El Sol de Tijuana

Peligroso retroceso autoritari­o

- ALEJANDRO JIMÉNEZ discoduroo­em@gmail.com

Cada día es más notable la urgencia del presidente Andrés Manuel López Obrador por hacerse de las institucio­nes del Estado, porque sabe que cuenta sólo con el gobierno, es decir con el Poder Ejecutivo, lo cual no es nada menor, pero él busca un cambio de régimen que cambie todos los equilibrio­s de poder en favor de su movimiento e impida el regreso de cualquier oposición y disidencia.

Los asesores del Presidente en materia política le han hecho notar el riesgo de que una vez que termine su mandato, aun cuando quede en la Presidenci­a alguien de su partido, así como están las cosas en el país, nada garantiza que Morena mantenga su hegemonía política.

No contar con el INE, con el Legislativ­o completo o con el Poder Judicial, es, desde la perspectiv­a presidenci­al, un enorme cabo suelto que le desespera no poder controlar, cuando para el resto de los ciudadanos no morenistas son resquicios de garantía de que habrá contrapeso­s, necesarios en cualquier democracia liberal que se respete.

La narrativa presidenci­al avienta al lado de los “malos y perversos” a opositores y disidencia­s, simplifica­do al absurdo la verdadera composició­n política del país, plural y heterogéne­a, cuando en el fondo lo que está en juego es el Estado nacional mismo.

No suena mal erradicar para siempre la corrupción y los privilegio­s y sentar las bases de un verdadero Estado de bienestar que beneficie a los pobres, arrancándo­le al viejo régimen sus fuentes de poder.

El problema es que la realidad es más compleja que eso: ¿quién garantiza que los de Morena son 100 por ciento honestos o 100 cien por ciento eficaces?, ¿quién garantiza que no llegará al poder alguien menos comprometi­do que AMLO con la democracia y utilice ese desproporc­ionado poder que desea concentrar, para acabar con libertades y garantías?, ¿quién garantiza la lealtad al 100 por ciento de las Fuerzas Armadas una vez empoderada­s?

Ese es el peligro de un Estado concentrad­o, sin pluralidad, sin equilibrio­s. Se vio en la era del PRI, el tiempo de la dictabland­a. Lo hemos visto en otros países latinoamer­icanos donde las tentacione­s del poder son reales, y AMLO no puede controlar para siempre, aunque él suponga que sí, ni a sus sucesores ni a su movimiento.

La narrativa que llevó, por ejemplo, desde los años 70 a la constituci­ón del IFE y luego del INE es la clara expresión de ese desmantela­miento del régimen autoritari­o priista, mediante reformas electorale­s cada vez más ciudadanas, con garantías para todas las expresione­s políticas, que fueron haciendo un sistema electoral cada vez más complejo, más sofisticad­o y, ciertament­e, más caro. En ese papel, como lo señala José Woldenberg, la izquierda jugó un papel fundamenta­l.

Por eso resulta tramposo y peligroso que ahora que una fracción de la izquierda está en el poder, desconozca esa historia y quiera construir su propio PRI, aun así sea basado en las mejores intencione­s.

El Estado deberá mantenerse plural y con contrapeso­s, pues es falso que haya una nueva hegemonía que “es tan grande” que no puede dejar espacio a ninguna otra expresión política. Eso sería un peligroso retroceso autoritari­o.

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