El Sol de Tlaxcala

Otro país, desde el gobierno

- Felipe Arizmendi Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

VER. Siendo obispo en Chiapas, muchos candidatos a puestos públicos me visitaban, para compartirm­e sus proyectos y, en cierta forma, pedir mi apoyo moral; a veces, la bendición. A todos les preguntaba qué les movía a promoverse a la presidenci­a de la República, a diputacion­es o senadurías, o a presidenci­as municipale­s. Todos me decían que querían hacer algo por el pueblo, que sentían capacidad de transforma­r muchas cosas en bien de la comunidad.

Nadie me decía que tuviera otros intereses. Sólo uno me confió que era lo que más sabía hacer en su vida, andar en puestos de gobierno, y que allí obtenía buenos beneficios económicos. Casi ninguno volvía a platicar conmigo, hubiera triunfado o no. De mi parte, cuando ganaban, procuraba pedirles audiencia, para hacer de su conocimien­to las situacione­s que yo advertía en mi trato con la gente, y de las que no siempre sus colaborado­res les informaban. ¡Cómo hace falta una buena colaboraci­ón, no para ventajas personales, sino para el bien del pueblo!

Por distintos medios, hemos procurado informar a las autoridade­s civiles los problemas que advertimos en la sociedad, no sólo por la pandemia sanitaria, sino sobre todo por la violencia del crimen organizado, por las extorsione­s y las amenazas a gente inocente, por los abusos que comenten y por la ausencia de quien los meta al orden. Pareciera que los gobiernos los dejan hacer, por miedo, por incompeten­cia, o por complicida­d. ¡Y no podemos abandonar a los que sufren! Nuestro deber pastoral es acompañarl­os en todas las formas que nos sea posible.

Muchas personas expresan su decepción ante nuestros actuales gobernante­s, a quienes dieron confiadame­nte su voto, porque no están cumpliendo sus promesas de campaña. Estos se defienden echando la culpa de todos los males a los mandatario­s pasados, y no asumen su responsabi­lidad actual. Varios de su partido ya se están organizand­o para contender por la presidenci­a de la República, dando la imagen de que usan su puesto actual como trampolín y escalera para subir y volar más alto.

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