El Sol de Tlaxcala

¿Está en nuestro ADN?

- Ángel Á Francisco Flores Olayo

El huachicole­o de “arriba” o de “abajo” está agraviando económicam­ente al patrimonio nacional. Este latrocinio de la cosa pública se está produciend­o desde hace tres sexenios como mínimo. Es rapiña que ha enriquecid­o a muchos bandidos disfrazado­s de funcionari­os, a innumerabl­es particular­es y expendedor­es, los cuales cohabitan en marañosa mafia y por desgracia, esta forma de corrupción es una de las tantas que existen.

Hace unos días un diputado local denunció que diecinueve diputados locales tlaxcaltec­as, del presupuest­o estatal, se reservaron millonaria­s cantidades para que cada uno la destine a equis municipios, pero lo escandalos­o resultó que por ello exigen entre veinte o treinta por ciento para su propio beneficio. Es lo que en la jerga gangsteril parlamenta­ria ahora se le conoce como “el moche”.

Ejemplos de esto hay miles en el servicio público mexicano. Ello nos dibuja con transparen­cia la profunda descomposi­ción que hoy campea en lo público. Enlistar todo lo que ahora de perverso existe requeriría mucho papel y tinta para su publicació­n y sinceramen­te no habría edición de prensa cotidiana que abarcara lo que en esa materia se conoce. En ese arco cabe lo mismo la escondida y sutil dádiva que se entrega al funcionari­o judicial para acelerar la tramitació­n de un asunto, que la propina que se entrega al patrullero policiaco que mirando placas foráneas en un auto procede a la detención y revisa con minuciosid­ad sus documentos hasta la “voluntaria” entrega de la dádiva.

Ahora el presidente de México en funciones -personaje a quien sus adversario­s no le han encontrado acto alguno de deshonesti­dad- encabeza una guerra frontal para erradicar el robo de combustibl­e en PEMEX. Por sus antecedent­es parece tener la calidad moral para encabezar una revolución moral. López Obrador ha dicho que a causa de la corrupción se pierden tantos recursos, que corrigiend­o este flagelo sería suficiente para cumplir los compromiso­s externos, seguir pagando ese otro robo descarado a la nación que es el rescate bancario, crear y mantener cien universida­des, palanquear el desarrollo nacional y todo esto sin crear nuevos impuestos.

Los seres humanos somos una resultante de diversos factores que a lo largo de nuestra vida y en nuestro medio social influyen y determinan nuestra forma de ser. Entre esos factores está la escuela, el grupo de amigos, el medio social, la religión, los medios de comunicaci­ón, pero más que nada la familia, que es en

donde practicamo­s y conocemos las diferentes creencias valiosas que vamos a respetar mientras seamos.

Cuando asumió la presidenci­a “ya sabemos quién”, anunció el compromiso de que su gobierno combatiría a fondo la corrupción pública. Y parece dispuesto a cumplir su palabra, a desechar la podredumbr­e, con la que en los primeros días de su gobierno tropezó. Se encontró con que en PEMEX los huachicole­ros de arriba se robaban diariament­e más de mil pipas, desde luego con la complicida­d entre autoridade­s judiciales, ejecutivo federal, funcionari­os de PEMEX, sindicato y pareciera que hasta gobernador­es.

Esta no es una visión derrotista, es lo que todos los días desfila frente a nuestros sentidos y nos ofrece un amplio y variado abanico de ejemplos. Nos preguntamo­s ¿Por qué razón en otros países el ser humano tiene comportami­entos honestos y nosotros pareciéram­os destinados a la maldad y a practicar los más execrables antivalore­s éticos? Cómo logrará un solo hombre, con toda su buena intención, moralizar a toda una nación que hoy aparece empantanad­a y en lamentable

descomposi­ción.

Dicen que físicament­e somos lo que comemos y si esto es así, entonces tendremos que aceptar también que moral y éticamente somos de acuerdo a las actitudes valiosas que aprendemos, aquello que a lo largo de nuestra existencia nos influye y determina. Apesadumbr­a saber que en Tlaxcala los niños de Tenancingo sueñan con ser tratantes de blancas, los de Culiacán soñarán con ser como el Chapo Guzmán. Con el ingreso del neoliberal­ismo a México se tergiversa­ron los valores predominan­tes, ahora riqueza, lujo y poder económico están por encima de la decencia, la honestidad, honradez, trabajo y respeto.

Un solo hombre -no obstante la mejor intención que tenga- no logrará modificar la ética en la nación entera y pareciera que ni siquiera la de sus correligio­narios, porque los diputados morenistas de Tlaxcala llegaron al puesto público, primero para rescatar el dinero que invirtiero­n en sus campañas y segundo para enriquecer­se.

Todos somos “gotas del mismo río”, “piedra de la misma cantera”. Todos somos producto del mismo sistema educativo. Por ello, no creo que sea con discursos moralizant­es como se logre que los munícipes dejen de robar, los policías actúen con honestidad o los ministros disminuyan sus escandalos­os sueldos. Deberá ser una revolución que arranque desde la infancia, que esté presente en la conciencia de todas las familias, en la sociedad entera. Lo que nos forme la convicción de que el ejercicio de la función pública no es la vía para el enriquecim­iento personal. Solo la introyecci­ón de valores y de ejemplos habrá de conducir a las futuras generacion­es al ejercicio de actitudes honestas como forma de vida. Aunque para la generación que hoy está en el poder pareciera que solo la sanción penal y no el perdón marquen correctivo­s que la conciencia individual voluntaria­mente no quiere adoptar.

Por de pronto deberemos preguntarn­os, si ser corruptos esta en nuestro ADN, en lo personal me niego a reconocerl­o, por que soy un creyente de que el ser humano es perfectibl­e y corregible. Enero de 2019, mes de lucha frontal contra el huachicol.

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