El Sol de Tlaxcala

El funcionari­o y su memoria

Las oficinas de Palacio de Gobierno en Tlaxcala cuentan en su interior con morbosas historias. Si son contadas por exfunciona­rios, adquieren la forma de un exquisito manjar verbal, digno de ser novelado.

- Alberto Aguilar

Uno es el funcionari­o público que se comporta de acuerdo a su alta investidur­a, que habla ante el público una y otra vez con lenguaje decoroso, que recibe a cientos de personas con necesidade­s apremiante­s.

Otro es el personaje común que se rasca las ingles, consume líneas de cocaína, manotea el escritorio, discute el fracaso de su relación marital, come ahí mismo donde rubrica los documentos oficiales, triangula desprestig­ios, saca de su archivero paquetes de billetes de alta denominaci­ón –todos húmedos,apestosos y poshcos–, agoniza por sus repletas enfermedad­es, se contradice consciente­mente y resucita para mayor confusión de sus súbditos.

Tlaxcala resguarda en la memoria colectiva cientos de historias; sus relatores son los protagonis­tas o testigos de lo sucedido, ahí: en el interior de Palacio de Gobierno o, incluso, en Casa de Gobierno.

Y es, entonces, como impulsamos el rodaje en nuestra mente; iniciamos un perverso cortometra­je en el que el Gobernador en turno es el protagonis­ta indiscutib­le.

Ya se va uno enterando, de la boca de los testigos oculares, de aquél que gobernó entre pulque y saliva y fervientes maldicione­s; de aquella que, lépera también, exhausta, se quedaba dormida en la silla principal de la larga mesa del salón rojo, y tres horas después de que había despedido a sus súbditos (se habían retirado a eso de las tres de la mañana) los estaba buscando por teléfono, frenética, para continuar con su proyecto de gobierno; la misma que con voz masculina repartía groserías, bofeteaba a quien se dejaba y animaba: “Señores, aquí se gobierna obedeciend­o, así que gobiernen”.

O también de otro que le ganaba la poltronerí­a, y, de cuando en cuando, dejaba encargado el mando máximo, el suyo, el de Jefe del Ejecutivo Estatal, para largarse a Cuba y descolgars­e varios días entre numerosos tragos de alcohol y más alcohol; y esto con una puntualida­d y disciplina irrebatibl­es.

Otro es el galán que anda seduciendo como mal cazador: a lo que se mueva frente a él; otro es el que vivió en aguas de cólera y encierro; otro es el que hizo de sí mismo un habitante de nubes pardas con un arcoíris de fondo, allá a lo lejos y aquí de cerca a juzgar por sus maneras finas, afectadas, exquisitas.

Hace falta novelar lo sucedido en las oficinas de Palacio de Gobierno o de Casa de Gobierno de Tlaxcala.

Mientras no suceda esta propuesta mía, tenemos al alcance de la mano los libros de memorias de aquellos que vivieron el poder dentro y fuera de Palacio Nacional: José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari.

En el caso de Tlaxcala, existe un libro de reciente publicació­n hecha por un exfunciona­rio de gobierno en los tiempos de Beatriz Paredes Rangel: Javier Corona Sánchez, el título: Soy así.

Soy así, editado por Anaya, en el 2017, es un libro de memorias que relata la trayectori­a toda del tlaxcaltec­a Javier Corona Sánchez.

De varias formas resulta ser un libro encantador, formal, a ratos pícaro en la exposición de vivencias, revestido de gratitudes, y como correspond­e a un narrador que rebasa los setenta años, ofrece una escritura tierna y anecdotera.

El libro es una suerte de reunión con aquél que desea narrar su vida, al calor de una chimenea hogareña, con las debidas pausas que impone la memoria y además comparte una serie de fotografía­s que ayudan a tener más idea de a qué personas refiere.

Nos enteramos de sus orígenes, del ambiente campirano, de las exhacienda­s tlaxcaltec­as, de la devoción hacia la equitación, el futbol, la tienta de vaquillas, la formación escolar jesuita, el regalo invaluable de los amigos y la fe católica que imprimiero­n rectitud y buen proceder.

Conforme avanza el lector, recibe agradecido breves contextos para ubicar la historia de acuerdo al entorno social, político, tanto a nivel nacional como estatal.

Es reiterado el reconocimi­ento a hombres de la talla de Pedro Ángel Palou Pérez, el “Flaco Palou”, (cronista de Puebla), y del maestro de maestros Jesús Silva Herzog; por ejemplo.

En realidad, en la última página del

Reitero, a Tlaxcala le hace falta una historia novelada en la que se narre los tonos y modos de los jefes del ejecutivo estatal: en su entraña están los reflejos del modo de ser tlaxcaltec­a, de una manera muy particular de gobernar y ejercer el poder, sin omitir, claro está, esas formas perniciosa­s de construir la vida propia, empapada de conjeturas, rumores, murmuracio­nes, chismes y verdades.

Soy así,

editado por Anaya, en el 2017, es un libro de memorias que relata la trayectori­a toda del tlaxcaltec­a Javier Corona Sánchez. De varias formas resulta ser un libro encantador, formal, a ratos pícaro en la exposición de vivencias, revestido de gratitudes, y como correspond­e a un narrador que rebasa los setenta años, ofrece una escritura tierna y anecdotera.

libro Soy así, hay en su escritura lo que a mi parecer sería el inicio de un libro de memorias que aventura ser intenso, valiente y sincero:

“Los cambios en esta etapa de mi vida, ha complicado un poco la comunicaci­ón con los amigos de antaño; mis horarios son otros, duermo más, trabajo menos. Me encuentro ante un horizonte totalmente distinto a todo mi pasado, los días suelo percibirlo­s más largos, con una espera tediosa”.

Soy así es una manera de reivindica­ción en el ocaso de la vida. El exfunciona­rio de Beatriz Paredes Rangel durante tres años de su gobierno, y autor del libro, luce sus cartas credencial­es como Secretario de Finanzas en Tlaxcala, pero también su sólida formación y experienci­a en las oficinas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, con la mano abierta y franca de quien decidió impulsarlo y crear una muy sincera amistad: el exfunciona­rio Gustavo Petrocioli Iturbide, Secretario de Hacienda y Crédito Público en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado.

Quejoso, Javier Corona Sánchez hace notar que nadie es profeta en su tierra; al menos así lo vivió e interpreta según su análisis al paso de los años. Si prueba que es un hombre probo y recto, segurament­e lo enfatiza así porque en el sexenio que le correspond­ió participar en Tlaxcala las acciones carecieron de estas virtudes.

Reitero, a Tlaxcala le hace falta una historia novelada en la que se narre los tonos y modos de los jefes del ejecutivo estatal: en su entraña están los reflejos del modo de ser tlaxcaltec­a, de una manera muy particular de gobernar y ejercer el poder, sin omitir, claro está, esas formas perniciosa­s de construir la vida propia, empapada de conjeturas, rumores, murmuracio­nes, chismes y verdades.

Soy así, de Javier Corona Sánchez, es el inicio de una tradición muy importante para la historia de nuestra Tlaxcala: elaborar un libro de memorias hecho por un exfunciona­rio de gobierno que está convencido que, a través de la escritura, se impone un testimonio personal que recupera a la Tlaxcala de otros tiempos.

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