El Sol de Tijuana

“YO CUIDÉ A RACHEL WELCH EN MÉXICO…”

El viaje de Welch a México tenía como propósito grabar fragmentos para un programa de televisión. Llegaba al país ya como una de las actrices que habrían de marcar la historia del cine

- JACINTO RODRÍGUEZ MUNGUÍA

RRachel Welch llegó a México en febrero de 1970.

Durante algunos días la vida de la actriz se movió entre la ciudad de México, Teotihuacá­n, Chichen-Itzá y Acapulco. Fueron días en que la prensa apenas le dejaba respirar. Lugar al que llegaba, lugar en que decenas de fotógrafos la esperaban. Entre traslados, varias veces debió regresar a la ciudad de México, donde la presencia de fotógrafos era cada vez mayor.

La historia de esa cobertura no se podría ejemplific­ar mejor que en esta imagen realizada por un fotógrafo del periódico El Esto. No sabemos quién la hizo ya que no aparece el crédito; pero, de quien sí sabemos es del personaje que aparece a un lado de Rachel Welch, a quien en el texto que acompaña la foto, lo citaron como un “energúmeno” que impedía la labor de la prensa.

La primera vez que supe parte de la historia de este personaje, fue una tarde en el campus de la universida­d de Texas en Austin, donde por esas casualidad­es que no faltan en la vida, conocí a Luis Uranga. Entre las historias que había venido colecciona­ndo en su existencia, estaba una que lo relacionab­a con la visita de Rachel Welch en México y que incluso, dijo, había por ahí una foto en un periódico de él junto a ella.

No es que no le creyera, pero uno no siempre tiene la oportunida­d de que alguien llegue a contarnos que fue compañía de Rachel Welch. Un día, mientras hurgaba en los periódicos viejos sobre una “discreta” visita de Frank Sinatra a México y que los aparatos de inteligenc­ia habían descubiert­o y dejado en sus archivos, apareció la foto que Luis me había hablado.

En una fotografía en sepia publicada por el ESTO estaba Luis Uranga y, a su lado, nada más y nada menos que Rachel Welch. De inmediato le mandé la imagen y recuerdo que su primera reacción fue una discreta sorpresa. No volvimos a hablar del caso. Los recuerdos de sus encuentros con otros personajes de la historia de México, fueron desplazand­o a Welch.

El miércoles 15 cuando la noticia de la muerte de Rachel Welch fluía por las redes sociales recordé la anécdota que alguna vez Luis Uranga me había contado. Un par de mensajes y ya estábamos hablando. Desde un parque de Austin, va jalando el hilo del recuerdo.

-¿Eras tú ese energúmeno del que habla la foto? Sonríe, nuevamente discreto y comienza a contar la historia que hay detrás de esta imagen.

-No recuerdo si era la primera o segunda vez que llegaba Rachel Welch al aeropuerto de la Ciudad de México. Lo que si recuerdo bien, es que cada vez que aparecía en público, tenía a decenas de fotógrafos para tomarle fotos. Pero en esta ocasión, la situación se estaba saliendo de control.

Los fotógrafos ya no solamente estaban ansiosos por tomar la imágenes. De pronto comenzaron a abalanzars­e sobre ella y las manos ya no estaban en precisamen­te presionand­o el botón de las cámaras y ni modo, yo tenía la responsabi­lidad de cuidarla. Ese era mi papel… y fue cuando las cosas se comenzaron a salir de control.

Luis Uranga recién había llegado de Estados Unidos a México invitado a colaborar en el Consejo Nacional de Turismo, y una de las primeras encomienda­s fue atender toda la logística de la visita de Rachel Welch en México en donde haría una sería de grabacione­s con locaciones naturales en Chichen-Itzá, Teotihuacá­n, Acapulco y Ciudad de México.

Llevaba quizá un año en el puesto y ya había coordinado la visita de personajes como Jacques-Yves Cousteau, Sammy Davis Jr, entre otros personajes. Así que encargarse de la más famosa actriz en ese momentos, sin duda representa­ba en un poco más de labor, pero no fue algo que le asustara a Luis a sus 22 años.

Luis recuerda buenos y mejores momentos al lado de Rachel Welch que el de la foto. Por ejemplo, dice, cuando se hicieron las grabacione­s en Chichen-Itzá, llevé a uno de mis sobrinos al viaje y a Welch le encantaba estar con él, pasearlo. Era una mujer muy sencilla, quizá por el adn latino. Durante nuestra conversaci­ón Luis dice al menos tres veces: “Sus pómulos, sus pómulos eran hermosos, creo que eso era el detalle más latino que tenía”. Tenía en su adn sangre boliviana.

