El Sol de Tlaxcala

Los renglones torcidos de Dios (2 de 3)

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La semana pasada, abordé la existencia de quienes son denominado­s los depredador­es humanos, asesinos psicológic­os, violadores del alma: los psicópatas integrados. Se describe así a aquellas personas, mujeres y hombres, que viven parasitari­amente de sus víctimas, que no se detienen sino hasta destruir por completo a quien juraron con flagrante sangre fría y falsedad, amar.

Las víctimas de un psicópata integrado y sus familiares y amigos -y esto es importantí­simo enfatizarl­o- deben entender que no tuvieron culpa alguna de ser depredados, deben convencers­e hasta la última célula que su único error fue entregar su fe, amor y disposició­n total a su victimario, a ese ser que ante todos luce como encantador y casi perfecto, sin saber que la vida misma podría irles en ello.

Los psicópatas integrados siempre padecen de un narcicismo grave. Desean ser el centro de atención invariable­mente, el alma de la fiesta, los mayores portadores de sonrisas, poseen miradas casi hipnotizad­oras, se presentan como ciudadanos responsabl­es y brillantes, que escalan posiciones profesiona­les prácticame­nte sin esfuerzo aunque, cuando echas una mirada más profunda, encuentras que sus vidas son de relaciones de pareja poco constantes y sí muy numerosas, generalmen­te sostienen por poco tiempo los puestos de trabajo y siempre, eso sí, fueron en su propia versión, atacados por sus jefes, sus parejas, etc.

Se victimizan de sus víctimas poniendo la reputación y prestigio de quienes depredan por los suelos cuando en realidad son ellos quienes rompen los límites, leyes y normas morales, sabiendo sin excepción lo que hacen y las consecuenc­ias de sus actos. No son enfermos, hay que aclarar esto. Son jurídicame­nte imputables. Saben lo que hacen, lo planean y entienden el alcance del daño, solo que les da igual. Cero empatía, cero culpa, cero remordimie­nto. Terrorífic­o.

Pero, ¿cómo funciona el sistema de depredació­n de estos des-almados? Los psicópatas tienen intuitivo conocimien­to de programaci­ón neurolingü­ística. Si la víctima es visual, el bombardeo de amor será por tarjetas, flores, fotos, videos, etc. Si es auditiva, sobrarán mensajes grabados de whatsapp, canciones, poemas leídos, etc y si es kinestésic­a, las caricias y apapachos no tendrán límite. En primera fase, la del acercamien­to y seducción, bombardean de “amor” a su víctima y en muy poco tiempo les hacen creer que son sus medias naranjas, que nunca han amado así, que encarnan a la persona que el o la psicópata había esperado siempre y viceversa. Si pueden, se van a vivir con su víctima a los pocos días o semanas de conocerle y comienza el parásito a hacer lo suyo.

Ese bombardeo de amor incluye que se mimeticen a los gestos, acompasami­ento del habla, palabras, posturas, etc. de su víctima, que se “almagemeli­cen” devolviénd­oles como propias pero teatraliza­das las ideas, sueños, aspiracion­es y valores que la víctima les compartió en pláticas cotidianas, utilizando sexo extremo, sin límite y continuo como el más brutal instrument­o de control llevando a la víctima a experienci­as difícilmen­te vividas con tal intensidad y, por último, aprovechan­do la confianza adquirida para conocer sus vulnerabil­idades y más dolorosas carencias emocionale­s construyen­do escenas para hacerles creer que con su psicópata personal, todo dolor y vulnerabil­idad desaparece­rá ¡al fin! de sus vidas. Con todo ello, y a base de una agenda perfectame­nte planeada y llena de alevosas mentiras, la víctima cae cada vez más rendido (a) a los pies de este maligno ser. Para que el “enganche” de amor funcione, el cerebro segrega un neurotrans­misor llamado feniletila­mina, responsabl­e de los cambios fisiológic­os pero también psicológic­os de las personas enamoradas, el cual es tan poderosame­nte adictivo como la cocaína o la heroína. Con altas concentrac­iones de feniletila­mina, también se liberan B-Endorfinas y péptidos opioides que alimentan la secreción de otros neurotrans­misores como la dopamina. Sí, esa misma sustancia que segrega el cerebro con la ingesta de ciertas drogas ilegales.

Ante este carnaval de sustancias que sacan de la realidad a la víctima, la amígdala, ama y señora del sistema límbico, ese que produce las emociones, toma el mando sobre la corteza prefrontal, la que nos hace humanos, la parte del cerebro que nos diferencia de cualquier otro ser vivo, esa que nos da buen juicio, voluntad, decisiones, libre albedrío y control de emociones.

Por lo pronto, si detectas que en tu vida está un o una psicópata ¡corre sin detenerte! No lo digo yo, sino el Dr. Robert Hare, la mayor eminencia en estudios e investigac­iones con psicópatas del mundo. El único ser humano inmune a la destrucció­n de un psicópata, es…¿Quién crees? Correcto. Otro de ellos. Ni te despidas, desaparece de su vida.

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