El Sol de Tijuana

Impone paso en la industria

- BELÉN ELIGIO

SSheyla se recuerda a sí misma como una niña muy histriónic­a, que siempre estaba en busca de dar su mejor actuación, incluso en situacione­s de la vida cotidiana. “Cuando mi mamá me regañaba, iba al espejo para ver cómo tenía que llorar”, comenta en entrevista con este diario. Esas cualidades, y la seguridad que adquirió cantando en reuniones familiares, la llevaron a debutar en la televisión en 1995, dentro del concurso “Valores juveniles” (de donde también salieron figuras como Ana Gabriel, Mijares y Ana Bárbara).

Su buen desempeño le abrió las puertas de otras grandes produccion­es como “Picardía mexicana”, “Confidente de secundaria”, “Canción de amor”, “La cajita del placer”, y “Cero en conducta”.

“Esa cuestión de ser “gordita” fue algo que sin querer me abrió muchas puertas. Como mujer con sobrepeso, no te puedo decir que no me hicieran feito o cosas de ese tipo, porque sí sucedía, pero también te puedo decir que el hecho de ser yo como soy me abrió las puertas de telenovela­s y programas de televisión, y de aprender a reírme de mí misma”.

Desde ese momento la también cantante comenzaba a abrir el camino para que existiera mayor inclusión en la pantalla, y se empezara a romper estereotip­os en cuanto al físico que debe tener una mujer. “Siempre vi como positivo ser completame­nte diferente”.

“Sin temor a equivocarm­e, sé que más de una compañera al día de hoy, en su momento cuando empezaron, venían atrasito porque yo venía pateando puertas, eso ha sido importante porque he hecho otros personajes que no precisamen­te fueron por ser gordita”.

Uno de estos papeles fue el de Cleodomira La chata Rivadeneir­a, que apareció en la telenovela Zacatillo, un lugar en tu corazón , y era la amante del personaje de Arath de la Torre (Carretino ).

Haber logrado interpreta­rla fue un logro, pues además de que el guionista, Pedro Pablo Quintanill­a, la escribió específica­mente para ella, le dio una oportunida­d que años atrás le había sido negada por su talla.

“Hubo una productora que me ofreció una telenovela con un papel estelar, pero me pidió bajar 40 kilos de peso. Me sometí a una dieta muy cañona, casi de puro líquido, y no bajé ni diez kilos. Me dio mucha frustració­n, coraje y tristeza, porque el precio era sacrificar mi salud y a ella no le importó”.

Con semblante serio, Sheyla continuó: “En esa ocasión me dio para abajo muchos meses, porque sí me veía haciendo esa telenovela, sí me visualizab­a en ese personaje, y cuando me dicen no, me fui a un hoyo donde subí más de peso”.

Antes de que se confirmara su participac­ión en Zacatillo, la misma persona que le había solicitado cambiar su físico le volvió a pedir que bajara de peso para dar vida a “La chata”, pero en esta ocasión se negó rotundamen­te, pues no estaba dispuesta a ponerse en riesgo nuevamente.

“Le dije esto es lo que hay, no hay más ni menos. No voy a sacrificar mi salud, ya lo hice una vez, me mandaste a bajar 40 kilos”, contó. “Ya había llorado demasiado el hecho de que me hubiesen borrado de una telenovela por no cumplir con la talla, y “La chata” sí vino para mí y con cosas muy buenas”.

TRIUNFO EN LA COMEDIA

Otro de sus papeles más famosos es el de Zoila Gordoa Delgadillo de Cero en conducta, el cual llegó a sus manos a través de la directora de televisión Luigina Tuccio, quien en ese entonces estaba casada con el director y productor del programa, Jorge Ortiz de Pinedo.

“Me decía que había muchas chavas muy guapas para formar parte del programa, pero ella de niña había sido la 'llenita' del salón, y siempre había pensado que hacía falta una niña gordita que siempre había en los salones”, recordó.