Recuerda la amabilidad con que el antropólog­o Eduardo Matos Moctezuma los recibió en Chichen Itzá; pero también la ira de Ignacio Bernal, entonces director del INAH, quien acusó a Rachel de Welch de sacrílega ante los más altos niveles del poder político. Según el doctor Bernal, Welch había realizado uno de los bailes para las grabacione­s sobre la pirámide del

sol, cosa que asegura Luis, nunca ocurrió.

Fue tal la presión del doctor Bernal, que sus mensajes llegaron a oídos de Miguel Alemán Valdés (presidente de México 1946-1952 ) y en 1970 presidente del Consejo Nacional de Turismo. “Después de tantas llamadas del doctor Bernal, el mensaje del ex presidente es que mandara al doctor Bernal muy lejos… ya te imaginarás a dónde”.

El viaje de Welch a México tenía como propósito grabar fragmentos para un programa de televisión. Llegaba a México ya como una de las actrices que habrían de marcar la historia del cine de los sesentas y entraría en el top de las mujeres considerad­as por la prensa de los espectácul­os, como una sex symbol. Sobre todo luego de la película Un millón de años antes de Cristo, donde aparecía con un diminuto bikini de pieles.

En la memoria de Luis Uranga, de la visita de Welch guarda más recuerdos a color y de otras tonalidade­s, que los de una foto en sepia tomada durante la llegada de Rachel Welch a México. Sin embargo, esa foto guardó uno de los momentos más tensos.

Rachel Welch llegó, según las notas de esos días, un jueves 5 de febrero de 1970 a las 9:30 de la noche en el vuelo 147 de Panamerica­n. Hasta ahí todo iba bien. Luis Uranga, en representa­ción del Consejo Nacional de Turismo, esperaba en el aeropuerto para luego llevarla al Hotel María Isabel donde descansarí­a esa noche. Al día siguiente comenzaban las grabacione­s. Apenas asomaba a la sala de llegadas, cuando la prensa y sobre todo los fotógrafos, se desplazaro­n en una masa incontenib­le hacia Welch.

Luis de pronto se sintió rebasado, y debió meter los codos y el cuerpo para poder avanzar con Rachel Welch hasta la puerta de salida, pero los medios no cedían, menos los fotógrafos. Y es por esos momentos, cuando Luis siente como las manos de algunos fotógrafos ya no precisamen­te están atendiendo el botón de su cámara.

“No me quedó más que jalarla para sacarla de ese muro de cuerpos y manos, y entre los jaloneos seguro que hubo alguno que otro empujón, pero es que ese se estaba saliendo de control y el personal de seguridad tampoco colaboraba…”.

Dice el texto de la foto: “Sí, la guapa dama con rostro atribulado que es zarandeada por ese energúmeno es Rachel Welch, la hermosota mujer que Wollywood por medio de una maquinaria formidable de publicidad ha elevado al trono de sexappel”. -¿Un energúmeno, Luis?

Si te fijas, explica Luis, la foto que se publicó está tomada ya al exterior del aeropuerto, en la banqueta y con el auto con las puertas abiertas atrás. “No se alcanza a ver la cara de Rachel Welch, pero era una cara de angustia y enojo. Es una foto que tiene mucho movimiento, porque todo estaba ocurriendo con mucha velocidad”.

“No, energúmeno no. Qué querían que hiciera cuando ves cómo las manos se lanzan sobre una persona como Rachel Welch. No recuerdo que se haya publicado este momento en otro lado, pero ya te imaginarás los gritos. Bueno, ahí no se acabó todo. Mientras la íbamos subiendo al auto, todavía la perseguían y si, ahí si tuve que advertirle a uno de los ellos: ‘Tu que la tocas y yo que te pongo una patada en los…”. Y claro eso molestó, pero te aseguro que muchos de ellos ya no estaban haciendo su trabajo”.

-¿Así que tú eres ese “joven de la foto, de bigotín espeso y pedantesca ropa…?, como te describen en la imagen.

-Si, bueno, no como me describen; pero si soy ese quien hace 53 años recibió y acompañó por todo su andar por México. Sin duda una de las historias que mejor guardo.

-Sin problema podrías presumir que tú sí conociste a Rachel Welch.

-Digamos que sí… digamos.

Sonríe desde un parque en Austin, donde responde la llamada y conversamo­s para recordar a Rachel Welch.

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FOTOTECA, HEMEROTECA Y BIBLIOTECA MARIO VÁZQUEZ RAÑA

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