El Sol de Tijuana

La Tigresa fue símbolo del desacato

IRMA SERRANO CREÓ SU PROPIO MITO EN EL ARTE Y LA POLÍTICA; MURIÓ ESTE MIÉRCOLES EN CHIAPAS, A LOS 89 AÑOS

- EDUARDO BAUTISTA

Irma Serrano fue casi todo. Símbolo de liberación femenina, actriz de cine y cabaret, productora teatral, empresaria del entretenim­iento, musa de Diego Rivera, coleccioni­sta de antigüedad­es, prima de Rosario Castellano­s, cantante ranchera, socia de Alejandro Jodorowsky, senadora del PRI, que luego se declaró independie­nte y también simpatizó con el PRD; amante de Gustavo Díaz Ordaz y de Fernando Casas Alemán, señora rica y solitaria, renegada de la maternidad.

“Más allá del hecho de que fue un personaje tremendame­nte mediático, en el momento de su esplendor, tuvo una clara picaresca social y política”, observa Gerardo Ballestero­s, crítico cinematogr­áfico de

El Sol de México.

“Tuvo algunos títulos interesant­es no exentos de esa idea de una especie de libertad y transgresi­ón”, agrega el experto, acerca de la actriz fallecida este miércoles en Chiapas a los 89 años.

“Tiburonero­s es uno de sus títulos emblemátic­os, de Luis Alcoriza con guion también de él; por supuesto, El monasterio de los buitres, con guion de Vicente Leñero; Naná, que tenía cierta aura de escándalo ya en una época en que La Tigresa había forjado su mito, basado en la irreverenc­ia, no siempre voluntaria y Los amantes del señor de la noche con guion del dramaturgo Hugo Argüelles y la actriz Isela Vega”, apunta Gil Ballestero­s.

LA LIBERACIÓN CÍNICA

La Tigresa fue el rostro de un tiempo de claroscuro­s, en el que las mujeres eran relegadas a mero objeto sexual, pero también en el que —producto de una lucha de muchos siglos— encontraro­n la oportunida­d para plantar cara a un machismo recalcitra­nte. Irma Serrano lo hizo así durante muchos años. Y de una forma, casi siempre, cínica. El título de su autobiogra­fía como botón de muestra: A calzón amarrado (1978).

En esas páginas —de las que presumió haber escrito con orgullosa sinceridad— se cuentan algunos capítulos que no aparecerán jamás en los libros de historia o hasta en las investigac­iones periodísti­cas. Allí, esta chiapaneca no tiene el menor empacho en llamar “don nadie” al expresiden­te Gustavo Díaz Ordaz, quien, admite, era un hombre feo, muy feo, sobre todo si se toma en cuenta que Serrano era, en la década de 1960, el sueño erótico de tantos caballeros.

“Aquel personaje era un don nadie pero llegó a ser el gusano mayor para regir los destinos del país durante seis años”, describe Irma Serrano en el libro. Y luego remata: “Descubrí que era más atractivo de lo que me imaginaba, no de su físico del cual han hecho tantas bromas, sino por su intelecto. Tiene una personalid­ad un tanto especial: es simpático, duro a veces, determinan­te y necio igual que yo”.

GERARDO GIL BALLESTERO­S

CRÍTICO DE CINE

“Más allá del hecho de que fue un personaje tremendame­nte mediático, en el momento de su esplendor, tuvo una clara picaresca social y política”

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FOTOS: FOTOTECA, HEMEROTECA Y BIBLIOTECA "MARIO VÁZQUEZ RAÑA"
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mujer transgreso­ra
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