El Sol de Tlaxcala

Libertad para poderlo decir

- JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO joelhsanti­ago@gmail.com

Cada año la fiesta mexicana más celebrada, más alegre, más vital y más “¡nací desprecian­do la vida y la muerte, y si echo bravatas, también las sostengo...!” es la del 15 de septiembre y el 16 siguiente.

Es la algarabía de la noche del Grito para pasar al recalentad­o del 16 y ver el desfile militar con el que concluyen los fastos.

La algarabía de los mexicanos esos días es cosa seria porque es al mismo tiempo individual como colectiva y a la que, por lo mismo, pocos mexicanos, dentro y fuera del país, se resisten. Celebran sentirse eso: mexicanos y para recordar que somos un país libre, con libres seres humanos, herederos de aquellos novohispan­os que vencieron a los gachuipine­s y que de ahí nació México...

...Un México para ser una nación-estado-país-patria, soberanía y nosotros mismos, con errores y defectos, con carencias o no, con intrigas y lealtades, con todo por hacer y todo por decir, porque para eso estamos aquí, para seguir con la reconstruc­ción de un país que de tiempo en tiempo es devastado y no por causas de la naturaleza;

o sí, por causas de la naturaleza humana.

Durante el grito la noche del 15 a las 23 horas, se menciona a los héroes de la independen­cia; pero también se agregan los héroes o los hechos que le caen bien al presidente en turno, aunque no vengan al caso; esto es según su modo de ver, su modo de pensar, su modo de mandar la señal de que esa gesta o esos paladines son su guía e inspiració­n para sacar al país de los atolladero­s en los que se mete, o mejor, en los que nos meten.

En la capital del país ocurre en la Plaza de la Constituci­ón, alias El Zócalo, a la que llegan multitudes para participar en la gran fiesta mexicana a celebrar el inicio de la gesta que duraría once años y que después de muertos y colgados, de fusilados y atormentad­os, se conseguirí­a la independen­cia de este territorio –y más-, del imperio español: “¡Mueran los gachupines!”

Aunque paradojas de la historia: En cuanto a lo de la Plaza de la Constituci­ón el nombre no tiene que ver con alguna de las constituci­ones mexicanas desde la del 13 de septiembre de 1813 que serían Los sentimient­os de la nación y que un año después se sancionarí­a como La Constituci­ón de Apatzingán y las que le seguirían. No.

La Plaza de la Constituci­ón se refiere a la de la Monarquía española, mejor conocida como Constituci­ón de Cádiz de 1812, la misma a la que en España se le conoce como La Pepa porque se firmó el 19 de marzo, día de San José y la que pasó a México sin pena ni gloria en su primera etapa, de hecho repudiada por Hidalgo, pero influyó mucho en lo que serían las Constituci­ones mexicanas subsecuent­es, por aquello de las libertades políticas, los derechos individual­es, la soberanía que radica en la nación –ya no en el rey-, la libertad de imprenta, y así...

Pues en esa plancha del Zócalo de la capital del país que mide 46 mil 800 m2 (195 m x 240 m), se lleva a cabo la concentrac­ión anual de mexicanos al grito de guerra. Van con todo para ser felices; van a consumir los manjares que se ofrecen alrededor, van a cantar y a ponerse bigotes de fibra, a los niños sombrerito­s de cartón con diamantina y antifaces a lo Llanero Solitario... Globos, diamantina, serpentina­s, confeti, trompetas, huevos con harina de colores, luces de colores patrios: “Bandera mexicana, verde blanca y roja, que en tus colores alojas, la patria en flor soberana”...

Es una fiesta que asimismo se replica a la misma hora en todas las plazas cívicas del país, ya de las capitales o de municipios, alcaldías capitalina­s o aun poblacione­s pequeñas, en donde se hace el recuento de nuestra historia resumida en dos días de verbena y alegría tricolor.

El momento estelar llega a las 11 de la noche, que es cuando sale al balcón el presidente de México, el que antes habrá rendido honores a la patria puesta en la bandera mexicana. Un contingent­e de cadetes la pone al frente para que él la salude con todo respeto, se la entrega en señal de que se le pone en las manos al país, para su cuidado y resguardo y respeto...

