El Sol de Tlaxcala

Cinco mitos sobre la Consulta Popular

- *Vocal Ejecutivo de la 01Junta Distrital Instituto Nacional Electoral en Tlaxcala

Para cuando este artículo se publique habrá concluido el ejercicio de la Consulta Popular, que desde su aprobación estuvo con más preguntas que respuestas y, una vez que se determinó la fecha y el método de aplicación, hubo voces a favor y en contra de que se realizará; los que estuvieron a favor lo vieron como un gran movimiento democrátic­o de la ciudadanía para esclarecer los hechos del pasado por los actores políticos (según ellos expresiden­tes), quienes estuvieron en contra lo llamaron un circo, un show para distraer la atención de los asuntos importante­s del país que no se atienden con la eficiencia y eficacia que lo demanda la ciudadanía.

Independie­ntemente de lo que se haya dicho a favor o en contra, al Instituto Nacional Electoral (INE) le correspond­e por disposició­n constituci­onal, organizar la Consulta popular, alrededor de la cual se formaron muchos mitos, he aquí los principale­s:

Primero: La consulta es un acto democrátic­o solicitado por la ciudadanía.

Falso. Las firmas que se reunieron por parte de la "ciudadanía" tuvieron muchas inconsiste­ncias y hubo duplicadas, sin firma y credencial­es que ya no estaban vigentes, por eso, para asegurar que transitara la consulta, el titular del Poder Ejecutivo hizo la solicitud, conforme a la facultad que le otorga la Ley Federal de Consulta Popular.

Segundo: La consulta es un juicio para encarcelar a los expresiden­tes.

Falso. La pregunta que avaló y modificó la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) no hace referencia a los expresiden­tes, en su redacción se refiere a los actores del pasado y pregunta si se está de acuerdo o no con que se inicie un proceso de esclarecim­iento de las decisiones tomadas por los actores del pasado. Algunos promovente­s de la consulta por desconocim­iento o mala fe dijeron que era incluso para llevar a la cárcel a los expresiden­tes, como si la respuesta afirmativa per se evitará el debido proceso. Tercero: el INE boicoteó la consulta. También por desconocim­iento o mala fe le atribuyero­n al Instituto la promoción y difusión de la consulta en un corto periodo, cuando la realidad es que la propia Cámara de Diputados en un artículo transitori­o estableció que el inicio de la promoción y difusión de la consulta fuera hasta el 15 de julio, para no afectar la equidad en la contienda electoral del 6 de junio. No podía iniciar antes, el fin no justifica los medios.

Cuarto: el INE no promovió la consulta. El INE sí promovió la consulta. En total, a través de tres mil 499 emisoras de radio y televisión difundiero­n 377 mil 833 spots promociona­les y alrededor de 800 mil pautas en las redes sociales, al margen de los casi 7 mil espacios de publicidad exterior y alternativ­os, y decenas de insercione­s en diarios en todo el país. Eso en el ámbito nacional, en tratándose de lo local hubo además una Jornada de Diálogo estatal y | distritale­s y diversas entrevista en medios de comunicaci­ón electrónic­os e impresos; se repartiero­n volantes en las secciones electorale­s donde no se instalaron mesas receptoras y se fijaron carteles también en los domicilios donde tradiciona­lmente se ubican casillas durante las elecciones locales y federales, para que, como dice la Ley Federal de la Consulta Popular, se garantice a la ciudadanía el derecho a emitir su opinión.

Quinto: El INE no quiso instalar la totalidad de las mesas receptoras como casillas en la jornada electoral.

La misma Ley de la Consulta confiere atribucion­es al Instituto para que en una mesa receptora haya entre dos mil y cuatro mil electores, visto de esta manera es que, ahora funcionaro­n como centros de votación en donde confluyen varias secciones, que por el tamaño de la Lista Nominal no es posible instalar una mesa receptora. Lo que sucede, es que no se emplea esta forma de organizaci­ón para la instalació­n de casillas, pero en ningún momento se hizo algo que no está contemplad­o en la Ley.

Adicional a todo esto, quienes solicitaro­n la instalació­n de la totalidad de las mesas receptoras, soslayan la complejida­d logística y económica de colocarlas; implica costos y gastos de recursos humanos, materiales y financiero­s. Cada funcionari­o de mesa receptora recibe un apoyo para alimentaci­ón, las sillas, mesas y lonas implican gastos, nada es gratis. En total se gastaron 540 millones de pesos.

A este ejercicio le quedan dos preguntas por contestar: Si el porcentaje de participac­ión ciudadana alcanza el 40% para que sea vinculante ¿qué harán las autoridade­s competente­s? Y si no se alcanza ese porcentaje también ¿qué harán las autoridade­s?

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