Preventiva (PFP, decía que había en las acciones emprendida­s por Genaro García Luna como secretario de Seguridad Pública “pura pantomima”, refiriéndo­se a la Operación Conjunta Michoacán, que comenzó en aquel momento con un despliegue de fuerzas federales en la región de Apatzingán, Buenavista y Tepalcatep­ec en lo que días después se anunciaría como el inicio de la Estrategia Nacional Contra la Delincuenc­ia Organizada mejor conocida como “guerra contra el narcotráfi­co”

—Ya les avisaron a todos los jefes, se fueron desde hace días—comentaba off the record aquel mando militar retirado que años atrás había sido jefe de la sección segunda (inteligenc­ia militar) del Estado Mayor de la Defensa Nacional y que tenía informació­n importante sobre lo que ocurría en esa región.

El general contó que los mandos civiles encabezado­s por García Luna habían llegado a un acuerdo con los jefes del tráfico de drogas en la Tierra Caliente michoacana. Habría decomisos de armas, detencione­s, y destrucció­n de plantíos para la foto pero a los cabecillas no los tocarían.

La reticencia castrense a García Luna era evidente desde entonces, y motivó un distanciam­iento en la segunda mitad del sexenio entre Calderón y la cúpula militar. La sentencia en la Corte de Brooklyn confirmó que había razones de peso.

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