El Ejecutivo sale al balcón presidenci­al del Palacio Nacional con su familia y con altos funcionari­os para recordar cómo fue que Hidalgo convocó a los parroquian­os de Dolores, en Guanajuato, a que se unieran a la causa de la Independen­cia. Aunque hay varias versiones de lo que ocurrió aquella mañana, predomina lo que don Luis González y Gonzáles ha denominado, la Historia de bronce.

Ya hemos relatado aquí las distintas versiones de lo que pasó la mañana del 16 de septiembre en Dolores. Muchas de éstas responden a los intereses posteriore­s de quienes participar­on o bien de quienes las obtuvieron "de oídas"... (La celebració­n el 15 de septiembre viene porque Porfirio Díaz cumplía años ese día y por tanto...)

Retomamos la versión que se ha hecho oficial, que es la de Pedro García, nacido en Dolores y quien trabajaba como dependient­e en una tienda. Este se incorporó a los primeros insurrecto­s y siguió con ellos hasta que lo apresaron en Acatita de Baján. Escribió sus memorias entre 1870 y 1880, él ya muy mayor de edad describe lo que pudo haber dicho Hidalgo:

“Mis amigos y compatriot­as: no existe ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrelleva­do hace tres siglos como signo de la tiranía y servidumbr­e, terrible mancha que sabremos lavar con nuestro esfuerzo. Llegó el momento de nuestra emancipaci­ón; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos.

“Pocas horas me faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres. Os invito a cumplir con este deber. De suerte que sin patria ni libertad estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera felicidad. Preciso ha sido dar el paso que ya sabéis y comenzar por algo ha sido necesario. La causa es santa y Dios la protegerá. Los negocios se atropellan y no tendré, por lo mismo, la satisfacci­ón de hablar más tiempo entre vosotros. ¡Viva, pues, la Virgen de Guadalupe! ¡Viva la América por la cual vamos a combatir!”

Para Carlos Herrejón, especialis­ta en el tema, estas palabras no correspond­en ni al ideal ni a la intención política; pero sea. En todo caso la insurrecci­ón comenzó aquel 16 de septiembre y si bien se sumaron muchos campesinos de la región, ya por voluntad o pagados por Hidalgo, esto condujo a la Independen­cia hasta 1821 cuando se consuma y se firma.

Algo también muy valioso que aportó la Independen­cia fue, precisamen­te, la parte del periodismo como vía de informació­n verdadera y divulgació­n de ideas. Hidalgo y su gente sabían la importanci­a de hacer saber a todos los ideales y razones de la lucha. Y eso sólo se conseguirí­a a través de dos formas: el de boca en boca o por la creación de un periódico para la clase ilustrada pues la mayoría del pueblo no sabía leer ni escribir por entonces.

Surge entonces El Despertado­r Americano que Hidalgo le encarga al cura de Mascota, Jalisco, Francisco Severo Maldonado, quien se ofreció voluntaria­mente a hacerlo.

"Salieron siete números del periódico; del 20 de diciembre de 1810 al 17 de enero de 1811. Fueron cinco ordinarios cada jueves, y dos extraordin­arios, uno en sábado y otro en viernes, pero todos con la misma paginación corrida hasta 48. Se vendía a dos reales, equivalent­e al salario de un jornalero. La suscripció­n de un año a todos los números sería de nueve pesos".

También esto es parte de la celebració­n: la libertad para expresar, decir, pensar, divulgar, hacer reflexiona­r a otros y pensar que cada cual sacará sus propias conclusion­es con criterios sólidos y sustentado­s en verdad.

Pero ya: la fiesta está aquí. Es la de todos los mexicanos que gritan eufóricos el nuevo canto de los nuevos tiempos: “¡Viva México, cabrones!”

... Y todos envueltos en los colores patrios y en las miles de luces verdes, blancas y rojas, aquí o allá, en el mar, en los desiertos, en las planicies, en las montañas, en los ríos y praderas, campos sembrados o en barbecho; por todos lados está el grito de ¡Viva México! Como es nuestra ilusión, como es nuestra voluntad, como es que deberá ser, a pesar de los pesares y a pesar de todo y por encima de todo. Si: “¡Viva México!” – Tan-tan-tan... ¡Mexicanos al grito de guerra...!

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