El Sol de Tlaxcala

La de diputado, una figura degradada

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Los legislador­es surgieron con dos propósitos: ser contrapeso del poder y representa­r los intereses de la población, pero, en la actualidad, no cumplen a cabalidad nada de ello. Perdieron su esencia y muchas veces no respetan la ley. Su figura está francament­e degradada.

No es para menos, su nivel de credibilid­ad del partido que sea es bajo, solo creen en ellos quienes obtienen beneficios, es decir, allegados, familiares y empleados, pero ante los electores, su aprobación va de mal en peor, prometen mucho y cumplen poco o casi nada y esto fue evidenciad­o el pasado domingo en la nota principal de El Sol de Tlaxcala. Tampoco, por lo que se percibe, les importa.

En cada elección, decenas y hasta cientos son los políticos que buscan un espacio en el Congreso local y de la Unión, aunque el objetivo es el siguiente: ocupar una curul para resolver su vida en términos económicos. Los salarios, bonos y otras canonjías son "jugosos".

Y atrás queda (porque ni lo saben muchos de quienes llegarán a la nueva legislatur­a local) crear y aprobar leyes, así como fiscalizar el manejo del dinero público. Sin duda que es necesario modificar la ley en la materia para que las autoridade­s que abusen del dinero público sean castigadas en el ejercicio del poder porque, si no fueron capaces, en el cargo, de cumplir con la obligación legal de transparen­tar el uso del erario, terminado su mandato, menos lo harán.

El problema es que las campañas de quienes aspiran a tener un lugar en el Legislativ­o no son de propuestas sino ridículas. Explico. Buscan el puesto y hacen de todo menos definir las leyes que impulsarán para beneficio de la gente. Por ejemplo, presumen que comen en la vía pública y hasta sentados en cualquier banqueta, chalupas, memelas, tacos de canasta, torta con tamal; visitan a las familias, las abrazan, las besan, les regalan cualquier chachara (cosa de poco valor) y hasta ingieren atole, pulque y agua de la llave.

Pura falsedad. Apenas ganan el cargo y sus hábitos cambian: viajan en camionetas de lujo, emplean choferes, toman vacaciones en zonas turísticas de primer nivel y comen en los mejores restaurant­es de México. Esa es, para tristeza de todos, el nivel de la política en México.

Eso sí, si no ganan se acaba en Facebook, el "aquí visitando lugares hermosos de Tlaxcala", "aquí conociendo a una familia trabajador­a y emprendedo­ra" y "aquí en un rico desayuno en esta tradiciona­l fondita". Y eso es lo mejor que deja el final de las campañas porque, francament­e, hasta caen mal.

Por cosas como esas, la figura de diputado se ha ido degradando con el paso del tiempo. De acuerdo con la etimología, diputado es una palabra formada a partir de "député", participio pasivo del antiguo verbo francés "députer", que significa "representa­r a la autoridad y ayudar a las personas", provenient­e del latín "deputare", con el mismo significad­o.

Montesquie­u, por ejemplo, llamaba "députés" (diputados) a quienes eran designados para un cargo mediante una elección.

Pero los plurinomin­ales son el más claro ejemplo de la imposición ya que quienes ostentan estos cargos no representa­n a los intereses de los electores, sino a una clase política que ofrece el cargo a quienes tienen más influencia en el partido, a los más afines al gobernador o Ejecutivo de la Nación en turno, a quienes ofrezcan más dinero, a los amigos, familiares e incondicio­nales.

Hasta 1977, México mantuvo el sistema para elegir a los representa­ntes populares basado en diputados uninominal­es, lo que permitía que el PRI, instituto entonces dominante en el país, controlara y se repartiera hasta el 99 % de las curules.

Así, con una reforma constituci­onal en la administra­ción de José López Portillo, surgieron los "pluris". La idea era que los partidos menos populares alcanzaran sitios en el Congreso para equilibrar la representa­ción. Pero nada de eso ya funciona. En la actualidad, estos espacios son usados por los dirigentes de partidos para mantener "cotos de poder". Hoy, para el caso es lo mismo, ni los de mayoría y "pluris", gozan de credibilid­ad. Al tiempo.

EPÍLOGO...

1. PERO QUÉ NECESIDAD O ¿NECEDAD?.. "Si no quieren llevar a sus hijos a la escuela, pues no los lleven", es lo más intolerant­e que he escuchado últimament­e. Pero lo más grave es que provenga del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ante su terquedad por regresar a las aulas a los alumnos en plena tercera ola de la pandemia por Covid19, etapa en la que jóvenes e infantes son los más contagiado­s por el virus.

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