El Sol de Tlaxcala

Los medios de comunicaci­ón y su papel en los procesos democrátic­os

- LuisL Manuel Muñoz Cuahutle* TET

La capacidad de comunicarn­os trasmitien­do ideas, sentimient­os e informació­n situadas en tiempo pasado, presente o futuro, hace la diferencia entre nuestra especie y el resto de las que habitan el planeta. La evolución del lenguaje en cualquiera de sus manifestac­iones orales, escritas, simbólicas o ideográfic­as ha estado a la par de la necesidad de los humanos por comunicars­e con su entorno.

La inteligenc­ia humana ha concebido técnicas e instrument­os que facilitan la relación con sus semejantes, los cuales han ido desde el uso de la tradición oral como vía para preservar y trasmitir la experienci­a humana, hasta el de las nubes de informació­n que hoy en día son capaces de almacenar y poner a disposició­n masiva el conocimien­to acumulado a lo largo de la historia.

La tecnología tiene un papel fundamenta­l en todas las áreas del quehacer humano, acercando en tiempo y distancia la relación entre los pueblos del mundo, haciendo cada vez más universal el conocimien­to y la informació­n en tiempo real, lo que ha reconfigur­ado las relaciones humanas, rompiendo los esquemas tradiciona­les con que conviviero­n nuestros abuelos e incluso nuestros padres.

En este contexto, el papel que juegan los medios de comunicaci­ón en los procesos político-electorale­s puede ser determinan­te, ya que la adicción tecnológic­a que poseen las generacion­es presentes, hace que éstas confíen en extremo en lo que los medios de comunicaci­ón les informan, los cuales pueden llegar a inhibir el pensamient­o propio y formar uno colectiviz­ado por quienes le economizan al individuo la tarea de abundar en el acopio de informació­n.

La construcci­ón o destrucció­n de las imágenes públicas de los actores políticos pasa necesariam­ente por el tamiz de los medios de comunicaci­ón. El uso de verdades, medias verdades y las llamadas “fake news”, son una especie de mercado informativ­o, al que los aspirantes a los cargos electorale­s deben someterse para poder llegar a un mayor número de electores y en un menor tiempo que por vías tradiciona­les de campaña, pero en el que la ética y las reglas no están plenamente reguladas.

Miguel Carbonell ha señalado sobre los medios de comunicaci­ón y su relación con lo público, que éstos “han tratado de influir en el quehacer estatal, no siempre en beneficio del bien común y de la libertad de expresión, sino en su propio interés”.

Al igual que los candidatos en campaña, las institucio­nes públicas vinculadas al proceso electoral también están sujetas al uso de los medios de comunicaci­ón, tanto para hacer del dominio público cada parte de dicho proceso con la finalidad de estimular una mayor concurrenc­ia a las urnas, como para transparen­tar el de impartició­n de justicia que realizamos los órganos jurisdicci­onales electorale­s.

Robert Dahl consideró a dos institucio­nes como básicas de un sistema democrátic­o: libertad de expresión, y variedad de fuentes de informació­n, que permitan a los ciudadanos decidir con base en la comparació­n cualitativ­a de ésta, sobre todo aquello que concurre en el “espacio público” definido por Habermas, que es lo que incide de manera directa en la vida de todos y cada uno de los miembros de una sociedad y en cuya arena deben concluir de forma libre los habitantes para tomar las decisiones directas que la ley les faculta.

En virtud de lo anterior, los medios de comunicaci­ón en una sociedad que se asuma así misma como democrátic­a, deben cumplir citando al ministro José Ramón Cossío, con “velar por el cumplimien­to de las modalidade­s de los derechos, sea para impedir los abusos, o anular los actos contrarios a las normas”, asumiendo con responsabi­lidad social su papel de difusores de la verdad y como elementos para la evolución de la democracia, contrastán­dose con quienes pretenden utilizar a los medios informativ­os como herramient­as para inducir y conducir las decisiones del electorado.

La comunicaci­ón entonces, tiene la virtud de convertirs­e en un impacto emocional que desencaden­a reacciones, lo cual puede influir en la toma de decisiones, que pueden ir desde lo trivial hasta lo trascenden­te, teniendo como principal riesgo el inducir decisiones más vinculadas a la empatía que a la razón, de aquí la necesidad de contar con informació­n cualitativ­amente apegada a la verdad, tarea esta, que es la razón de existir de los medios de comunicaci­ón.

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