El INAH y el Tren Maya
Independientemente de que con los años el Tren Maya se consolide como un gran proyecto o muestre que fue el capricho fracasado de un solo hombre, el país ya ganó con todos los trabajos de salvamento arqueológico que se están realizando a todo lo largo de su trazo.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia, que preside el antropólogo Diego Prieto, está viviendo un momento estelar, porque pocas veces en la historia se presenta la oportunidad de participar en un verdadero rescate masivo de piezas mayas, que nos van arrojando cada vez más y más información sobre esa cultura de que la suponíamos ya sabíamos casi todo, y no es así.
De entrada, ha recibido una inversión inesperada de 2,500 millones de pesos sólo para ese proyecto, encabezado por la Secretaría de la Defensa Nacional, que maneja recursos totales para el tren por 180 mil millones de pesos.
Por ley, siempre que se hace una obra de infraestructura, social o privada, de encontrarse vestigios, los recursos para el rescate y la investigación corren a cargo de quien financia la obra original.
En un trabajo coordinado con los tres órdenes de gobierno y las dependencias gubernamentales involucradas, el INAH ha realizado hallazgos históricos, no sólo del periodo maya sino de millones antes, hasta el pleistoceno.
El trazo original del tren ha sufrido de menos 20 cambios debido a zonas arqueológicas. O mejor llamados “re-trazos”, como dice con humor Prieto.
El proyecto general del Tren Maya ha debido hacer muchos más por cuestiones de impacto ambiental, derechos de vía u oposición de ejidatarios, pero esas dos docenas por motivos arqueológicos han valido la pena.
El tramo más afectado por cambios de trazo a petición del INAH ha sido el 7, que va de Chetumal a Escárcega, con ocho movimientos, que es, por cierto, el más conflictivo y atrasado de todos.
Sobre los grandes hallazgos que hasta ahora han dejado estos trabajos están como ejemplo la representación del sometimiento de un cautivo por un gobernante, escena elaborada en estuco, adosada sobre una fachada en la parte superior de la Acrópolis de Ek’Balam, en Yucatán.
El hallazgo se registró durante los trabajos de conservación arquitectónica del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza) que, en el caso del Tramo 1 del Tren Maya, se ejecuta en las zonas arqueológicas de Palenque, Moral-Reforma y El Tigre.
Más todavía, los trabajos en la zona con sistemas láser han demostrado la gran densidad de vestigios, lo que habla de grandes concentraciones humanas, con sistemas urbanos complejos.
Es decir, lo que hasta ahora se pensaba como ciudades aisladas, muestran que en realidad fueron zonas altamente pobladas, con sistemas de gobierno sofisticados, y urbes interconectadas de gran tamaño, de las cuales en realidad conocemos muy poco.
Los hallazgos permiten ahora suponer que la zona maya cercana a lo que ahora son los linderos del Tren, habría llegado a ser poblada por más de un millón 200 mil personas, habitando zonas con abundante vegetación pero suelos no muy ricos en minerales para el cultivo, de lo que se desprende el misterio de cómo se alimentó una población tan densa en un territorio como ése.
Es mucho lo que se está aprendiendo sobre los mayas y sobre México, debido a un proyecto de infraestructura raro, poco meditado, pero que cuando menos arqueológica y antropológicamente está resultando muy rico y abundante.