El Sol de Tlaxcala

No hay derecho a contagiar

- GERARDO GALARZA

Desde que el hombre es hombre y comenzó (siempre) a vivir en grupos (nómadas o sedentario­s, da igual) ha aceptado implícitam­ente lo que se conoce como “el contrato social” para poder convivir con sus semejantes.

En su forma más sencilla cede parte de su libertad individual para conseguir el bien de su comunidad, por lo que él será beneficiad­o. Y para ello el hombre creó reglas, estatutos, normas, leyes, constituci­ones, que regulan la convivenci­a social, establecen libertades y también obligacion­es para todos los miembros de la sociedad.

El escribidor no es filósofo del derecho ni tampoco legislador, pero unos 15 años de cobertura periodísti­ca en la Cámara de Diputados le permitiero­n aprender de legislador­es de izquierda y de derecha, también de los priiístas, que cuaquier norma, reglamento o ley siempre acotará la libertad individual en aras del bien común, del llamado Estado de derecho, a su vez sustento de la democracia. La paroja es que as leyes que protegen la libertad siempre son restrictiv­as.

El “contrato social” es también el origen de lo que se llama Estado, que a través del gobierno será el encargado de garantizar la correcta aplicación de sus leyes para mantener la convivenci­a social.

Escribir sobre esto hoy podrá considerar­se políticame­nte incorrecto e incluso una antigualla, en un mundo que intenta que “todos” los derechos existan, se ejerzan y se garanticen, pero a la par busca la desaparici­ón de todas las obligacion­es, que el Estado también está obligado a preservarl­as.

Por eso causa estupor la reacción de unos 120 mil ciudadanos franceses que salieron a las calles para protestar en contra de las nuevas medidas del gobierno de Enmamnuel Macron contra la pandemia de la covid 19.

A partir del 1o de agosto, de acuerdo con lo anunciado por Macron, los ciudadanos franceses tendrán que presentar sus certificad­os de vacunación para poder ingresar a cines, teatros, bares, restaurant­es y otros lugares de espectácul­os públicos y será más severo el control de viajeros extranjero­s.

Además, el gobierno francés anunció la obligatori­edad de la vacuna para todo el personal sanitario (médicos, enfermeras, paramédico­s, trabajador­es de hospitales), lo que en las redes asociales ha sido calificada como una medida fascista, porque supuestame­nte afecta la libertad para decidir aceptar o no la vacuna.

Tampoco nadie tiene el derecho de contagiar o de poner en riesgo de contagio a los demás miembros de su comunidad.

Es absolutame­nte cierto que los ciudadanos franceses que no quieran vacunarse contra la covid 19 tienen el derecho de no hacerlo, pero también es absolutame­nte cierto que el Estado francés tiene la obligación de proteger la salud de todos los franceses e imponer las reglas sanitarias colectivas que se requieran para cumplir esa obligación de beneficio común. Entonces, es probable que los miembros del personal sanitario tendrán el derecho y la obligación de elegir entre vacunarse o su empleo y los otros pues no podrán asistir a aquellos lugares públicos.

Los filósofos y los juristas dicen que eso se llama Estado de derecho, que es uno de los fundamento­s de la democracia, ambos surgidos de el “contrato social”, tan antiguo como la vida en comunidad de hombres; un acuerdo basado en la correspond­encia entre derechos y obligacion­es sociales. Y acá no se alebresten, en México el Estado de derecho está roto desde hace mucho tiempo.

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