La artista considera que este proyecto le ayudó también a forjar un carácter más duro, pues reconoce que en un inicio le costaba escuchar las bromas que le hacían a su personaje, pues las sentía demasiado personales, pero con el tiempo entendió que se trataba simplement­e de un guion.

“La Sheyla de ese entonces estaba muy asustada, en el 95 o 97, por ahí, era una mujer muy temerosa de quedarme encasillad­a en ser 'la gordita' del salón o de la escuelita”, señaló, y agregó que también veía con tristeza cómo se tergiversa­ba la idea de la imagen corporal.

“Pocos retos actorales me han tocado donde nos les importe mi talla, pero en su momento veía a mis compañeras, y oía la queja constante de que estaban bien gordas, y yo sí lo estaba. Ellas se sentían mal por ser talla cinco o siete, y yo llegué a ser talla 26, era increíble oírlas decir que estaban gordas y tenían celulitis. Yo decía tengo todo eso y me siento a toda madre”.

Sin embargo, no estuvo exenta de episodios incómodos, pues según platica, durante una de las funciones del show en vivo en el Teatro Blanquita, uno de sus compañeros del elenco realizó una broma de mal gusto.

Pero fue gracias al apoyo de su compañero Luis Miguel Hernández Queli, quien le dio una idea ingeniosa de cómo responder al insulto. “Me dijo algo como “deja de molestar príncipe charro”, y como una fórmula de comedia él debía preguntar por qué le dije así, y yo respondía “por no decirte pinche chaparro””.

“Fue un aplauso que se oyó como si hubieran metido un gol en el Azteca, después de eso fui a hablar con Jorge, y le comenté que ese chiste me lo había dado el compañero, que además era uno de los escritores, y Ortiz de Pinedo quitó el otro chiste y dejó el mío”.

DESEA ELIMINAR ETIQUETAS

Durante los casi 30 años que lleva en la televisión, Sheyla no considera que haya grandes cambios en cuanto a la representa­ción de las personas de talla grande, pues no hay produccion­es en televisión abierta que tengan a personas “plus size” en roles protagónic­os.

“Sigue siendo un estereotip­o completame­nte, no hay oportunida­d que un estelar sea una persona con sobrepeso. Había una telenovela que se llamaba Mi gorda bella (2002), y te quiero decir que Natalia Streignard (la protagonis­ta) es una modelo de más de 1.70, y la llenaban de botargas para luego mostrarla buenísima”.

“No hay oportunida­d, no se ha visto nada parecido al menos en Televisa y Telemundo que es donde he trabajado, donde el personaje de una mujer gordita sea más allá de una celestina, o de una monja. No ha habido un avance, ahora los manejan como disfrazado, porque se siguen riendo de las personas gorditas y discrimina­ndo”.

A lo largo de las veinte novelas en las que ha participad­o, ha observado que el estereotip­o de las personas con sobrepeso sigue siendo que comen en exceso, y aunque el debate sobre la gordofobia ha sensibiliz­ado un poco a las personas, considera que es necesario tener historias más realistas que reflejen la lucha por la que atraviesan.

“Películas como “La ballena” pueden llegar a remover mucho más que una portada de revista con una mujer “llenita”, porque ahí puedes ver el dolor que vive una persona con una obesidad muy mórbida. El público en general no se ha sensibiliz­ado al millón con respecto a lo que significa estar gordito”.

En su opinión, un verdadero avance sería que se eliminaran por completo las etiquetas, y finalmente entender que al final todos somos personas. Con una sonrisa, Sheyla finalizó la charla externando su deseo de que eso suceda antes de que ella parta de este mundo.

“Me gustaría verme representa­da en proyectos, y que sean dignos, no solamente la celestina, o el personaje de la metiche, la monjita, quisiera ver personajes con más complejida­d. Al final de cuentas somos hombres y mujeres y tenemos lo mismo”.

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