¿Está en nuestro ADN?
El huachicoleo de “arriba” o de “abajo” está agraviando económicamente al patrimonio nacional. Este latrocinio de la cosa pública se está produciendo desde hace tres sexenios como mínimo. Es rapiña que ha enriquecido a muchos bandidos disfrazados de funcionarios, a innumerables particulares y expendedores, los cuales cohabitan en marañosa mafia y por desgracia, esta forma de corrupción es una de las tantas que existen.
Hace unos días un diputado local denunció que diecinueve diputados locales tlaxcaltecas, del presupuesto estatal, se reservaron millonarias cantidades para que cada uno la destine a equis municipios, pero lo escandaloso resultó que por ello exigen entre veinte o treinta por ciento para su propio beneficio. Es lo que en la jerga gangsteril parlamentaria ahora se le conoce como “el moche”.
Ejemplos de esto hay miles en el servicio público mexicano. Ello nos dibuja con transparencia la profunda descomposición que hoy campea en lo público. Enlistar todo lo que ahora de perverso existe requeriría mucho papel y tinta para su publicación y sinceramente no habría edición de prensa cotidiana que abarcara lo que en esa materia se conoce. En ese arco cabe lo mismo la escondida y sutil dádiva que se entrega al funcionario judicial para acelerar la tramitación de un asunto, que la propina que se entrega al patrullero policiaco que mirando placas foráneas en un auto procede a la detención y revisa con minuciosidad sus documentos hasta la “voluntaria” entrega de la dádiva.
Ahora el presidente de México en funciones -personaje a quien sus adversarios no le han encontrado acto alguno de deshonestidad- encabeza una guerra frontal para erradicar el robo de combustible en PEMEX. Por sus antecedentes parece tener la calidad moral para encabezar una revolución moral. López Obrador ha dicho que a causa de la corrupción se pierden tantos recursos, que corrigiendo este flagelo sería suficiente para cumplir los compromisos externos, seguir pagando ese otro robo descarado a la nación que es el rescate bancario, crear y mantener cien universidades, palanquear el desarrollo nacional y todo esto sin crear nuevos impuestos.
Los seres humanos somos una resultante de diversos factores que a lo largo de nuestra vida y en nuestro medio social influyen y determinan nuestra forma de ser. Entre esos factores está la escuela, el grupo de amigos, el medio social, la religión, los medios de comunicación, pero más que nada la familia, que es en
donde practicamos y conocemos las diferentes creencias valiosas que vamos a respetar mientras seamos.
Cuando asumió la presidencia “ya sabemos quién”, anunció el compromiso de que su gobierno combatiría a fondo la corrupción pública. Y parece dispuesto a cumplir su palabra, a desechar la podredumbre, con la que en los primeros días de su gobierno tropezó. Se encontró con que en PEMEX los huachicoleros de arriba se robaban diariamente más de mil pipas, desde luego con la complicidad entre autoridades judiciales, ejecutivo federal, funcionarios de PEMEX, sindicato y pareciera que hasta gobernadores.
Esta no es una visión derrotista, es lo que todos los días desfila frente a nuestros sentidos y nos ofrece un amplio y variado abanico de ejemplos. Nos preguntamos ¿Por qué razón en otros países el ser humano tiene comportamientos honestos y nosotros pareciéramos destinados a la maldad y a practicar los más execrables antivalores éticos? Cómo logrará un solo hombre, con toda su buena intención, moralizar a toda una nación que hoy aparece empantanada y en lamentable
descomposición.
Dicen que físicamente somos lo que comemos y si esto es así, entonces tendremos que aceptar también que moral y éticamente somos de acuerdo a las actitudes valiosas que aprendemos, aquello que a lo largo de nuestra existencia nos influye y determina. Apesadumbra saber que en Tlaxcala los niños de Tenancingo sueñan con ser tratantes de blancas, los de Culiacán soñarán con ser como el Chapo Guzmán. Con el ingreso del neoliberalismo a México se tergiversaron los valores predominantes, ahora riqueza, lujo y poder económico están por encima de la decencia, la honestidad, honradez, trabajo y respeto.
Un solo hombre -no obstante la mejor intención que tenga- no logrará modificar la ética en la nación entera y pareciera que ni siquiera la de sus correligionarios, porque los diputados morenistas de Tlaxcala llegaron al puesto público, primero para rescatar el dinero que invirtieron en sus campañas y segundo para enriquecerse.
Todos somos “gotas del mismo río”, “piedra de la misma cantera”. Todos somos producto del mismo sistema educativo. Por ello, no creo que sea con discursos moralizantes como se logre que los munícipes dejen de robar, los policías actúen con honestidad o los ministros disminuyan sus escandalosos sueldos. Deberá ser una revolución que arranque desde la infancia, que esté presente en la conciencia de todas las familias, en la sociedad entera. Lo que nos forme la convicción de que el ejercicio de la función pública no es la vía para el enriquecimiento personal. Solo la introyección de valores y de ejemplos habrá de conducir a las futuras generaciones al ejercicio de actitudes honestas como forma de vida. Aunque para la generación que hoy está en el poder pareciera que solo la sanción penal y no el perdón marquen correctivos que la conciencia individual voluntariamente no quiere adoptar.
Por de pronto deberemos preguntarnos, si ser corruptos esta en nuestro ADN, en lo personal me niego a reconocerlo, por que soy un creyente de que el ser humano es perfectible y corregible. Enero de 2019, mes de lucha frontal contra el huachicol.