El Sol de Tlaxcala

Puras cosas maravillos­as

- HUGO HERNÁNDEZ

A finales de 2019, hace poco más de año y medio, el mundo entero comenzó una etapa terrible que segurament­e marcará la existencia de todos quienes la hemos vivido.

Malas son, sin duda, muchas de las situacione­s que hemos enfrentado, contando en primer lugar la pérdida de seres queridos. La pandemia nos ha obligado a tener que redefinir cada una de las actividade­s que realizamos y valorarlas de una manera distinta. Paradójica­mente esta situación extrema y de mucha incertidum­bre nos ha “obligado” a todos a redescubri­r que el mundo también tiene cosas buenas… ¡maravillos­as!

Hago este largo preámbulo para hablar de una puesta en escena que regresa a la cartelera en un momento más que oportuno, pues parte de la premisa que tiene es que por terrible que parezca el panorama… siempre hay una luz al final de ese túnel.

Se trata de Puras cosas maravillos­as, monólogo estrenado por Pablo Perroni hace cinco años, y que de manera intermiten­te ha permanecid­o en cartelera desde entonces.

Escrita por Duncan MacMillan y Jonny Donahoe, Puras cosas maravillos­as cuenta la vida de un pequeño que a los siete años se ve enfrentado a un momento terrible. En la sala de espera de un hospital, mientras aguarda noticias sobre la salud de su mamá que, en palabras de su padre “ha comedido una tontería”, el niño empieza a enlistar las cosas buenas, hermosas, positivas… maravillos­as que hay en su vida. Así arranca esta puesta en escena dirigida por Sebastián Sánchez Amunátegui en la que el público tiene un papel protagónic­o, más aún en este nuevo montaje. Originalme­nte la obra se estrenó en el foro Lucerna, en un formato de teatro circular, en el que no existía una separación entre espectador­es y actor. Ahora, en el mismo edificio, pero dos pisos abajo, en el teatro Milán, la puesta en escena pasa al formato de teatro a la italiana (tradiciona­l), y, pese a lo que podría creerse, no se abre una brecha entre lo que sucede en el escenario y los asistentes en la sala. Todo lo contrario. Esto es resultado de tres aciertos: primero el texto, que está tan bien escrito que uno conecta de inmediato y se siente en muchos momentos el protagonis­ta de la obra. En segundo lugar, la dirección escénica, armada de tal manera que hace partícipes a los espectador­es, quienes se convierten de manera muy ingeniosa en algunos de los personajes de la trama; y además aprovecha todas las recomendac­iones sanitarias que hoy conocemos; y finalmente, al muy bien realizado trabajo de Pablo, quien de manera muy sutil se echa a todo mundo a la bolsa.

Divertida, conmovedor­a, reflexiva, más que oportuna para una época en la que parece que en el mundo todo es malo, feo, terrible, desolador, frente a lo cual el arte se vuelve una ventana, un ventanal enorme de esperanza. Así es esta obra que recienteme­nte volvió a la cartelera con funciones presencial­es.

Puras cosas maravillos­as se presenta únicamente los martes en el ya mencionado Teatro Milán, en la colonia Juárez. No se la pierda, segurament­e después de verla le nacerán ganas de hacer su propio listado de las cosas maravillos­as que hay en su vida, y que muchas veces de manera muy tonta se olvidan.

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