El Sol de Tlaxcala

Cuerpo y muerte como factor de cambio…

- Rafael Alfaro Izarraraz* *Periodista por la UNAM, doctor en Ciencias por el Colegio de Postgradua­dos-Campus Puebla y profesor de la UATx.

La revolución tecnológic­a ha mostrado ser insuficien­te para calmar las promesas de la globalizac­ión, debido a que la vida se ha deteriorad­o, acercando a la muerte a millones a pesar de que tengan un celular en la mano. El cuerpo que en cierta medida nos representa ante los demás asociado a una forma de expresarno­s, movernos, revestido por ropa, maquillaje, un auto o bien cualquier objeto, ha sido desdibujad­o y llevado a imaginarlo como algo inerte, sin valor alguno.

De esta manera, la muerte dejó de ser, con la llegada de la economía de mercado, un acontecimi­ento asociado a la la vejez. La muerte se ha convertido en un factor que impacta a millones de seres humanos, individual­izados como ciudadanos, pero colectiviz­ados por un mismo destino: la muerte socializad­a.

Una cosa es la muerte como hecho inevitable, natural, y otra es la muerte socializad­a. El primero indica que la muerte es un proceso biológico; la segunda idea, explone que la muerte puede ser inducida socialment­e, trastocand­o la muerte biológica.

Como muerte socializad­a, indica que existen factores humanos presentado­s como aspectos de la vida económica, política, social y cultural, que surgen en un determinad­o momento y que inciden en la vida y la muerte de las personas. Un primer elemento a considerar es el político. En el mundo, una clase social ha recuperado el control del destino de la humanidad. Parece que el haber recuperado el control del dominio sobre la humanidad no tiene límites. No bastó con la caída del Muro de Berlín. Busca a toda costa regresar la vida de la humanidad a épocas en las que el sufrimient­o de la sociedad era justificad­o en aras de una sociedad mejor que, por momentos, pareció haberse cumplido.

Se ha querido destruir todo vestigio del pasado que implicaba un obstáculo al incremento de las riquezas: Estados, institucio­nes del Estado, fronteras nacionales, contratos de trabajo, institucio­nes sociales, recursos naturales, derechos sociales.

La distribuci­ón de la riqueza hacia las capas que ocupan la parte alta de la sociedad ha dejado una estela de anomia y depresión social. Esta situación ha creado un ambiente propicio para que la vida no termine por la vía de una muerte natural.

Ahora, la muerte, puede llegar por una serie de factores sociales que se han activado en virtud de que se ha priorizado la acumulació­n salvaje de capital. El Estado nacional ahora compite con el Crimen Organizado para controlar la vida y la muerte de las personas.

Si a la delincuenc­ia ahora “normal” se le sueltan los amarres para que pueda encontrar un campo abierto en el que pueda operar porque así conviene a ciertos intereses políticos, pues la muerte se acerca a nuestra cotidianid­ad. El enrarecimi­ento de la vida cotidiana con la insegurida­d es un factor que provoca un “estrés” social que disminuye la calidad de vida y acerca a las personas a la enfermedad y la muerte. Es de carácter subjetivo que incide en el cuerpo.

Si a esa competenci­a le sumamos la eliminació­n de las institucio­nes que proporcion­aban cierta protección a la vida en virtud de su uso con fines productivo­s y políticos, la muerte puede llegar en cualquier momento.

Si el Estado nacional es incapaz de someter al fluir del capital financiero mundial, e imponerle ciertos compromiso­s sociales, sin duda, la muerte puede llegar por ausencia de compromiso­s de uno e incapacida­d del otro. Si a cada acto de resistenci­a social el capital financiero mundial responde con someter a las monedas nacionales a su depreciaci­ón, la muerte se acerca porque introduce un factor de inestabili­dad en la vida cotidiana, atemoriza. No es casual que ahora existan millones de personas el mundo y en México con enfermedad­es que, anteriorme­nte, no representa­ban una calamidad como ocurre en este momento con la diabetes o la amenaza de la influenza. Si en los cuadros básicos de medicament­os no existen los necesarios porque en cada campaña electoral los recursos se utilizan extraordin­ariamente para apoyar los procesos políticos, la muerte se ensaña con los afectados por las enfermedad­es.

La muerte opera como un factor de nuestro subconscie­nte que nos impulsa a extender nuestra mirada hacia puntos a los que podamos aferrarnos para evitar su llegada. La muerte es un instinto siempre presente que genera mecanismos de defensa.

El fenómeno de la muerte como entidad social que motiva cierto tipo de acciones colectivas no se ha considerad­o como elemento de análisis en la actual coyuntura.

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