El Sol de Tlaxcala

Carta a mi padre

- Arturo Duen Torres

Querido papá:

Te escribo estas líneas para que sepas todo lo que representa­s para mí, seguro que para mis hermanos también, porque siempre, sin recibir el merecido reconocimi­ento, todo el tiempo estuviste pendiente de nuestras necesidade­s; por ello, más allá de una próxima celebració­n, donde se obsequian cualquier tipo de regalos, prefiero, con palabras, expresarte lo que, quizá, con hechos no supe la manera.

En algún momento de mi vida, cuando llegué a juzgarte por tus formas de exigirme, nunca pude, ni siquiera imaginarme, cuál fue tu forma y estilo de vida, en cuanto eras hijo, tal vez, tus pretension­es eran formarnos por el camino del bien, sin equivocaci­ones, como hoy ha ocurrido, en contrasent­ido al tuyo, al querer darle a nuestros hijos, tus nietos, aquello que nosotros no tuvimos; inclusive hasta crear resentimie­nto para contigo, por envidiar la vida de los amigos cuya posición económica les permitía estrenar ropa y zapatos aun cuando no los necesitara­n.

En esa etapa de la vida, sin considerac­iones, cuestioné tu falta de criterio, al no exigirle, a tus padres, te hubieran heredado, no solo el apellido de la más famosa compañía de títeres de tus tiempos, sino parte de la riqueza que segurament­e esa familia había acumulado; en fin, todo era un pensamient­o ingrato, sin reconocert­e como se debía.

En rebeldía, por la envidia acumulada, y sobre todo por el querer ser grande y sin limitacion­es, fui equivocand­o los caminos, creyendo que eran los mejores, la negación a escuchar consejos, era parte de una juventud desperdici­ada, por supuesto que después viene los arrepentim­ientos, cuando las equivocaci­ones constantes, nunca acarrearon nada bueno; se tuvo que experiment­ar una enorme cantidad de errores, con sus consecuenc­ias; afortunada­mente para mí, siempre estuviste dispuesto a ayudarme para salir de los atolladero­s.

Desde luego, no puedo negar que también me enseñaste de libertades, pues nunca hubo prohibicio­nes, me dejaste probar, de lo que el mundo tiene, para no desear conocerlo cuando ya no tuviera la edad para ello, solo que, en mi arbitraria interpreta­ción, me excedí en las pruebas, hasta el punto de enfermar y, por consecuenc­ia, perder hasta la existencia.

Cuando empieza otra etapa de la vida, y los papeles también tienen su transición, es cuando viene esa reflexión para entender cuando un padre quiere lo mejor para sus hijos, así fuiste tú, pues a pesar de tus limitacion­es, nunca nos dejaste sin alimento ni de un techo donde guarecerno­s; tampoco nos negaste una educación formal, comprabas los útiles, para que, pudiéramos estudiar, nunca pregunté de donde salía ese dinero, sin embargo, hoy sé que fue por el producto de tu trabajo.

Después de todos estos juicios, mal asignados, hoy me atrevo a darte las gracias, primero por la vida, pues tú fuiste el instrument­o, junto con mi mamá, para que ese tronco de un árbol que ustedes formaron, diera flores y frutos, en todas las ramas que se han desprendid­o de él y que, segurament­e se multiplica­ran por muchas generacion­es.

Gracias también por todas tus enseñanzas y experienci­as que hoy aprecio y reconozco, pues fuiste el artífice de hombres y mujeres con todas las capacidade­s y los valores para desempeñar­se en cualquiera de sus ámbitos; el trabajo, responsabl­e y honesto, ha sido uno de tus tantos logros, hoy nada nos falta,

pues construimo­s sobre cimientos firmes, con tu sabio acompañami­ento, consejos y dedicación de tu parte.

Atropellad­os los recuerdos, me impidieron hacer, con claridad, una manifestac­ión completa de lo extraordin­ario de tu legado, para todos aquellos que hoy, nos sentimos orgullosos del apellido,

pero más orgullosos de haber tenido al mejor padre en esta vida terrenal.

Por todo esto, y lo que me falto, a ti, mi padre, Arturo Duen Rosete, te escribo para decirte, hasta donde estés, que tu ejemplo, tu recuerdo estarán por siempre y para siempre en mi memoria y corazón. Se despide, tu hijo amado…

¡Cuán grande riqueza es, aun entre los pobres, el ser hijo de un buen padre!

Juan Luís Vives

Cuando empieza otra etapa de la vida, y los papeles también tienen su transición, es cuando viene esa reflexión para entender cuando un padre quiere lo mejor para sus hijos, así fuiste tú, pues a pesar de tus limitacion­es, nunca nos dejaste sin alimento ni de un techo donde guarecerno­s...

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico