El Sol de Tlaxcala

“Grupos de vigilancia” o “autodefens­as”, lo mismo

- Sergio Enrique Díaz Díaz

¿O de qué otra forma se entiende que, con frecuencia, haya linchamien­tos en la entidad?

El pasado sábado, El Sol de Tlaxcala publicó que el alcalde de Tenancingo, Daniel Martínez Serrano, alertó a las autoridade­s de los tres niveles de gobierno, de que existen intentos de la gente por conformar grupos de “autodefens­as”, y solicitó al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dejar en forma permanente en la zona sur elementos de la Guardia Nacional.

El tema debe, desde luego, ocupar a los gobiernos estatal y de la República, aunque lo nieguen, pero estas amenazas no son nuevas en Tlaxcala

Desde el sexenio del panista Héctor Ortiz Ortiz, pero con mayor fuerza en la administra­ción del priista Mariano González Zarur, en la mayoría de las poblacione­s o fraccionam­ientos de Tlaxcala, el tema de crear “autodefens­as” o “grupos de vigilancia” –ambos armados- ha sido recurrente entre los vecinos y por eso hay personas dispuestas a vigilar y a castigar a cualquiera que atente en contra de sus familias o de su patrimonio.

Lo grave es que es una práctica que se ha normalizad­o sin importar la violencia o barbarie que pueda desatar.

La proliferac­ión de ilícitos en la entidad ha sido proporcion­al a la de grupos organizado­s de vecinos que buscan inhibir a la delincuenc­ia y hacerse justicia por propia mano, por la indiferenc­ia de las autoridade­s o falta de capacidad de la policía para contener al hampa común y organizada. ¿O de qué otra forma se entiende que, con frecuencia, haya linchamien­tos en la entidad?

Ya nadie los detiene, hay decenas de mantas que consignan atemorizan­tes amenazas a los ladrones. “Si los cachamos los vamos a linchar”, advierten en todas.

La presencia de estos grupos es resultado de la crisis de credibilid­ad y efectivida­d que permea por la acción nula de los policías.

Hace cinco años, Israel Campos Montiel, entonces líder del autollamad­o Movimiento Popular Socialista, advirtió de la creación de cinco grupos de ‘autodefens­as’ en los municipios de Calpulalpa­n, Tequexquit­la, Ixtacuixtl­a, Huamantla y Tlaxco, para hacer frente a la ola de delincuenc­ia.

Pero fue más allá, presumió que tenían permisos oficiales para portar armas de

Lo grave es que es una práctica que se ha normalizad­o sin importar la violencia o barbarie que pueda desatar.

fuego, pues estaban inscritos en un Club de Tiro y Caza, lo cual fue desmentido por los otroras secretario de Gobierno y comandante de la 23 Zona Militar, Ernesto Ordóñez Carrera, Arturo González García, respectiva­mente, aunque, en ese momento, en Zacatelco, había otras agrupacion­es que se autodenomi­naban de la misma forma.

Quizás siembre terror entre las autoridade­s esta idea, pero lo que es innegable es la existencia de una sensación de insegurida­d y desasosieg­o que impera en la población y que orilla a la gestación de células dispuestas a defenderse a ellos y a los suyos.

Pero para el caso es lo mismo, los “grupos vecinales” y de “autodefens­a” siempre están armados con palos, piedras y algunos artefactos de fuego para linchar a los hampones que atrapan.

Sin lugar a dudas que esto representa un grave riesgo para la gobernabil­idad en Tlaxcala, pero más allá del discurso y de su negativa para reconocer lo evidente, las autoridade­s deben tomar en cuenta la búsqueda de estrategia­s para recuperar la credibilid­ad de sus mandos y de sus efectivos policiacos, pero también para garantizar la seguridad de una sociedad cuya tranquilid­ad está en vilo.

Sean estos grupos considerad­os como autodefens­as o simplement­e de vigilancia, enfrentan el riesgo de desbocarse y atentar de manera sistemátic­a contra delincuent­es o inocentes ante la complacenc­ia del resto de una población sumamente lastimada por el lastre de la delincuenc­ia

Sobre todo porque la gente ya demostró que, frente a un ilícito cometido, no respeta a ley, a la autoridad y derecho humano alguno y mucho menos tiene un ápice de misericord­ia cuando llegue la hora de hacerse justicia. Hay complicida­d entre ellos: nadie escucha ni ve nada, tampoco existe el dedo flamígero que la justicia podrá usar para hallar culpables y hacer justicia sobre “este supuesto acto de justicia”.

Hasta el próximo martes

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