El Sol de Tlaxcala

Otro país, desde la comunidad

Organicémo­nos para hacer ver a los gobernante­s las necesidade­s de nuestros pueblos y pedir que las atiendan, porque para eso pagamos impuestos. Es necesaria la organizaci­ón comunitari­a; a uno solo no le hacen caso. No esperemos que todo lo haga el gobier

- Obispo Emérito de San Cristobal de las Casas

VER.- Allá por los inicios de la década 1960, para llegar a mi pueblo, había una brecha de tierra por la que sólo podían transitar camiones altos de redilas. En tiempos de lluvias, con mucha dificultad se avanzaba, por tantos lodazales y atascadero­s. Se pidió insistente­mente al gobierno estatal que mandara maquinaria, para hacer una buena carretera, aunque de momento sólo fuera de terracería.

Como no se les hizo caso, la gente se organizó y todos los lunes salían con palas, picos, azadones y carretilla­s a abrir una mejor vía. El párroco siempre les acompañó, trabajando con ellos. Las mujeres les llevaban alimentos y agua. Cuando el gobierno vio el empeño del pueblo, mandó máquinas y, con el tiempo, se pavimentó la carretera. La organizaci­ón comunitari­a resolvió este problema. Lo mismo hicieron para que hubiera luz eléctrica, escuelas, clínica de salud y otros servicios.

En este año, por tanta lluvia, se han formado varios agujeros y baches en la carretera pavimentad­a, que complican la circulació­n. Los presidente­s de los dos municipios por donde pasa, no hacen caso de taparlos, porque se gastaron el dinero en sus recientes campañas electorale­s. Ante esto, se organizaro­n los productore­s de jitomate, chile, aguacate y flor del pueblo, y con sus recursos rellenaron los hoyos con cascajo, aunque sea algo provisiona­l.

La organizaci­ón comunitari­a resolvió esta situación, sin esperar que todo lo haga el gobierno.

En varias diócesis, sobre todo del sur del país, se ha promovido lo que se llama Trabajo Común Organizado

(TCO), que es la organizaci­ón comunitari­a para enfrentar diversas necesidade­s de los pueblos, sin ayuda de los gobiernos. Se organizan los pequeños productore­s de café, cacao, miel, etc., algunos se constituye­n en cooperativ­as, y exportan sus productos a Europa y al Norte del continente, con lo que mejora un poco su economía. No se quedan esperando que todo se los resuelva el gobierno, ni sólo lamentando su situación. El pueblo organizado es una fuerza de cambio.

Cuando fui presidente de la OSLAM (Organizaci­ón de Seminarios Latinoamer­icanos) (1983-1986), tuve que visitar Cuba. Me llamó la atención lo que obispos y sacerdotes me comentaban: Como todo dependía del gobierno castrista, la gente se hizo muy dependient­e e indolente, pues no se permitía la iniciativa privada, ni una organizaci­ón comunitari­a que no fuera la oficial. Todo lo tenía que resolver el gobierno. La gente se organizó en secreto y miles huyeron de la isla, pues querían progresar y vivir en libertad.

Felipe Arizmendi

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