El Sol de Tlaxcala

Se mantiene a la vanguardia

Vicentico asegura que el mainstream ahora consiste en hacer canciones rápidas para generar views, él prefiere hacer discos, su nueva apuesta se llama FREAK

- EDUARDO BAUTISTA

Amediados de los años ochenta, un joven llamado Gabriel Julio Fernández Capello iba y venía entre los juzgados de Buenos Aires con pilas inmensas de papeles entre los brazos. Eran los casos de cientos de presos que esperaban condena —justa o injusta— sobre los delitos que más se cometían en la Argentina de aquella época, que apenas comenzaba a probar las mieles de la democracia.

El mayor miedo de Gabi —como le decían de cariño sus amigos— era distraerse y no entregar en tiempo y forma la carpeta de alguna persona que en realidad era inocente, una jugada bastante común en la justicia latinoamer­icana.

“Me daban un libro con toda la causa judicial y, si me iba a pasear y no lo entregaba, la persona no salía de la cárcel. La justicia depende de cosas muy aleatorias. Eso es tremendo. Haber trabajado ahí me hizo pensar: ¡Dios mío, ojalá nunca caiga preso!”, dice en entrevista sobre ese adolescent­e, quien hoy es conocido como Vicentico, el hombre que solo o con Los Fabulosos Cadillacs imprime el sello de América Latina a todo lo que hace.

Si hubo una banda que marcó la vida de Vicentico fue The Clash. I fought the law and the law won (Luché contra la ley y la ley ganó), cantaba un iracundo Joe Strummer a los oídos de millones de jóvenes decididos a transgredi­r la autoridad. Vicentico, de algún modo, también combatió la ley. Y ganó. Su trabajo como asistente del juez y los fiscales duró poco: cuatro meses.

“Era ridículo trabajar ahí... sólo era joven y necesitaba plata”, recuerda. “Tenía que pagar la renta del estudio para ensayar”.

Su amor por The Clash quizás no es mayor que su amor por el San Lorenzo de Almagro, el club siempre disidente de las dictaduras impuestas por Boca Juniors y River Plate. Así es Vicentico: un hombre al margen de lo hegemónico. Un freak. Justo así,

FREAK, se llama la canción con la que abre su más reciente álbum, El pozo brillante, en el que explora sonidos más vanguardis­tas, convirtién­dose en una especie de crooner tecno con raíces latinoamer­icanas.

“El disco lo grabé antes de la pandemia, entre grabacione­s que se hicieron intermiten­temente entre Nueva York y Buenos Aires. Son ambientes opuestos. Cuando acá en Buenos Aires era verano, caliente, rojo y lleno de colores, al otro día allá estábamos con nieve a 20 grados bajo cero. Eso hizo que el disco tenga diferentes climas. Me di la oportunida­d de tener distintas vivencias mientras lo grababa”, comparte Vicentico.

Grabar un disco con toda la calma del mundo en un sello tan comercial como Sony Music no es algo común en estos tiempos, en los que las canciones se fabrican en serie, con fórmulas preconcebi­das que en poco o nada obedecen a la creativida­d artística. Su nuevo álbum se hizo casi en año y medio y la disquera tuvo que esperar a que pasara toda la pandemia para que fuera lanzado al público. Una situación totalmente freak en la industria…

No es la primera vez que Vicentico se siente fuera de juego en la vida. “Pero eso nunca me molestó, al contrario: siempre me sentí cómodo con quién soy y lo que quiero hacer”, asegura. “Es un poco freak (hacer un disco con detenimien­to). El mainstream ahora es hacer canciones rápidas. No me quejo ni me disgusta, pero otra cosa es hacer un disco entero con la intención de que alguien lo escuche con calma. El mainstream se transformó en unos pibes de veintitant­os que lo único que quieren es tener views y contar sus reproducci­ones en millones. No está mal, pero yo estoy en otro camino. La vanguardia, ahora, es hacer discos. Y a mí me gusta estar en la clandestin­idad haciendo discos”.

La vanguardia, ahora, es hacer discos. Y a mí me gusta estar en la clandestin­idad haciendo discos”

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