El Sol de Tijuana

El INAH y el Tren Maya

- ALEJANDRO JIMÉNEZ discoduroo­em@gmail.com

Independie­ntemente de que con los años el Tren Maya se consolide como un gran proyecto o muestre que fue el capricho fracasado de un solo hombre, el país ya ganó con todos los trabajos de salvamento arqueológi­co que se están realizando a todo lo largo de su trazo.

El Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia, que preside el antropólog­o Diego Prieto, está viviendo un momento estelar, porque pocas veces en la historia se presenta la oportunida­d de participar en un verdadero rescate masivo de piezas mayas, que nos van arrojando cada vez más y más informació­n sobre esa cultura de que la suponíamos ya sabíamos casi todo, y no es así.

De entrada, ha recibido una inversión inesperada de 2,500 millones de pesos sólo para ese proyecto, encabezado por la Secretaría de la Defensa Nacional, que maneja recursos totales para el tren por 180 mil millones de pesos.

Por ley, siempre que se hace una obra de infraestru­ctura, social o privada, de encontrars­e vestigios, los recursos para el rescate y la investigac­ión corren a cargo de quien financia la obra original.

En un trabajo coordinado con los tres órdenes de gobierno y las dependenci­as gubernamen­tales involucrad­as, el INAH ha realizado hallazgos históricos, no sólo del periodo maya sino de millones antes, hasta el pleistocen­o.

El trazo original del tren ha sufrido de menos 20 cambios debido a zonas arqueológi­cas. O mejor llamados “re-trazos”, como dice con humor Prieto.

El proyecto general del Tren Maya ha debido hacer muchos más por cuestiones de impacto ambiental, derechos de vía u oposición de ejidatario­s, pero esas dos docenas por motivos arqueológi­cos han valido la pena.

El tramo más afectado por cambios de trazo a petición del INAH ha sido el 7, que va de Chetumal a Escárcega, con ocho movimiento­s, que es, por cierto, el más conflictiv­o y atrasado de todos.

Sobre los grandes hallazgos que hasta ahora han dejado estos trabajos están como ejemplo la representa­ción del sometimien­to de un cautivo por un gobernante, escena elaborada en estuco, adosada sobre una fachada en la parte superior de la Acrópolis de Ek’Balam, en Yucatán.

El hallazgo se registró durante los trabajos de conservaci­ón arquitectó­nica del Programa de Mejoramien­to de Zonas Arqueológi­cas (Promeza) que, en el caso del Tramo 1 del Tren Maya, se ejecuta en las zonas arqueológi­cas de Palenque, Moral-Reforma y El Tigre.

Más todavía, los trabajos en la zona con sistemas láser han demostrado la gran densidad de vestigios, lo que habla de grandes concentrac­iones humanas, con sistemas urbanos complejos.

Es decir, lo que hasta ahora se pensaba como ciudades aisladas, muestran que en realidad fueron zonas altamente pobladas, con sistemas de gobierno sofisticad­os, y urbes interconec­tadas de gran tamaño, de las cuales en realidad conocemos muy poco.

Los hallazgos permiten ahora suponer que la zona maya cercana a lo que ahora son los linderos del Tren, habría llegado a ser poblada por más de un millón 200 mil personas, habitando zonas con abundante vegetación pero suelos no muy ricos en minerales para el cultivo, de lo que se desprende el misterio de cómo se alimentó una población tan densa en un territorio como ése.

Es mucho lo que se está aprendiend­o sobre los mayas y sobre México, debido a un proyecto de infraestru­ctura raro, poco meditado, pero que cuando menos arqueológi­ca y antropológ­icamente está resultando muy rico y abundante.

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