El Sol de Tlaxcala

Los dueños del mezcal

- EL ESPECTADOR HIROSHI TAKAHASHI hiroshi@oem.com.mx

Abelino Cohetero Villegas y Juanito Martínez Santiago eran muy amigos, pero ya no. Ambos quieren el cargo de presidente del Consejo Mexicano Regulador de la Calidad del Mezcal, una posición muy anhelada en este país. Es el sueño de cualquier mezcalero, pero no necesariam­ente porque eso signifique llegar a un nivel de creación superior de la bebida de moda, convertirs­e en un maestro en su arte. Ellos son más terrenales y se pelean simplement­e por la gran cantidad de dinero en efectivo que se mueve en ese puesto, tomando en cuenta que cobran 1.80 pesos por cada litro que les piden certificar, las grandes marcas y los pequeños productore­s.

Hipócrates Nolasco Cancino dejó la presidenci­a de ese organismo el pasado 31 de mayo y los conflictos comenzaron a escalar, pues Juanito y Abelino no quieren soltar la posición de poder que quedó acéfala, tras nueve años de relativa paz y del boom del exquisito líquido. Era un tema que no preocupaba ni al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, pero que al final tuvo que asumir casi como propio en manifestac­iones en la Ciudad de México porque se le salió de las manos. En un inicio no querían la denominaci­ón de origen para el Estado de México, Aguascalie­ntes ni Morelos. Después nadó el gusano del fondo de la botella, o salió el peine, para que entiendan los abstemios.

Todo estaba listo para que en abril se hiciera la transición en el Consejo, Abelino tomaría las riendas y seguiría el negocio haciendo sonar la caja, pero Juanito se opuso y comenzó a lanzar demandas y amenazas. También llovieron las acusacione­s del otro lado. Comenzaron las protestas, tomaron el aeropuerto, calles y amagan con generar caos. El problema involucra al menos a dos mil productore­s de Oaxaca, representa cientos de millones de pesos y toca los intereses de grandes marcas, como Casa Cuervo, de Juan Francisco Beckmann

Vidal.

Hasta ahí todo se miraba desde Economía, de Tatiana

Clouthier, como un conflicto de cuates que se podía resolver con un acuerdo entre las partes afectadas hablando, si es que querían mantener un negocio multimillo­nario vigente. Incluso, como un problema de Murat que no atendió a tiempo y que les vino a arrojar a la capital disfrazado de luchador social. Pero en las reuniones comenzaron a ver a algunos personajes que les hacen ruido y temen que las protestas en las calles escalen y lleguen a sonar las puertas del Palacio. En las negociacio­nes ya están presentes los enviados de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y lo que temen los mezcaleros sin ganas de hacer política es que ese grupo ya sea dueño del negocio que dejó Hipócrates.

Decidir si un mezcal tiene calidad o no, eso lo pueden decidir muchos. Ponerle un holograma, pegarle un sellito, eso lo tiene que autorizar Economía. La incógnita se mantiene. ¿Es con Juanito o con Abelino o con los amigos de Flavio Sosa?

La complejida­d de este pleito entre dos personajes que eran amigos hasta que la ambición los separó puede tener repercusio­nes en uno de los pocos productos de exportació­n que siguen surgiendo de zonas marginadas del país. Incluso, esa industria que ya despegó puede aterrizar forzosamen­te de la mano de la APPO y darle un dolor de cabeza intenso, como esos de cruda con

agua del diablo, a los habitantes del Palacio.

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